La fiebre por el metaverso, los NFTs y las criptomonedas no para. Los más entusiastas de estos conceptos consideran que es el futuro del internet, mismo que suele llamarse Web 3.0. Una “nueva” forma de navegar, consumir y vender de manera digital, apuntando a un mundo completamente virtual en el que se ofrezcan experiencias inmersivas de socialización y trabajo a través de modelado en 3D con miras a incorporar tecnologías de realidad virtual y aumentada de manera agresiva. Y aunque este modelo no se ha consolidado aún, hay estimaciones que apuntan a que el metaverso será un mercado de 800,000 millones de dólares para 2024, mientras que el de NFTs se calcula en 80,000 millones para 2025 y el de criptodivisas en 5,000 millones para 2030 (aunque podría variar en la medida que estos activos se vuelvan vehículos de transacciones en los otros dos sectores).
Pero la Web 3.0 no sólo gira alrededor de paisajes digitales. Parte fundamental de su concepción tiene que ver con potenciar sistemas de navegación descentralizados y de alta privacidad. Se piensa que estos modelos han llegado para empoderar a los usuarios y limitar, hasta cierto punto, el control de las grandes corporaciones que ya dominan el mundo “real”. Sin embargo, en la medida que el dinero comienza a fluir hacia el metaverso y se empiezan a crear verdaderas economías a su interior, las lógicas y dinámicas que ya conocemos también comienzan a aparecer en las supuestas utopías que se esperaba los entornos virtuales podían ofrecer. Ya existe una burbuja inmobiliaria en plataformas de este tipo, elevando los precios de parcelitas digitales; igualmente, los bancos tradicionales han comenzado a establecer sucursales en el metaverso; y ni se diga de las pugnas entre empresotas por conquistar de antemano ese futuro redituable.
Ahí viene el lobo de los impuestos
Además de todo lo anterior, inevitablemente al metaverso llegará el cobro de impuestos por gobiernos. De hecho, esto ya ha comenzado. Linden Labs, la empresa detrás del videojuego/comunidad virtual Second Life, anunció la semana pasada que comenzará a establecer mecanismos de cobros de impuestos a sus usuarios en Estados Unidos. La medida comenzará el próximo 31 de marzo. Por el momento, sólo se contemplan impuestos a las suscripciones mensuales y a algunas tenencias de “tierra” en la plataforma. Pero la idea es que haya un gravamen a todo tipo de compra al interior del videojuego y que estén encadenados a las tributaciones estatales desde donde se navegue.
Esto es algo que ya se había intentado muy al principio del lanzamiento de la comunidad. En aquel entonces, se trató de imponer contribuciones automáticas de acuerdo a los objetos virtuales que se tuvieran, en la medida que ocupaban más recursos de los servidores de la empresa.
Pero el asunto se vuelve de particular interés porque Second Life suele considerarse uno de los primeros esfuerzos por constituir un metaverso completo. En él, se puede socializar, hacer transacciones cotidianas y, básicamente, llevar una vida en su totalidad digital que funcione de forma paralela a la “real”. Al ser precursora de mucho de lo que se entiende hoy en día por este tipo de apuestas a futuro, no es de sorprender que poco a poco estas dinámicas se hagan presentes en otras plataformas, como Decentraland, Sandbox y Honnverse, en las que aún prevalecen los principios de descentralización y privacidad absoluta que pregona la Web 3.0.
Por lo pronto, Linden Labs estará a la expectativa de la respuesta de sus usuarios. En ese sentido, bien podrán huir del videojuego y poco a poco despoblarlo.
Más allá del enojo
Pero quizá sea un primer momento en el que se acepte que el metaverso comenzará una transición hacia el pago de impuestos con miras a la institucionalización de sus plataformas. Al final del día, el hecho de que el mercado de los NFTs y las criptomonedas pueda ser completamente anónimo, sin mediaciones oficiales y sin intervención regulatoria gubernamental, abona a que sea uno alto en fraudes. De hecho, apenas hace unas semanas, OpenSea reconoció que cerca de 80% de los NFTs acuñados en la plataforma son estafas o de plano spam. Lo mismo aplica para los entornos virtuales que suponen el futuro del internet. Sin candados y blindajes de seguridad—más allá de la tecnología que ofrece las cadenas de bloques—, poco podrá prosperar el metaverso como una economía en forma. En ese tenor, el pago de impuestos es fundamental para asegurar mínimos básicos de servicios públicos, aunque sean digitales.
La falta de regulación actual tiene que ver con el poco entendimiento de legisladores y hacedores de política pública en la materia; además, aún existe un recelo justificado a aceptar que el metaverso será una realidad. Gobiernos e industrias, en curvas de aprendizaje, suelen flexibilizar las reglas para impulsar el crecimiento y desarrollo tecnológico de estos sectores; al mismo tiempo, les permite vislumbrar con mayor claridad adónde será que en realidad caminan esas innovaciones. Para que los impuestos se hagan presentes en estas plataformas, primero se tendrán que adecuar legislaciones actuales: sobre propiedad digital, tal vez encadenada a códigos postales para que prevalezca la privacidad; asimismo, modificar lo que se entiende por marketplaces y mediadores; más importante aún, articular blockchains para la administración automática de esos gravámenes. Así pues, todo parece indicar que ni en el metaverso vamos a estar a salvo de pagar impuestos.