Una meseta en las emisiones de dióxido de carbono no significa que el problema se haya resuelto, pero implica que algo se puede hacer.

Durante las últimas dos décadas, la humanidad ha estado luchando contra un enemigo invisible, pero no por ello menos peligroso: el cambio climático. Desde la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático en Kyoto en 1997, la mayoría de los países del mundo han estado tratando de reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero para limitar el calentamiento global a menos de 1.5ºC en relación con niveles preindustriales.

En los primeros años, los esfuerzos por reducir las emisiones no fueron lo suficientemente ambiciosos y las emisiones de dióxido de carbono continuaron aumentando. Sin embargo, a últimas fechas, hemos visto una tendencia positiva: las emisiones de dióxido de carbono han alcanzado una meseta. Esto significa que no han disminuido, pero al menos ya no están creciendo al mismo ritmo que antes.

En su más reciente reporte sobre las emisiones de carbono a nivel mundial, la Agencia Internacional de la Energía (IEA por sus siglas en inglés) pudo registrar que parece que en 2022 se alcanzó por fin una meseta en las tendencias de crecimiento; particularmente, en relación con gases de efecto invernadero. El crecimiento anual fue de menos de 1%. Algo que no se observaba hace mucho tiempo.

¿Qué significa esto realmente? 

En primer lugar, significa que los esfuerzos para reducir las emisiones están dando resultado, aunque aún no sean suficientes. También significa que hemos alcanzado un posible punto de inflexión. Si seguimos trabajando en ello, podríamos alcanzar una reducción real de las emisiones de dióxido de carbono en un futuro próximo.

Sin embargo, no podemos permitirnos ser complacientes. Aunque las emisiones se hayan estabilizado, el nivel de gases de efecto invernadero en la atmósfera sigue siendo peligrosamente alto, y seguimos en camino hacia un futuro inestable y peligroso. A pesar de los esfuerzos realizados hasta ahora, el mundo todavía se está calentando a un ritmo alarmante.

Por lo tanto, es crucial que aprovechemos esta oportunidad para intensificar nuestros esfuerzos y trabajar aún más duro para reducir nuestras emisiones. Esto significa que necesitamos políticas gubernamentales más fuertes, una transición acelerada hacia una economía más sostenible y una mayor conciencia y compromiso por parte de todos: desde los ciudadanos de a pie hasta las grandes corporaciones.

Nada que celebrar… aún

En lugar de celebrar la meseta como si fuera una victoria final, debemos verla como una oportunidad para intensificar nuestra lucha y aumentar la presión sobre los gobiernos y las empresas para que tomen medidas más ambiciosas para reducir las emisiones. Necesitamos que se tomen medidas concretas para abordar el cambio climático de manera más efectiva. Se debe trabajar para encontrar soluciones más sostenibles.

Además, debemos reconocer que una meseta en las emisiones no significa que el problema se haya resuelto. Todavía hay un exceso de dióxido de carbono en la atmósfera, al menos 47% más de lo que se observaba en niveles preindustriales. Necesitamos soluciones para capturar y almacenar el carbono de manera efectiva. También necesitamos desarrollar tecnologías más limpias y sostenibles para reemplazar los combustibles fósiles, y necesitamos cambiar nuestras prácticas agrícolas y de uso de la tierra para reducir aún más las emisiones.

La meseta que se observa en el aumento de emisiones de dióxido de carbono son buenas noticias. Pero nada para echar, aún, todas las campanas al vuelo.

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