El desperdicio de agua de las élites es un factor importante en la perpetuación de la crisis ambiental e hídrica que seguirá recrudeciéndose.
La crisis hídrica que estamos enfrentando es una de las mayores amenazas a la supervivencia de nuestro planeta. Sin embargo, a pesar de la urgencia de la situación, muchos de los más privilegiados de nuestra sociedad continúan despilfarrando agua en sus jardines y albercas. Este derroche es más que un símbolo de la desigualdad. Es un factor importante en la perpetuación de la crisis ambiental e hídrica que nada más seguirá recrudeciéndose.
Es difícil de creer que en un mundo donde más de 2.2 mil millones de personas no tienen acceso a agua potable, y donde las sequías, inundaciones y desastres naturales causados por el cambio climático están aumentando en frecuencia y magnitud, existan personas que todavía llenan piscinas gigantes y riegan jardines exuberantes. Pero esto no es una rareza. La élite ha creado un estilo de vida en el que la ostentación y el consumo excesivo son la norma, y el agua no es una excepción.
A lo largo de las últimas dos décadas, al menos 80% de las ciudades en el planeta han tenido algún tipo de crisis hídrica momentánea; por ejemplo, recortes al suministro de agua, ya sea por sequías o por un uso desmedido del recurso. Sin embargo, de acuerdo con un análisis publicado hace algunas semanas Nature, las albercas y los jardines de las zonas más adineradas de las metrópolis utilizan 50 veces más agua que los barrios más pobres.
Más allá de lo moral
Debemos entender que el consumo de agua en exceso es más que un problema moral, es una cuestión ambiental y económica. Cada litro de agua desperdiciado es un litro de agua que no está disponible para el consumo humano o para la agricultura, lo que a su vez afecta el suministro de alimentos y el sustento de miles de personas. Además, el uso excesivo de agua por parte de los ricos también contribuye al aumento del precio del agua en los mercados, lo que afecta desproporcionadamente a los más pobres.
Aunque el consumo excesivo de agua es un problema mundial, en países como Estados Unidos y Canadá, donde la cultura del consumo es muy arraigada, el derroche de agua es especialmente preocupante. Es común ver enormes jardines y piscinas llenas de agua, incluso en lugares donde es un recurso escaso. No muy diferente a lo que se vio durante las sequías de Monterrey el año pasado.
¿Qué se puede hacer?
La buena noticia es que hay medidas que se pueden tomar para reducir el derroche de agua. Porque no se trata de que desaparezcan albercas o jardines. Sino que su existencia se encuentre en un balance adecuadado.
En primer lugar, los gobiernos podrían implementar políticas que limiten el uso excesivo de agua y promuevan la conservación del recurso. Por ejemplo, podrían establecer impuestos progresivos sobre el agua que se usan en jardines y albercas. Asimismo, restringir el consumo de agua para el riego de jardines. O, de plano, que implementen sistemas de captación y reutilización del agua consumida. Al final del día, ese uso desmedido parece contribuir casi en igual medida a la crisis hídrica actual que los efectos del cambio climático.
De igual modo, los avances tecnológicos actuales hacen intuir que poco a poco se podrán desarrollar nuevos modelos de consumo; incluso, de “creación” de agua. Más bien, la puesta en marcha de fuentes “inagotables” para tratar de enfrentar la crisis hídrica a nivel mundial.
Finalmente, debemos recordar que la crisis hídrica es un problema global que nos afecta a todos, independientemente de nuestra posición social o económica. Por lo tanto, es fundamental que trabajemos juntos para encontrar soluciones. Tomar medidas efectivas para garantizar un suministro de agua suficiente y sostenible para todos.
El derroche de agua por parte de las élites es un símbolo de la desigualdad y una contribución significativa a la crisis ambiental e hídrica. Sin embargo, podemos reducir el consumo excesivo de agua y avanzar hacia un futuro más sostenible y equitativo para todos. Debemos actuar ahora antes de que sea demasiado tarde.