Por Arturo Aguilar

Nicolás Pereda es un director mexicano que durante la pasada década –con películas como Perpetuum Mobile, El Verano de Goliat y Los Ausentes– se estableció firmemente como un realizador que busca trabajar y jugar en los terrenos del cine, cerca de sus límites y fronteras, sobre lo que convencionalmente se entienden como las formas y recursos para contar historias en una pantalla grande. 

Lejano en general para un público masivo, su trabajo quizás se entiende un poco más cercano a museos, cinetecas y festivales, que a carteleras de cines de centro comercial.

Pereda ha dirigido nueve largometrajes, dos mediometrajes y dos cortos que se han presentado en festivales como Cannes, Berlín, Venecia, Locarno y Toronto, así como en museos como el Reina Sofía de Madrid, el Museo Nacional de Arte Moderno de París, el Guggenheim y el MoMa de Nueva York.

En México ha ganado el premio a Mejor Película Mexicana en los festivales de Guadalajara, Morelia, Guanajuato, Ficunam, Monterrey y Los Cabos. Y para rematar, en 2010 fue galardonado con el Premio Orizzonti en el Festival de Cine de Venecia. 

Nicolas Pereda en 2019. / Foto: Getty Images

Este 2020 regresó al Festival Internacional de Cine de Toronto con Fauna. 

Fauna

Con Fauna ofrece una interesante serie de reflexiones, ideas y preguntas sobre la violencia y el narco, y sus formas de haberse incrustado en nuestra cotidianidad, así como en nuestra imaginación. Hasta cierto punto, se trata también de una de las películas de Pereda más sencillas de experimentar, pero sin que eso signifique que la misma no viene fuertemente cargada de conceptualizaciones, abstracciones y segundos o terceros significados.

Estos atributos van de lo social a lo artístico, y en algún momento puede haber cierta confusión inicial antes de descubrir que se trata de una matrioshka o juego de muñecas rusas convertido en película.

Protagonistas de Fauna de Nicolás Pereda. / Foto: Interior XIII

Fauna nos presenta a Luisa (Luisa Pardo) y Paco (Francisco Barreiro), quienes están de viaje visitando a los padres de Luisa que viven en un pequeño pueblo. Ella es una aspirante a actriz, él ya trabaja como actor con relativo éxito. Pronto aparece su hermano Gabino (Gabino Rodríguez). A partir de su primer encuentro, hay un constante ambiente de tensión e incomodidad: algo que se repetirá en cada escena subsecuente de la película sin importar los personajes a cuadro.

Una plática sobre querer cigarros, una negociación para conseguir un par de cajetillas, la presentación con los padres o las charlas con chelas del padre y el hermano con el novio de Luisa, son el punto de partida para un ensayo sobre la violencia y la fascinación por la misma en nuestra sociedad desde distintas perspectivas. 

El juego de los personajes

Pero a partir de ahí, los personajes, que de hecho juegan y usan las historias personales y reales de sus intérpretes, se transformarán en otros roles para dar rienda suelta a un intercambio entre lo metafísico, lo imaginado, lo inconsciente y sugerente que resulta tan cautivante y desconcertante como interesante y provocador. 

A la mitad de Fauna, después de que Luisa le pregunta a Gabino sobre algo que se encuentra leyendo, la película se toma una digresión hacia una metahistoria en los terrenos del noir sobre un hombre que busca a alguien llamado Rosendo Mendieta. Aparecen señales de que algo está fuera de lugar, de que hay problemas en el horizonte, pero el filme nunca expone la naturaleza de estos peligros o situaciones. 

Fauna / Foto: TIFF

La disfunción familiar y su vinculación a los fenómenos del narco (y hasta la obsesión, popularidad y fama de estos productos de entretenimiento y consumo y la visión popular-social hacia aquellos relacionados con estas series, películas o historias como auténticas celebridades) y la violencia, son la constante a lo largo de esta colección de “historias dentro de historias dentro de historias” que logran provocar incomodidad a través de conversaciones, peticiones y situaciones llenas de tensión. 

Con solo 70 minutos de duración, Fauna es un ejercicio fílmico que sabe inventar su mundo con relativa rapidez. Antes de que se asome la posibilidad de imaginar o aterrizar teorías sobre de qué se trata, deja al espectador con preguntas y reflexiones que empiezan casi en un: “¿Sí vi la película o la acabo de imaginar o soñar?”.

Todo lo que no sabías que necesitas saber lo encuentras en Sopitas.com

Comentarios

Comenta con tu cuenta de Facebook