El internet de las cosas hoy en día es una realidad casi tangible. Bien valdrá la pena hacerla lo más verde posible.
El internet de las cosas—generalmente conocido como IoT, por sus siglas en inglés—trajo consigo dos de los más grandes logros de la humanidad en lo que va del siglo XXI. Por un lado, la joya que fue la intervención de Purificación Carpinteyro en el debate para Jefe de Gobierno de la CDMX. Y, por el otro, una concepción de la tecnología expansiva y abarcadora, con miras a cambiar para siempre el funcionamiento de hogares, edificios y hasta ciudades.
Cuando se habla de internet de las cosas, básicamente se refiere a objetos tangibles conectados a la red y que cuentan con sensores; asimismo, tienen la capacidad de intercambiar datos constantemente con dispositivos, así como procesar información en tiempo real. Al articular todos estos objetos mediante programas y sistemas, la idea es que el IoT logre eficientar tanto la vida pública y privada de las personas. Lo anterior bajo un principio básico de uso datos para comprender y mejorar constantemente cualquier tipo de proceso.
Sin embargo, el internet de las cosas requiere de muchísima energía para funcionar, misma que se puede traducir en emisiones de gases de efecto invernadero (GEI); paralelamente, el uso de objeto y dispositivos físicos para funcionar representa un problema en cuestión de acumulación de residuos que se traduce en contaminación. Por tanto, en la medida que avanza la tecnología del IoT, es necesario que también se vuelva más “verde” a la par, para reducir—hasta cierto punto—su impacto al medio ambiente.
El secreto está en la eficiencia de energía
El internet de las cosas invita a que todo en nuestra vida digital se pueda conectar con elementos físicos de nuestra rutina cotidiana. Por ejemplo, que la app bancaria—que usamos lo mismo para transferir o pagar servicios—sirva para que nuestro refrigerador inteligente pueda hacer compras en algún marketplace cuando la leche está por terminarse; incluso, después de varios meses que reconozca los patrones de consumo y pueda hacer el pedido de manera preventiva.
Por supuesto que ese nivel de sofisticación de IoT y dispositivos aún no es la norma. Sobre todo cuando se habla de un país como México, en el que la brecha digital sigue siendo enorme. No obstante lo anterior, existen ciertos elementos de internet de las cosas ya generalizados; por ejemplo, la conexión de una televisión inteligente con apps y celulares para facilitar su uso.
Aun así, hoy en día hay más de 14,000 millones de dispositivos conectados en algún tipo de IoT. La expansión de ese sector se da en aproximadamente 18% anual. Esto trae consigo un consumo de energía insospechado, que actualmente opera con baterías de litio con problemas medioambientales que todavía no están resueltos o con problemas. Pero hay esfuerzos grandes en esta materia que se llevan a cabo continuamente.
Por ejemplo, un equipo de investigación en Arabia Saudita recientemente desarrolló un modelo de dispositivos conectados a internet de las cosas en el que se puede recargar todo el sistema de modo inalámbrico. La idea de esta propuesta de IoT es que con diodos RF se “coseche” energía en las frecuencias de 5G o 6G de la red. Cuando bien implementado, podría crear una opción sostenible y eficiente de consumo de energía para los niveles necesarios para el internet de las cosas.
Impresión en 3D: una tecnología con muchos potenciales
Junto con el problema de consumo energético del IoT, la industria tecnológica actual enfrenta el problema de la cantidad de residuos que deja la producción y venta de dispositivos electrónicos. Cabe mencionar, que todos esos aparatos necesitan de muchísimas piezas de distintos materiales… y muchos de ellos son de muy difícil manejo.
Al pensar en el internet de las cosas, también se deben agregar la elaboración de sensores que permitan que un hogar, un barrio o una ciudad se conecten a través de sus dispositivos. La mayoría de esos sensores, al día de hoy, requieren de muchisisisísimos chips semiconductores. Mismos que, desde hace un par de años, han tenido problemas de desabasto y cuesta un montón de trabajo fabricar… y, ni se diga, exportar/importar.
Sin embargo, el mismo equipo que presentó el modelo de recarga inalámbrica para áreas grandes de internet de las cosas propuso la creación de semiconductores impresos y modelados en 3D. Lo anterior se podría lograr con redes eléctricas fotónicas o fotovoltaicas, que constantemente permitan a impresoras y chips autoalimentarse con energía sustentable y renovable.
Para que esas tecnologías se vuelvan de uso común falta mucho. Incluso para que un internet de las cosas enteramente funcional sea accesible. No obstante lo anterior, hace apenas 30 años un hogar de IoT sólo podía ser concebible en términos de los Supersónicos y hoy en día es una realidad casi tangible. Bien valdrá la pena hacerla lo más verde posible.