El mundo de las criptomonedas cada vez utiliza más energía a nivel mundial, con impactos al medio ambiente similares a los de países enteros.

La crisis ambiental actual tiene al mundo entero tratando de encontrar soluciones para que el planeta de hecho sea habitable en el futuro. El cambio climático tiene el potencial de cambiar por completo las lógicas y dinámicas de las personas en la medida que nos acercamos a pasar el límite de un aumento de temperaturas superior a 1.5ºC en relación con niveles preindustriales. Eso lleva a tratar de encontrar modelos de consumo y producción sostenibles que dependan cada vez menos del uso de combustibles fósiles. En buena medida, para cuidar el medio ambiente a partir de una reducción de gases de efecto invernadero. Los sectores que más impactan el planeta en estos términos son el automotriz y la agricultura. Sin embargo, el consumo energético “sucio” también es parte fundamental de industrias novedosas, como es el caso de las criptomonedas y los NFTS; en realidad, todo lo relacionado con tecnología blockchain.

El mundo de las criptomonedas cada vez utiliza más energía a nivel mundial. Dentro del universo cripto, hay pocos datos disponibles sobre la mayoría de estos activos digitales; no obstante lo anterior, la Universidad de Cambridge ha podido analizar el uso energético de Bitcoin de manera unitaria y agregada. De acuerdo al Cambridge Bitcoin Electricity Consumption Index (CBECI), anualmente las transacciones de esta cripto dejan una huella de carbono equivalente a la de un país como Kuwait; asimismo, requiere en un año de la misma electricidad que Tailandia; además de todo, esas transacciones de Bitcoin dejan en el planeta la misma cantidad de basura electrónica que Países Bajos. Es decir, en cuestiones de contribución al daño al medio ambiente, las criptomonedas bien pueden ser consideradas como un país en sí mismas. Y, por lo mismo, no es menor tratar de atender esta industria en esos términos.

El problema de la minería

El impacto de las criptomonedas al medio ambiente es multifactorial. Pero buena parte de su problema recae en lo que se conoce como minería en la industria. Es un proceso específico para bitcoins y que ha sido adoptado por la mayoría de estas divisas. Para que una nueva cripto pueda ser creada, se requiere que millones de computadoras trabajen para resolver problemas matemáticos. No son necesariamente complejos; sin embargo, dependen de mucho trabajo para poder encontrar la solución. Misma por la que compiten millones de mineros en todo el mundo. Hasta cierto punto, funciona como una suerte de sistema de auditorías masivas a las transacciones que se llevan a cabo en monedas digitales. Para lograr esto, se necesitan “plataformas” o “granjas” industriales con computadoras trabajando sin cesar para lograr agregar bloques a la cadena de la criptomoneda en cuestión.

Eso emplea cantidades gigantescas de energía. De nuevo, que el CBECI estima es similar al de países enteros. No es fortuito que buena parte del interés de Estados Unidos por implementar un dólar digital tiene que ver con las preocupaciones del gobierno por el impacto al medio ambiente de las criptomonedas. O, con todo lo cuestionable que puede ser Elon Musk, que el año pasado Tesla decidiera dejar de aceptar Bitcoin por cuestiones similares.

Las criptomonedas dependen de tanta energía por su diseño mismo. En casos como el de Bitcoin, al haber un tope de monedas que pueden existir en el mercado, conforme se acuñan más, más difícil se vuelve seguir creando unidades. Y para ello, vaya, se necesitan cada vez más computadoras trabajando simultáneamente para lograrlo. Esto implica un consumo de energía—mucha de ella producto de combustibles fósiles—y desecho de basura electrónica al medio ambiente. 

Criptomonedas que ayuden

A pesar de los problemas financieros que enfrentan actualmente las criptomonedas, cada vez se vuelve más difícil imaginar un mundo sin ellas. Lo mismo pasa con activos similares, como los NFTs, que requieren de tecnología blockchain para operar. Frente a eso, aparecen esfuerzos gubernamentales por regular mejor la minería de estos activos. En China se ha prohibido por completo esta actividad. Aunque aún no logran que cesen operaciones de este tipo. Y apenas la semana pasada algo similar sucedió en Nueva York.

En ese mismo tenor, montones de criptomonedas están tratando de ser más “verdes”. Ya sea mediante la incorporación de fuentes de energía renovable para su operación o separándose de fondos e inversionistas que no empleen criterios de “cero emisiones” en sus compañías. Aunque se tratan de buenas intenciones, terminan siendo criptos más caras—y poco atractivas para quien quiere invertir—y que en el fondo nunca se sabe qué tan amables con el medio ambiente son.

Una nueva alternativa apareció recientemente. Un grupo de científicos chinos, de las universidades de Shanghai Jiao Tong y Tsinghua, publicaron una investigación sobre posibilidades más amables de las criptomonedas con el medio ambiente. Proponen que se cambien los parámetros de la minería de la industria, para que en vez de resolver problemas “inútiles”, de hecho se utilicen para optimizar procesos de distribución de energía: en instituciones, fábricas e incluso ciudades completas. Se antoja difícil que ésa sea una solución última a la crisis ambiental y su relación con el sector cripto. Sin embargo, algo bueno puede salir de ahí. Buscar formas para que las criptomonedas—y la tecnología detrás de ellas—ayuden en algo al planeta, más allá de crear y destruir fortunas. 

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