Lo interesante del cierre del trato es que aún no termina de ser claro para qué es que alguien como Elon Musk quiere a Twitter.
Fueron meses de alharaca. También de intrigas, de pleitos públicos, de idas y venidas. Incluso, entraron al quite abogados y juzgados. Todo comenzó con un “interés” de Elon Musk por “rescatar” a Twitter para hacer a la red social “más democrática”. Básicamente, con miras a que haya en ese espacio una suerte de libertad de expresión sin ningún tipo de candado —como los que están relacionados con la clausura de discursos de odio, por ejemplo. Pero entre que son peras y manzanas, ya concluyó la adquisición de la plataforma por parte del magnate detrás de Tesla.
Lo interesante del cierre del trato es que aún no termina de ser claro para qué es que alguien como Musk quiere a Twitter. Y, del mismo modo, por qué hay un interés por modificar tanto las reglas del juego de una red social que, para bien o para mal, poco a poco ha ido encontrando los mecanismos de funcionamiento que “ayudan” a que usuarios sepan maniobrar entre interacciones digitales entre conocidos y extraños.
Es posible que el interés de Musk sea tal cual el que con frecuencia enuncia públicamente. Sobre todo, que dijo abiertamente en el momento que comenzó este merequetengue. La necesidad por volver a hacer de Twitter un Town Square o lo que desde tiempos antiguos se conoce como ágora. Básicamente, un espacio en el que se podían congregar miembros de una ciudad para debatir y deliberar sobre los temas más apremiantes de comunidad. Pero nunca está de más sospechar de las nobles intenciones de cierto tipo de empresario.
¿De qué sirve Twitter?
¿Por qué tanta intriga? Pues la cosa es que Twitter, por más usuarios que tenga y por más ventas de publicidad que acumula, hoy en día es una empresa que genera pérdidas. Actualmente, funciona con un déficit anual de 324 millones de dólares. Es decir, no se trata de un negociazo directo. Y, aun así, Musk y un grupo de inversionistas —e incluso de fans, que se hacen llamar Muskeeters— han decidido con vehemencia hacer una compra que, a primera instancia, no ofrece una utilidad clara e inmediata.
Pero Musk rara vez mueve sus piezas de manera tan directa. Por su parte, Twitter ofrece —tanto para sus inversionistas como para un ecosistema de medios en su conjunto— algo más que capital bursátil: capital y poder simbólicos. Un brazo de negociación y estrategia enorme. Que, además, Musk ya ha sabido utilizar para mover precios de criptomonedas o incluso para potenciar el valor de las acciones de Tesla mediante comentarios que parecen inocentes precisamente en redes sociales como Twitter. Quizá no es de gratis que Bitcoin y Ether acaban de cerrar su mejor semana en meses de horror para las criptos.
Más allá del rollo simbólico detrás de tener una empresa como Twitter, la realidad es que se trata de una plataforma que produce cantidades inimaginables de información sobre absolutamente todo. Sobre todo, cuando se puede espulgar el discurso de personas y no bots —algo que a Musk le ha interesado saber desde que comenzó el proceso de adquisición— para identificar patrones y tendencias: políticas, económicas, de consumo. Muy literal, es una red social con la capacidad de funcionar como un cerebro colectivo.
¿Ahí viene X?
En el siglo XXI tienen toda las de ganar las personas que cuentan con la mayor cantidad de información. Y qué mejor cuando pueden cruzarla a través de algoritmos capacidad de recopilar, analizar e instrumentalizar millones de bases de datos simultáneamente. La combinación de esos recursos informáticos con una base de usuarios considerable no es nada desdeñable. De hecho, es algo que a Musk le ha interesado desde hace tiempo.
La idea sería convertir a Twitter en lo que Musk ha llamado “X”. Una súper aplicación con la capacidad de funcionar para todo: entretenimiento, mensajería, compraventa, etcétera. Un poco como lo que pasa en China con WeChat. Y la realidad es que todos los avanzas del magnate —con PayPal, Tesla, Starlink, SpaceX— suelen buscar integrar distintas tecnologías con miras a consolidar productos habilitadores de otras industrias o mercados.
Quizá la relevancia de la compra de Twitter por Musk es una combinación de todos los puntos anteriores. Buscando hacer de la red social un negocio un poco más rentable; por ejemplo, se dice que buscará que las cuentas verificadas paguen una lana por estar en la plataforma; o con el uso de criptomonedas y wallets digitales en transacciones a su interior. O de plano el final de un tipo de redes sociales que, desde hace tiempo, muestran claras señales de decadencia. Por ahora, la moneda está en el aire.