Hoy en día es difícil seguirle el paso a la cantidad de plataformas de streaming que hay en el mercado. Y se dan tan por sentado en la vida cotidiana que se olvida que hace relativamente poco cambiaron por completo la forma de ver y consumir entretenimiento en el hogar. Apenas en 2015, por ejemplo, Netflix todavía conservaba su servicio de envío de películas en DVD y por correo postal, aunque desde 2007 comenzó su transición al sistema over-the-top digital. En algo así como 15 años el mercado se reconfiguró por completo.
Hacia finales de este 2022, Netflix cuenta con 223 millones de usuarios a nivel mundial. Y su competencia en el mundo del streaming no se queda atrás: Amazon Prime ya rebasa los 200 millones; Disney+ anda cerca de los 165 millones—PERO calcula comerle el mandado a Netflix a mediados de 2024; además, aparte cuece sus habas Tencent Video, con 124 millones de usuarios nada más en el Sudeste Asiático.
No obstante los grandísimos números que reporta la industria del streaming (que se estima andará por los 330,000 millones de dólares en 2030), se trata de un sector en constante crisis. La guerra del streaming ha creado una oferta robusta que se ha vuelto difícil de navegar para una persona. Por poner sólo un ejemplo, en 85% de los hogares estadounidense hay algo menos un servicio de este tipo; sin embargo, 60% cuenta con dos. Y encima, parece cada vez más difícil encontrar formas en las que el negocio sea sustentable, llevando a las plataformas a encontrar productos o servicios complementarios, como los videojuegos.
Diferenciación, diferenciación, diferenciación
Cada vez es más difícil seleccionar una plataforma de streaming sobre otra; sobre todo, cuando la oferta dividida deja a un consumidor con la “necesidad” de contratar distintos servicios para satisfacer sus intereses. Precisamente, en el mundo del deporte es que han logrado encontrar el escenario ideal para esa guerra del streaming.
Por ejemplo, alguien que gusta del futbol en México va a encontrar sus partidos favoritos en distintas plataformas: la Premier League se encuentra nada más en Paramount Plus, pero la Champions está en HBO; Serie A, Ligue 1 y MLS están en Star+ pero la poderosísima Liga MX debe ser consumida en tele abierta, en tele de paga, IZZI, TUDN y VIX indistintamente; para la Bundesliga y LaLiga la única alternativa completa hoy en día es a través de Sky.
Ni se diga de las plataformas que cierran deals de streaming para otras ligas como la MLB o la NBA, que tienen nichos de mercado importantes en todo el mundo. Pero entre tanta diferenciación, cada vez más parece que la única opción que tiene un usuario es regresar a la tele por cable para tratar de tener la mayor cantidad de productos, antes de terminar por contratar todos los servicios disponibles en el mercado.
Las Big Tech lo quieren todo
Y aquí es donde entran las Big Tech también a la guerra del streaming. Los gigantes de la tecnología—como Google, Apple y Amazon—no se quieren quedar atrás en la competencia por la atención de las audiencias. Primero crearon (o compraron) sus plataformas de contenido y poco a poco las han poblado tanto con material audiovisual atractivo, como con eventos en vivo y derechos de transmisión de deporte con contratos multianuales: la MLS se va a Apple TV, múltiples ligas pueden montarse en Prime (como la Premier a través de Paramount); a partir de 2023, la NFL tendrá su ticket de domingo más completo en YouTube TV y Primetime de Google. Y no es fortuito que recientemente YouTube ya se volvió la plataforma de streaming más vista, incluso por encima de Netflix.
Nunca ha sido ajeno el patrocinio de esas empresas en el deporte, pero ahora presentan un modelo único de colaboración que requiere de alianzas de muy largo plazo para funcionar. Y que dependen del interés focalizado de audiencias que ya no quieren paquetes de entretenimiento que no estén hechos a su medida. En ese sentido, el streaming se vuelve idóneo. Algo muy similar a lo que sucedió en los años 90 con la colaboración entre Sky y la Premier League en Inglaterra para el desarrollo y crecimiento de la liga.
(Para quien esté interesado en el tema, el libro The Club de Joshua Robinson documenta y explica increíblemente bien este proceso.)
Poco a poco las Big Tech han buscado comerse mercados e industrias de rutinas cotidianas—que van más allá de sus servicios; en concreto, todo lo relacionado con productos de la banca tradicional hoy en día. Ahora, todo parece indicar que también estarán al centro de la siguiente fase de la guerra del streaming