Ante los desafíos de la globalización, la integración regional no es una opción sino una necesidad imprescindible para Centroamérica.

Por Gino Jafet Quintero Venegas

Desde el fin de la crisis del petróleo y la necesidad de los Estados naciones de no depender de un solo polo global, se han dado intentos de cooperación internacional derivados de la globalización económica y la regionalización de los mercados. Esto se ha constituido, lentamente, como respuesta de los distintos países hacia un contexto cada vez más global que los obliga a estar más articulados y preparados, con el fin de mantener un poder de negociación suficientemente amplio que les permita sostener, frente a grandes economías, un peso relativamente importante dentro del actual sistema mundial. Así, la integración regional es un intento de los Estados por conformar espacios económicos y políticos que se constituyan en verdaderos actores dentro del marco de la economía globalizada.

Ante los desafíos de la globalización, la integración regional no es una opción sino una necesidad imprescindible para Centroamérica.
Imagen: Pixabay

Ante la nueva división internacional del trabajo, el proceso de conformación de bloques regionales se ve como una alternativa para los pequeños países —aquéllos cuya extensión territorial es inferior a los 200,000 km2—. El objetivo de estos bloques es promover y aumentar el intercambio de bienes, personas y servicios dentro de sus límites, guiados por el librecambismo. Los países de América Latina, y particularmente los de América Central, han tratado de buscar y definir su propio espacio y la manera de integrarse en bloques económicos para poder insertarse en el mercado internacional y posicionarse como un eslabón del sistema mundial.

Con base en el criterio de cooperación entre países, se han iniciado diversas experiencias de conformación de espacios económicos y políticos de carácter regional. Las experiencias de integración de este tipo son variadas y no existe un modelo único. Las diferentes modalidades varían en función de la cantidad de países que las componen, el grado de profundidad de cada proceso y los aspectos sujetos a negociación. La falta de homogeneidad en los proyectos de integración es resultado de las diversas estructuras económicas nacionales, los sistemas políticos que le dan sustento, los objetivos colectivos del bloque, y los intereses particulares de cada Estado miembro.

¿Una Centroamérica unida?

La primera idea de una Centroamérica unida data de comienzos del siglo XIX. Después de la independencia de México, en 1824, las cinco naciones centroamericanas existentes —Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua— formaron la Federación Centroamericana. A pesar de su desintegración en 1838, la aspiración de unidad en el istmo persistió y generó una serie de proyectos parciales de asociación regional. Uno de ellos, la Organización de Estados Centroamericanos, se estableció en 1951 como un foro político para promover la cooperación e integración entre países. 

A comienzos de los años cincuenta, la CEPAL participó en el proyecto de integración centroamericana con un argumento económico influenciado en la industrialización por sustitución de importaciones. Los esfuerzos iniciales de integración fueron lentos, a través de una serie de acuerdos bilaterales, debido a la ausencia de una estructura formal para lograr las metas trazadas. Sin embargo, para 1958 surge el Mercado Común Centroamericano (MCCA), integrado por Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica, que brindó una perspectiva regional común y ordenó el establecimiento de un área de libre comercio en un plazo de diez años.

Durante las dos primeras décadas de su existencia, el comercio intrarregional contribuyó a la industrialización de la región. Esta decisión política generó una fuerte reestructuración territorial interna debido al nuevo modelo de integración de la economía mundial. A pesar de que el MCCA parecía promisorio, Honduras decidió salir a finales de los años sesenta por problemas políticos.

El turismo como alternativa

La crisis del petróleo de los años setenta depreció las monedas centroamericanas, y eso provocó el restablecimiento de restricciones comerciales entre los países. En los años ochenta, guerras civiles y problemas con la deuda externa causaron grandes dificultades en materia de pagos y, como consecuencia, el comercio interregional se contrajo más de 50%. Así, los países centroamericanos buscaron un nuevo eje de desarrollo económico y de integración que no sólo los fortaleciera en términos comerciales, sino que los dotara de una cohesión regional. En seguida, se planteó la idea de expandir la región hacia Belice y Panamá, y se le apostó al turismo como el elemento económico rector de la integración.

La idea de impulsar al turismo como motor de crecimiento regional surge de dos premisas: por un lado, su crecimiento a escala mundial; por el otro, su papel como importante fuente de empleo. De hecho, el turismo es una relevante fuente de ingresos y provee de divisas para los Estados receptores. Todas estas cuestiones han resultado en su lenta pero efectiva incorporación en el escenario de la negociación internacional y de la integración regional.

Ante los desafíos de la globalización, la integración regional no es una opción sino una necesidad imprescindible para Centroamérica.
Foto: Pixabay

Entonces, desde la década de 1950, el turismo se ha incorporado paulatinamente dentro de las negociaciones internacionales —bilaterales, multilaterales o regionales—. Su inclusión dentro de las consideraciones de cada bloque regional depende, en gran parte, de la importancia y el grado de desarrollo de la actividad, el reconocimiento que se le otorga como motor de crecimiento, los distintos actores políticos que actúan en el proceso, la antigüedad del proceso, la situación y la estructura económica del bloque.

La implementación del turismo centroamericano se sustentó en dos instrumentos políticos: la Declaración de Montelimar, firmada en 1996, que reconoce la fuerza que tiene la actividad para mejorar la competitividad global del istmo y aumentar la diversificación de las economías nacionales; y la creación del Sistema de Integración Centroamericana, encargado de la integración política y económica en América Central.

En busca de la integración

Además, para potenciar la integración turística centroamericana, en 2002 se gestó la Agencia de Promoción Turística de Centroamérica (CATA), una entidad mixta, de carácter técnico, establecida mediante el Consejo Centroamericano de Turismo, y en coordinación con la Federación de Cámaras de Turismo de Centroamérica.

La agencia se encarga de implementar estrategias regionales de promoción, mercadeo, publicidad; y ve al turismo como un eje rector de la integración regional de América Central. De hecho, ha facilitado la promoción turística del istmo —como la Ruta Colonial y de los Volcanes—, y ha desarrollado el vínculo con el transporte terrestre.

La consolidación de una región turística ha sido el intento de integración más exitoso en América Central. Así pues, esta entidad territorial ha favorecido que se formulen políticas y se instauren instituciones para alcanzar el desarrollo económico. Y, de hecho, ante los desafíos de la globalización la integración no es una opción sino una necesidad imprescindible para Centroamérica, que sólo podrá alcanzarse mediante una asociación estratégica y complementaria entre los gobiernos del área, los actores económicos y las organizaciones de la sociedad civil; y a través de estrategias locales que permitan sortear los impactos económicos en la actividad turística en tiempos recientes, como resultado de la pandemia por covid-19.

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Gino Jafet Quintero Venegas es licenciado, maestro y doctor en Geografía por la UNAM. Actualmente es investigador asociado de Tiempo Completo en el Instituto de Investigaciones Sociales de la misma institución.

Referencias

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