En el mundo de la ropa hay empresas que intentan vender opciones supuestamente amigables con el ambiente, pero que no cumplen sus promesas.

Por Mariana Castro Azpíroz

Ya estamos en la época de frío (y de las compras decembrinas). Así pues, ahora abundan los suéteres y chamarras para toda ocasión. Y en los últimos años se han propuesto muchas formas alternativas para hacer ropa. Pero… ¿qué tan ecológicas son realmente? En el mundo de la fast fashion algunas empresas intentan vendernos opciones supuestamente amigables con el ambiente; sin embargo, a veces resultan ser… ¡pamplinas!

El fantasma de las botellas pasadas

Seguramente tendrás varias prendas hechas con algún porcentaje de poliéster. Normalmente esta fibra sintética se hace de manera industrial a partir de combustibles fósiles. En cambio, para hacer poliéster a partir de botellas de plástico, primero se degradan los plásticos hasta convertirlos en pequeñas hojuelas que se derriten para convertirlas en hilos. En todas partes escuchamos acerca del problema del exceso de plásticos; así, uno pensaría que ropa hecha con plástico reciclado es una excelente opción para darles nueva vida. La cuestión es que no necesariamente les había llegado su hora todavía.

Para que tenga sentido reciclar, la idea es que antes los productos hayan tenido una vida útil larga. Por eso, la primera opción debe ser reutilizar. El proceso mismo del reciclado consume mucha energía y también puede generar residuos tóxicos. Así que lo mejor es que un mismo objeto nos dure muchos años. Si solamente se usa una vez—y se recicla directamente—es contraproducente. No sólo esta ropa no siempre proviene de plásticos que ya hayan sido usados muchas veces. El proceso con el cual se convierte en tela hace que ya no pueda reciclarse nunca más.

No sólo esta ropa no siempre proviene de plásticos que ya hayan sido usados muchas veces. El proceso con el cual se convierte en tela hace que ya no pueda reciclarse nunca más.
Foto: PIxabay

Una botella de PET puede reciclarse muchas veces para hacer una nueva botella de PET, pero una vez que se convierte en tu suéter navideño, se irá directo al relleno sanitario en cuanto te deshagas de él para comprar uno nuevo para tu próxima reunión decembrina.

Pero eso no es todo. Hay otra desventaja con este proceso de elaboración. Además de sacar el plástico de un ciclo en el que sí es posible seguir generando un producto útil, al lavar la ropa hecha con fibras de plástico reciclado se liberan los famosos microplásticos. Como fantasmas que nos muestran el pasado, dejan trazas que contaminan el océano e incluso nuestra comida. Hay que sacar los trapos sucios: con estos textiles terminamos afectando nuestra propia salud y la del planeta.

Otro efecto negativo y opuesto a lo que buscamos es que optar por este tipo de telas reduce la demanda por ropa hecha con fibras naturales y existen casos en los que realmente se sigue un proceso amigable con el ambiente mediante un manejo agrícola sostenible. Por eso es importante investigar qué hay detrás de la cadena de producción y no solamente irnos con la finta al primer anuncio “eco-friendly” que veamos.

¿Natural o sintético?: el fantasma de las prendas presentes

Al igual que la famosa pregunta de cuál arbolito de Navidad es mejor, tenemos las opciones de elegir textiles con fibras naturales o con fibras sintéticas, como poliéster y nylon. El truco con las naturales es el consumo de recursos. Por ejemplo, para producir 1 kg de algodón (con lo cual aproximadamente se puede elaborar una playera y unos jeans) se necesitan ¡20 mil litros de agua! Pero no todo es blanco y negro porque muchas prendas tienen una combinación de distintos tipos de fibras; además, existe una tercera categoría de telas semisintéticas, que son de origen vegetal, pero se procesan con sustancias sintéticas.

Un ejemplo son los textiles que llevan “cell” en su nombre, para hacer referencia a que están hechas de celulosa, como Lyocell, Tencel, Newcell y Excel. Son biodegradables y su proceso de elaboración consiste en tomar madera de bosques, principalmente de eucalipto o bambú, y posteriormente disolverla para convertirla en hilos. Los disolventes no son tóxicos y el 99.5% de ellos se reutilizan en un ciclo de producción cerrado. Las plantas de las que se obtiene la celulosa crecen sumamente rápido y sin necesidad de pesticidas.

En el caso del eucalipto, los plantíos requieren de 5 veces menos tierra que el algodón. El proceso desde el corte de la madera hasta el tratamiento de las fibras toma pocas horas, por lo que usa menos recursos energéticos y 20% menos agua que el algodón. También existen variaciones de textiles de celulosa, como Seacell, cuya fuente son algas cosechadas de manera sostenible. Se extraen de un mismo sitio una vez cada cuatro años y se va rotando el lugar de donde se obtienen, para dar suficiente tiempo para que se regeneren.

Mango: ¿el fantasma del cuero futuro?

El 10% de la fruta producida en el mundo se desperdicia debido a problemas de logística. Por otra parte, para producir 100 metros cuadrados de cuero animal, se emiten 1700 kg de dióxido de carbono, además de las implicaciones éticas y los recursos necesarios para mantener al ganado. Es por eso que Fruitleather Rotterdam encontró la manera de extraer las fibras de los mangos que se echan a perder en algún paso de la cadena de producción antes de que puedan ser vendidos y usarla para crear una especie de cuero vegano. Con esta tela se puede fabricar calzado, accesorios y tapicería. Una propuesta muy creativa para atacar diferentes problemáticas ambientales simultáneamente.

¿Entonces qué te vas a poner en estas fiestas para mantenerte calientito? Saca las prendas del año pasado y úsalas otra vez. De verdad que no pasa nada si te llevas la misma chamarra a dos reuniones. Remienda tu ropa vieja o hazle algunos cambios para darle un nuevo giro. Pero si te rehúsas a repetir, no seas egoísta: haz un intercambio de ropa con tus amigos, o visita un bazar o tienda de segunda mano. Cuando decidas que definitivamente necesitas una prenda nueva, fíjate bien en cuáles son las razones de una marca para decir que su ropa es ecológica. ¡Y no olvides darle muchos años de vida antes de deshacerte de ella! Finalmente, recuerda que incluso cuando ya no te guste, siempre habrá otra persona que la necesite y puedes donarla o regalarla. Ahora sí, todo listo para acurrucarte en tu suéter navideño.

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Mariana Castro Azpíroz estudió biología molecular en la UAM Cuajimalpa. Ha realizado investigaciones en colaboración con el Centro de Investigaciones Biológicas y Acuícolas de Cuemanco (CIBAC, UAM-X); además, se ha dedicado al cuidado y conservación de especies acuícolas endémicas. Desde 2019 se dedica a la divulgación científica y actualmente hace educación ambiental a través de redes sociales.

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