ChatGPT es la versión pública de un modelo de lenguaje más grande y que sigue perfeccionándose. Estamos lejos de ver todas sus aplicaciones.

El 2022 cerró bravo en materia tecnológica. En un año en el que se consolidó y expandió la aplicación de inteligencia artificial (IA) en casi todos los sectores, los titulares se los llevó ChatGPT sin lugar a dudas. Se trata de una IA generativa con la capacidad de escribir textos completos—con apariencia de haber sido escritos por un humano—a partir de preguntas específicas; incluso, puede entregar sus respuestas con algún grado de creatividad. Dígase, por ejemplo, en forma de soneto isabelino o rap salido directamente de Compton.

La inteligencia artificial detrás de ChatGPT es espectacular. Funciona a partir de la revisión, procesamiento e instrumentalización de textos de internet y fuentes bibliográficas—con algunos constreñimientos preprogramados—con el que predice patrones de contexto de frases y palabras; con ello, los emula para dar una respuesta que al mismo tiempo sea coherente, específica y, en la medida de lo posible, “humana”.

ChatGPT no está libre de fallas. Pero rápidamente ha habido una respuesta del mundo—sobre todo del académico—para tratar de mitigar los riesgos que trae una inteligencia artificial capaz de, para efectos prácticos, hacer la tarea de cualquier estudiante, incluso universitario. Por ejemplo, en Nueva York y Los Ángeles se establecieron prohibiciones del uso de esta herramienta en las redes de sus distritos educativos. Y aunque seguro habrán propuestas así de limitadas para “contrarrestar” el uso de esta tecnología, estamos lejos de haber visto todo lo que esta IA puede hacer.

ChatGPT, al servicio de la comunidad

Frente a la existencia de ChatGPT—y las problemáticas que presenta—, una respuesta más interesante fue la de un estudiante en Princeton que creó su propia inteligencia artificial precisamente para descifrar si un texto fue escrito por un humano o un robot digital. Se llama GPTZero y justo busca fraseos repetitivos o predictivos (ese rollo de que la IA busca patrones a replicar) para tratar de tomar su decisión. Si de por sí hace años en las universidades hay una epidemia de plagios, no dudemos que, poco a poco, se integren este tipo de inteligencias artificiales a los software que ya existen para detectar el robo intelectual.

Pero la realidad es que no se puede desechar las herramientas de inteligencia artificial cuando tienen un potencial de mejora de la vida y los trabajos de las personas. Pensar nada más en que ChatGPT llegó para que estudiantes y trabajadores deleguen por completo su chamba a un robot es obviar que gente floja ha existido desde siempre. Una IA así—en mejoras constantes y que aún cae en problemas graves de falsedades o de retórica vacía—más bien puede ser un complemento ideal. 

La sencillez conversacional de ChatGPT permite pedirle que nos eche la mano con algunas tareas rutinarias: organizar un presupuesto doméstico; planear una rutina de ejercicio; crear un menú semanal; incluso, preparar una lista de películas para ver, basada en algún criterio que nos interese particularmente. De igual modo, funcionar como una especie de motor de búsqueda que devuelva resultados con alguna organización específica, a diferencia de Google. 

Integración de aplicaciones para el futuro

Lo que no se puede obviar es que no se puede dejar todo a una inteligencia artificial, por más completa que parezca, por distintas razones. Pero destaca, en primer lugar, que las imprecisiones y falsedades (“alucinaciones” se dice en argot de IA) de ChatGPT son recurrentes; en segundo lugar, que cuando no conocemos los parámetros del código o de OpenAI (la empresa detrás) es de terror imaginar los patrones ocultos de los textos generados. ¿Hay publicidad pagada? ¿Qué tipos de referencias o argumentos se privilegian? 

Al final del día, ChatGPT sólo es la versión pública de un modelo de lenguaje más grande y que sigue perfeccionándose; uno que apenas se encuentra en su tercera iteración. Por ello, han salido a la luz otras inteligencias artificiales, como Claude de Anthropic, que tiene una serie de principios básicos que, como ejes rectores, no permiten respuestas que vayan en contra de intereses “genuinamente” humanos. A este tipo de IA se le llama constitucional, y quizá podremos ver que se integran a servicios mismos de ChatGPT o tecnologías similares para complementarse.

Asimismo, Microsoft ya investiga las formas en que podrá integrar al modelo GPT a sus aplicaciones, especialmente a Word, Outlook y PPT, para facilitar tareas. (“Oye, ChatGPT, por fa invéntale una excusa a mi jefe para que me deje ir tres días de puente”.) Y no tardará esta inteligencia artificial en sumarse a los chatbots del sector servicio para atender a clientes sin que parezca una conversación con un muppet de Plaza Sésamo.

ChatGPT abrió una puerta interesante. Más allá del robo de tareas, su integración a otro tipo de aplicaciones será considerable. Y ahí es donde valdrá la pena tener el ojo puesto.

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Soy Raúl, pero la gente me conoce como Ruso. Estudié letras inglesas en la UNAM y tengo una maestría en periodismo y asuntos públicos por el CIDE. Colaboro en Sopitas.com desde hace más de seis años....

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