Una ciudad en Honduras podría darnos la clave del futuro del biohacking, en una búsqueda compleja por aumentar la esperanza de vida humana.

Desde hace algunos años cada vez es más común escuchar hablar de lo que se conoce como biohacking; a veces, en español se le llama “biología de garage” o “biología hazlo tú mismo”. Se refiere a la práctica de tomar control de la biología y los genes de una persona a través de diversos medios; por ejemplo, con cambios dietéticos, ejercicio o tecnología.

La idea detrás del biohacking es tratar de mejorar las capacidades humanas y extender la esperanza de vida. Con lo descabellado que puede sonar, ese conjunto de prácticas y experimentos han ganado tracción. Los rápidos avances en la tecnología y la genética, las posibilidades del biohacking están aumentando rápidamente. Muchas personas están explorando nuevas formas de hackear su biología para lograr resultados deseados y éstos van desde atletas de ultra desempeño—que, de hecho, abogan por no usar la palabra “hack”—, hasta científicos y millonarios dispuestos a encontrar algo así como la eterna juventud. 

Los últimos avances en el biohacking apuntan al uso de tecnología para manipular y controlar diversos procesos biológicos. Incluso, Además, cosas tan sencillas como los dispositivos portátiles con rastreadores fitness y relojes inteligentes para monitorear y controlar diversos aspectos de la salud tienen ciertos componentes de esta tendencia.

Otras áreas del biohacking que han visto un crecimiento significativo en los últimos años son la manipulación genética y la terapia génica. Con una creciente disponibilidad de pruebas genéticas, las personas pueden aprender más sobre sus predisposiciones y usar esta información para tomar decisiones sobre su salud y bienestar. Por ejemplo, algunas personas están usando pruebas genéticas para identificar mutaciones que puedan ponerlos en riesgo de ciertas enfermedades y luego tomar medidas para prevenirlas o tratarlas.

Ciudades para el biohacking: ¿ahí está el futuro?

Además de estos avances tecnológicos, también hay un cierto interés en la creación de “ciudades de biohacking”. En estos espacios, en teoría las personas puedan probar y experimentar con diversas terapias génicas y otras tecnologías de vanguardia. Estas clústers se pueden pensar como ambientes seguros y regulados. Las personas podrían explorar los posibles beneficios de algún tipo de hackeo biológico; incluyendo variedades de recursos y servicios para apoyar a aquellos que estén interesados en este campo.

Mientras la idea de las ciudades de biohacking aún está en sus primeras etapas, vale la pena pensar sus límites y alcances. Sobre todo, en la medida que ya hay esfuerzos por volverlas una realidad. Por ejemplo, en Prospera, Honduras, una criptociudad en la que hay una flexibilidad enorme en términos de regulación, una empresa de biohacking está montando experimentos y terapias genéticas que son controversiales, al menos bajo marcos normativos a nivel internacional hoy en día. Pero ahí sí pueden llevar a cabo pruebas sin mayor complicación en busca de esa longevidad prometida. 

Estas ciudades de biohacking, en un futuro proporcionarían un espacio para la experimentación libre; ahí, investigadores y emprendedores tendrían la oportunidad de desarrollar nuevas tecnologías y tratamientos con la promesa de revolucionar la atención médica y mejorar la calidad de vida de las personas. Además, la creación de estas ciudades fomentaría la colaboración científica internacional y la socialización de conocimiento y experiencia, lo que impulsaría otros campos de desarrollo científico y tecnológico. No muy diferente a lo que se ve en clústers como Silicon Valley.

No todo lo que brilla es oro

Sin embargo, también hay consideraciones éticas y legales significativas asociadas con el biohacking y la “democratización” de biotecnologías. Particularmente, en espacios como una  microciudad para este tipo de prácticas, por los peligros del uso de tecnologías no probadas y no reguladas. Y ni si diga el potencial de abuso y explotación de industrias poco reguladas. Por si fuera poco, estas posibilidades sólo levantan un montón de preguntas sobre la seguridad y eficacia de estos tratamientos, así como sobre las consecuencias a largo plazo del uso de estas tecnologías en el cuerpo humano.

A pesar de estas preocupaciones, es probable que continuemos viendo un significativo crecimiento en esta área en los próximos años. Ya sea a través de la creación de ciudades de biohacking, el uso de más dispositivos o la exploración de nuevas terapias genéticas, las posibilidades de esta tendencia están aumentando rápidamente. Apenas empezamos a rascar la superficie de lo que es posible.

El campo del biohacking está evolucionando rápidamente, y las posibilidades son infinitas. Con la ayuda de la tecnología y la genética, las personas pueden tomar cierto control de su biología y modificar sus capacidades de diversas maneras. Se trata de una carrera de la que aún falta por ver cuáles serán sus alcances en el largo plazo. Pero, por lo pronto, lo que está pasando en Honduras puede darnos una clave de lectura de lo que está por venir.

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Soy Raúl, pero la gente me conoce como Ruso. Estudié letras inglesas en la UNAM y tengo una maestría en periodismo y asuntos públicos por el CIDE. Colaboro en Sopitas.com desde hace más de seis años....

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