La flechas en llamas son de esos elementos que hemos visto en muchas ocasiones en lo ejércitos antiguos de las películas y la televisión. Gladiator, Braveheart y hasta Game of Thrones, las lluvia de fuego provocada por estas flechas seguro debe haber sido algo muy temible de atestiguar en esos tiempo… si tan sólo hubiesen sido algo real.
Así es, como muchas cosas en este mundo cruel, las flechas en llamas son de esas cosas que son demasiado buenas para ser reales y prácticamente ningún ejército medieval las usaba.
Pero ¿cómo podemos estar seguros de eso? Bueno, como explican en este video de Lindybeige, hay varias inconveniencias sobre esta clase de flechas:
En el video mencionan que hay tres propiedades que hacían a las flechas una de las armas preferidas de los ejércitos antiguos: su rango, la velocidad con la que se podía disparar y su habilidad para penetrar las armaduras. Modificar una flecha para que pueda estar en llamas durante todo su vuelo tiene un impacto negativo en todos estos atributos.
De entrada, piensa que al envolver una flecha normal con algo de tela para prenderle fuego, cuando esa flecha sea jalada para poder lanzarla, el fuego dañaría al arco y a tu mano lo que no es nada bueno.
Quizás una punta más larga podría solucionar ese problema pero agrega peso a la flecha lo que afecta directamente a su rango de alcance o puede hacerla más frágil. Eso sin mencionar que una punta delgada es mucho más efectiva para penetrar armadura que una punta más grande en llamas que podría terminar por no provocar ningún daño.
Un problema muy importante también es que es muy poco probable que la flecha se pueda mantener en llamas durante toda su trayectoria debido a su fricción con el aire que la rodea.
Ahora, esto no significa que las flechas en llamas fueran algo completamente imposible de hacer, hay varias soluciones a todos los problemas mencionados. Sin embargo, quizás solo hayan sido útiles más para distraer al enemigo en lugar de causarle un daño significativo y nunca se usaron como un arma regular.
Y así es como se arruinaron cientos de nuestras películas favoritas. ¡Gracias ciencia!