El acto de compartir no sólo representa que somos buena onda, que ya tenemos un lugar asegurado en el cielo o que no nos vamos a morir por ceder dos tacos de suadero a nuestra pareja. De hecho, existe un estudio científico que define a esta como una tendencia “contagiosa”; algo que para muchos sonaría como una enfermedad.
Según lo que dicen los estudios publicados en Current Biology, el ser humano tiene este instinto desde hace muchísimo tiempo y se debe más que nada a su costumbre por imitar a los demás. Así es, no se trata sólo de ser un alma caritativa que le rola las gomitas a sus amigos, sino del simple reflejo de copiar algo que otros ya repitieron por su cuenta, una y otra vez.
¿Cómo comprobaron eso?
Ahí es donde entran las pruebas, por supuesto. Los estudiosos realizaron un experimento en Tanzania, donde reunieron a 400 individuos en 56 “campamentos”. Esto se hizo para probar cuántos de ellos compartían su dinero por voluntad propia, así como los que sólo lo hacían para no verse tan gandallas. Los resultados fueron bastante curiosos.
“Descubrimos que, año tras año, la necesidad de compartir con los demás por pura complacencia creció dentro de la residencia donde se llevaba a cabo el estudio o en los ‘campamentos’, como llamamos a aquel lugar”, dijo Coren Apicella, quien llevó a cabo el estudio por parte de la Universidad de Pensilvania.
Otro de los descubrimientos dentro de este estudio reveló que, en su mayoría, la gente tiende a vivir junto a individuos que tengan “niveles de bondad” semejantes. También aumentó la tendencia cooperativa de varios individuos, ya que ninguno quería verse como el sujeto detestable que no hace nada por los demás.
En fin, ese es el dato curioso del día. Ahora saben que somos criaturas simples y que, por raro que suene, hasta los actos más comunes tienen una explicación científica bastante interesante. Ojalá que muchas personas decidan contagiarse la tendencia de compartir, sobre todo en las fiestas, cuando hay escasez de chelas.