"¿De dónde saldrá el agua potable del futuro?" es una pregunta que todos debemos hacernos. Un par de científicos parecen tener la solución.

Así está la cosa. Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), En el planeta hay más de 2,000 millones de personas que viven en condiciones de estrés hídrico. Paralelamente, esa misma cantidad de seres humanos en el día a día debe tomar agua “potable” contaminada, que pone en riesgo su salud. Y, de hecho, su acceso condiciona prácticas básicas de higiene; vaya, basta con ver los hábitos y rutinas que desarrollamos durante la pandemia para dimensionar su importancia en esos términos.

Desde que estamos en primaria nos sabemos de memoria la paradoja de la Tierra. Los seres humanos somos algo así como 60% de agua. Por ello, nuestra supervivencia depende de ella. En casos extremos, podemos pasar hasta semanas sin comer; no obstante lo anterior, en la mayoría de los casos, una persona apenas lograría sobrevivir entre 2 y 4 días sin—no se puede pasar la oportunidad de decirlo—el vital líquido.

Y mientras más de 70% de la superficie del mundo está cubierto por agua, 97% de ella se encuentra en océanos. Ese líquido es demasiado salado para poder tomarse, para la agricultura e incluso para la mayoría de los usos industriales, salvo para el enfriamiento. Algo que puede servir para potenciar tecnologías de energía renovables como, por ejemplo, los paneles solares flotantes. Pero que no sirve demasiado para pensar en la supervivencia de los humanos.

Entra a escena: el cambio climático

El acceso al agua se ve cada vez más complicado en la medida que cambian las temperaturas del planeta. Día a día nos acercamos, como humanidad, a un mundo que es 1.5ºC más caliente que el que teníamos en tiempos preindustriales. Suena a poquito, pero ese calentamiento global trae consigo sequías e inundaciones estrepitosas que ya no son cosa del futuro, sino que cada año se hacen más presentes; incluso en México, como se vivió hace algunos meses en Nuevo León.

Esos cambios modifican demasiado los niveles de presas; por lo mismo, la distribución del agua a través de drenajes a una ciudad. Y eso se vive en diversas metrópolis—por ejemplo, la Ciudad de México que enfrentará una crisis por agua en el futuro cercano—, pero más todavía en comunidades en las que los servicios básicos, en pleno siglo XXI, siguen sin ser para todos. Ni se diga en países en los que el agua sigue teniendo que ser captada de lagos, ríos y estanques para sobrevivir.

Por si fuera poco, con el aumento de temperaturas y los cambios de niveles de agua—incluyendo el deshielo de glaciares—, se mezclan distintas cuerpos de agua salina y subterránea. Lo anterior sólo contribuye a que haya todavía menos fuentes de agua potable para la mayoría de las personas. Con todos estos elementos en juego, la Tierra tiene en sus manos una bomba de tiempo que tendrá que ser solucionada para que las siguientes generaciones tengan un planeta, de hecho, habitable.

¿De dónde saldrá el agua potable del futuro?

El agua puede ser tratada. Y existen procesos de desalinización—sobre todo a nivel industrial—para tener más líquido potable. Son caros y complejos, pero se hacen con miras a que el recurso no termine por agotarse tan rápido. Al final del día, el ciclo del agua permitirá que siempre siga renovándose—aunque no a los ritmos que se necesitan.

"¿De dónde saldrá el agua potable del futuro?" es una pregunta que todos debemos hacernos. Un par de científicos parecen tener la solución.

Se calcula que, actualmente, cada persona en el mundo consume cerca de 230 litros diarios de agua (tomada, para lavar ropa o trastes, bañarse, etcétera). De acuerdo a la FAO, para producir un kilo de carne se necesitan cerca de 15,000 litros de agua; y según estudios recientes, se calcula que para obtener un litro de refresco de cola se emplean casi 35 litros de agua. Al ritmo contemporáneo, nos quedaremos sin agua desalinizada—o potable—para 2040.

Conforme las sequías se han agravado en últimos años, distintos gobiernos han intentado implementar políticas públicas de transformación de agua potable, pero aún es necesario que exista este tipo de tecnología de manera accesible para todas las personas: tanto en términos de tamaño/espacio como en cuestión de precios. 

Y actualmente hay dos científicos del Massachusetts Institute of Technology (MIT) que han creado una planta de desalinización de agua del tamaño de un maletín. Lo logra con un proceso de electrodiálisis que lo hace altamente eficiente. Pero lo más importante de todo es que tendría la capacidad de dar agua potable a millones de personas que actualmente sólo cuentan con acceso a agua salada; de nuevo, 97% de la que cubre la Tierra.

Su problema principal es el precio, que ronda los 4,000 dólares por unidad. De brincar el reto, cada maletín podría proporcionar toda el agua potable necesaria para una familia sin mayor problema. Sin lugar a dudas, algo necesario para pensar en un futuro para el planeta.

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