Cada clic, cada formulario, cada mensaje dejan una huella digital en el internet. Y nunca se sabe quién tiene acceso a esa información.

Son cada vez más raros los espacios de la vida contemporánea que no están mediados por el internet de alguna forma. Trámites en línea; comercio electrónico; consumo de entretenimiento digital; reservaciones para ir al cine o a nuestro restaurante favorito; plataformas de colaboración laboral o de educación a distancia; redes sociales y aplicaciones de mensajería. Éstos son sólo algunos de los tipos de servicios más comunes de nuestra vida digital. Pero la lista puede ser virtualmente infinita.

Y, en ese mismo sentido, el internet funciona como una suerte de campo minado en términos de nuestra privacidad. Cada clic, cada formulario, cada mensaje, cada canción van dejando una huella digital de nosotros en el internet. Esa información puede ser instrumentalizada. Ya sea por empresas que desean ofrecer un producto o servicio dirigido a una persona, o individuos que buscan recolectar datos sensibles para llevar a cabo algún tipo de estafa o delito.

Se estima que entre 20 y 50% de las cuentas de redes sociales y correo electrónico a nivel mundial han sufrido algún tipo de ataque. Durante la pandemia, en el primer semestre de 2020 se observaron aumentos de hasta 95% de amenazas de este tipo. A lo largo de 2021, nada más en México se registró un incremento de 120% de extorsión a través de WhatsApp, mediante el robo o secuestro de cuentas.

Cada clic, cada formulario, cada mensaje, cada canción van dejando una huella digital de nosotros en el internet.
Foto: Pixabay

El uso de internet requiere de suma cautela por parte de sus usuarios. Un clic en falso puede llevar al phishing de datos, a la descarga de algún tipo de malware o a estafas tradicionales realizadas a través de medios digitales. Asimismo, aceptar el acceso a nuestra información por parte de algoritmos e inteligencias artificiales trae consigo una exposición de datos sensibles cada vez mayor en el mundo virtual. Sin embargo, ahí no acaba la cosa.

Nuestra información en internet al descubierto

Los anteriores son ejemplos de cómo voluntariamente cedemos información en internet, incluso cuando es a través de fraudes. O de cuando hay una intencionalidad delictiva, como en el caso de un cíber ataque. Así como de los casos más contemporáneos de usos de datos privados por parte de algoritmos para predecir patrones de consumo que, posteriormente, serán utilizados para algo más. 

Sobre esto último, no es menor que en China se ha comenzado a restringir el acceso que tienen algoritmos a información individual sin importar el tipo de plataforma que los use. Incluso, se ha estipulado que una persona ya puede decidir si su navegación por internet puede estar libre de la recopilación de datos. Y todas las empresas deben hacer públicas las razones detrás de su inteligencia artificial; es decir, explicar qué bases de datos utiliza y qué patrones busca reconocer. 

Desde hace años hay mayor conciencia por la información que se deja en el internet. Así como mayor preocupación por no caer en algún tipo de fraude. De acuerdo al Pew Research Center, en Estados Unidos cerca de 81% de la población considera que los riesgos detrás de la recolección de información superan a sus beneficios—como productos y servicios hechos y ofrecidos a la medida de sus clientes.

Aunque es difícil, se puede navegar a lo largo y ancho del campo minado del internet para tener cuidado con la información que se cede y a quién. Siempre habrá riesgos de ventas a terceros. O de violaciones masivas a esos datos, como sucedió con el escándalo de Cambridge Analytica hace algunos años. Pero la cosa se pone mucho más peluda en algunos casos, cuando incluso sin saberlo se está compartiendo información con empresas.

Cuidado con lo que tecleas en internet

Un grupo de investigadores de distintas universidades europeas analizaron las 100,000 páginas de internet más importantes, para estudiar los criterios diferenciados de experiencia de usuario en ellas desde la Unión Europea y Estados Unidos. Descubrieron que 1,844 de esos sitios obtienen los correos electrónicos de las personas sin su consentimiento en Europa y 2,950 cuando se visitan desde territorio norteamericano. Entre las empresas que más sobresalen en este estudio se encuentran TikTok y Meta.

Sin embargo, lo más interesante del caso es cómo acceden a la información. Al parecer, la mayoría de las empresas no tenían la intención de recopilar esos datos. Por el contrario, servicios de terceros—como de marketing y análisis de datos—son los que obtienen la información. Más espeluznante aún, en buena parte de estas páginas de internet se conseguían los correos electrónicos incluso antes de que el usuario diera clic a “Enviar” el formulario de identificación. Es decir, todo se adquiría simplemente mientras tecleaba.

Se trata de pixeles rastreadores que van decodificando la información en una página de internet en tiempo real para ofrecer publicidad dirigida a las personas. Algo que cada vez es más común en línea, pero que al mismo tiempo busca información sensible de los usuarios, como es un correo electrónico, incluso sin que se comparta con la empresa.

Los límites de nuestra privacidad en internet cada vez se achican más. La huella digital que se va dejando en línea es casi imposible de borrar. Bien haremos con tener cuidado no sólo en los clics que damos, sino incluso en tomar conciencia de dónde tecleamos lo que tecleamos. En los tiempos que corren, uno ya no sabe quién—y desde dónde—está viendo. 

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Soy Raúl, pero la gente me conoce como Ruso. Estudié letras inglesas en la UNAM y tengo una maestría en periodismo y asuntos públicos por el CIDE. Colaboro en Sopitas.com desde hace más de seis años....

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