Las crisis en 2022 no paran. Una alta inflación combinada con la situación del conflicto en Ucrania presenta un escenario complejo.
A lo largo de las últimas semanas el mercado de las criptomonedas ha ofrecido un laboratorio en tiempo real para observar sucesos económicos a gran escala en todo el mundo. En menos de 6 meses, Bitcoin perdió casi 60% de su valor de mercado; asimismo, en el último mes perdió más de 24%. Esta caída implica algo así como 135,000 pesos mexicanos por unidad del activo digital. Las variaciones en esta industria tienen que ver con crisis propias de su naturaleza: volatilidad de precios que van acorde a aceptación o rechazo de las divisas; avances constantes en la tecnología de cadenas de bloques; decisiones políticas que se toman desde naciones con un papel preponderante en su minería y venta; y, por supuesto, problemas en el ecosistema como los que supuso el crash de LUNA y TerraUSD, así como el cese temporal de transacciones de Celsius.
Pero también tienen que ver con estimaciones de los mercados a gran escala y la certidumbre que pueden ofrecer a inversionistas de activos alternativos. En ese caso, 2022 no tiene muchas certezas que regalar a las personas que buscan aumentar su patrimonio. Durante los grandes picos de precios de criptomonedas en 2021—y otros activos similares como los NFTs y “bienes raíces” en el metaverso—, había una tendencia generalizada en el mundo de las inversiones; lo que se conoce como “bull market” o “mercado del toro”. Durante esos periodos, el mundo bursátil es uno que muestra crecimientos, en el que los precios de distintos activos y acciones van al alza. Hay una suerte de euforia por invertir en lo que se pueda que parezca que dejará altos dividendos: en una propiedad, en una empresa, en un fondo, en materias primas o en mercados de especulación (como es el ecosistema cripto).
La crisis del oso
Contrario al ímpetu del mercado del toro, se encuentra en el extremo opuesto lo que se conoce como “bear market” o mercado del oso. En él, los precios van a la baja y hay una alta incertidumbre de lo que puede pasar, ya sea por una o varias crisis graves que se conjugan simultáneamente. Las imágenes de los animales ayuda a comprender las diferencias de los contextos: mientras que un toro enviste con los cuernos, las garras del oso capturan a una presa. Lo que se ve actualmente con las criptomonedas pasa necesariamente por la comprensión de la coyuntura mundial, más allá de la crisis generalizada de la industria.
No es fortuito que una de las bajas más grandes en los precios de Bitcoin del último mes se dio frente al miedo de que la Reserva Federal en Estados Unidos incrementara las tasas de interés. Todo ello en un momento en el que la inflación se encuentra por encima de 8% en nuestro vecino del norte; paralelamente, en México se sitúa en 7.88% a tasa anual. Precisamente el cambio de viraje de la Fed tiene que ver con un intento de retirar un poco del dinero que hay en el mercado, con miras a que deje de haber un aumento constante de precios.
Pero todo esto se da después de un año en el que las reactivaciones económicas simultáneas en todo el planeta llevaron a grandes disrupciones en la cadena de suministros. Así como a aumentos enormes en distintos energéticos que le han pegado hasta a las tortillas y al pan dulce. Sin olvidar los efectos que ha tenido la guerra en Ucrania sobre los alimentos en todo el mundo. Las crisis no parecen dejar de llegar.
¿Adónde vamos a parar?
El contexto de cara al segundo semestre de 2022 es uno de alta complejidad. Es probable que aún no terminemos de ver los estragos de la inflación y de una posible recesión en Estados Unidos, misma que no será ajena a las dinámicas de México, por la alta compenetración de nuestros mercados; incluso, en términos políticos, considerando que habrá elecciones intermedias en el vecino del norte. Pero a ello se sumará la falta de una resolución al conflicto en Ucrania, que no deja de desbalancear los precios a nivel mundial, tanto en energéticos como en insumos estratégicos como el trigo. Todo lo anterior, después de dos años complicados, llenos de crisis económicas derivadas por la emergencia sanitaria del covid-19.
En esa misma línea, la presencia de una quinta ola de contagios en casi todo el planeta lleva a que los mercados se sientan todavía más intranquilos. A falta de crecimiento y con altas presiones inflacionarias, todo parece conjugarse para que las crisis continúen siendo la norma en 2022. Un año en el que los bolsillos de las personas se encuentran cada vez más ahorcados por los contextos actuales. Sobra decir que quienes menos tienen es quienes más resienten lo que sucede. Ni siquiera es necesario abrir el periódico para constatar todo lo que pasa. Basta con revisar los presupuestos mensuales de un hogar para darnos cuenta que el dinero simplemente no rinde igual. Por el momento, no parece haber un horizonte de finitud para estas crisis… y las que se acumulen en los próximos meses.