Los aumentos a los precios en los videojuegos comienzan a responder a uno de tres elementos: ¿inflación, crisis o avaricia?
Curiosamente, a lo largo de los años de la pandemia, los videojuegos han estado en titulares de medios nacionales e internacionales de manera consistente. El 2020 marcaría el banderazo de salida de las nuevas generaciones de consolas. Entre el 10 y el 12 de noviembre de ese año saldrían a la venta el PS5 de Sony y el Xbox Series S y X de Microsoft. Ambos aparatos prometían un salto considerable en términos de potencia y jugabilidad, así como catálogos interesantes de títulos llamativos para todo tipo de jugador. Sin embargo, el timing del lanzamiento se vio altamente afectado por la irrupción mundial de una emergencia sanitaria que paralizó el mundo por completo. A medida que avanzó el covid-19, industrias en todo el planeta cerraron de un día para el otro, creando problemas en distintos puntos de las cadenas de suministro en todas las regiones de la Tierra.
Los parones económicos entorpecieron procesos productivos; particularmente, si consideramos que hoy en día las cadenas de valor se construyen en distintas latitudes. La manufactura de un automóvil, por ejemplo, requiere de piezas, computadoras y armados en países tan diferentes como Japón, Alemania, Brasil y México para terminar en Estados Unidos o Canadá. Y en esas cadenas de suministro, hay tecnologías que son demasiado importantes para el abasto mundial contemporáneo. Como se ha podido ver desde 2020, los semiconductores son de esas piezas fundamentales para que el planeta entero pueda funcionar. Y en la medida que se comenzaron a reactivar las economías del mundo, después del primer ciclo de la pandemia, comenzó a haber una escasez de chips que impactó hasta a los videojuegos, sobre todo de cara a sus lanzamientos de noviembre de ese año. Desde entonces, las consolas han pasado por distintos ciclos de alza de precios y desabasto.
¿Tendencia o coincidencia?
Lo que pasa con los chips es peculiar. La producción está demasiado concentrada en Asia. Casi 75% del sector se ubica en China, Corea del Sur y Japón. Y la mayoría de los países asiáticos—incluso los más pequeños como Taiwan Y Singapur—puede manufacturar semiconductores a precios 30% más baratos que su competencia americana, sobre todo en Estados Unidos. Cuando comenzó la pandemia, esos fueron los primeros países en mandar a sus poblaciones a confinamientos generalizados. En ese escenario, la producción mundial de chips bajó enormemente, pero su demanda no sólo se mantuvo estable, sino que aumentó considerablemente. Por un lado, el teletrabajo en todo el mundo llevó a que más personas tuvieran que tener mejores electrónicos para llevar sus rutinas en casa. Por otro, la producción de consolas no se detuvo con miras a sus lanzamientos de 2020.
(Lo mismo con industrias como la automotriz, que año con año debe seguir manufacturando y vendiendo modelos nuevos.)
La escasez de consolas de videojuegos ha llevado a que en el mercado, en ciertos momentos, sea igual de caro comprar un PS4 que un PS5. O que la lista de espera para adquirir el aparato sea tal que sea necesario aguantar uno o dos meses para lograrlo. Sin embargo, a lo largo de 2022 esa tendencia pareció cambiar, al menos en México. Cada vez es más sencillo encontrar un PlayStation en el mercado, y los precios de Microsoft, Nintendo y Sony se han estabilizado de tal modo que incluso en ocasiones se encuentran con descuentos considerables (mientras tecleo estas letras, en Amazon se consigue un Switch Lite por menos de 3,900 pesos mexicanos).
El contexto importa
Pero así como los precios de los videojuegos parece que se estabilizan, al mismo tiempo se han dado dos anuncios en días recientes que podrían ser preocupantes si se entienden como tendencia, más allá de que quizá sean parte de una coincidencia. A finales de julio pasado, Meta cambió los precios del Quest 2 en 100 dólares; esto representó un aumento entre 25 y 33%—dependiendo la versión del aparato—. La decisión se reportó como parte de los incrementos en los costos de producción y distribución de la consola, en un momento en que la inflación en Estados Unidos se encontraba por encima del 9.1% y con una posible recesión en el horizonte. En su momento, llamó la atención que fuera el único aparato de la industria que presentara una variación tan violenta y tan de golpe. Y que ésta se hiciera de manera oficial.
Sony se ha sumado a esta apuesta. Se comunicó oficialmente que el PS5 tendrá un aumento de alrededor de 50 euros a su precio en casi todas las regiones del mundo (a excepción de Estados Unidos). El incremento será de entre 20 y 30% dependiendo el país. Se considera que el cambio responde también al contexto inflacionario y al problema de la cadena de suministros que no termina de estabilizarse en el mundo de los videojuegos. Sin embargo, sorprende que a partir del anuncio de Sony, tanto Microsoft como Nintendo salieron a decir que sus consolas no tendrán afectaciones a sus precios ni en el corto ni en el mediano plazo. Entre que son peras o manzanas, los aumentos a los precios en la industria de los videojuegos comienzan a responder a uno de tres elementos: la inflación, la crisis o plena avaricia.