Nota: Escribir sobre Once Upon a Time in Hollywood involucra los aspectos más íntimos de Tarantino. Probablemente sea su película más personal, y no pretendemos calificar la obra ni abandonarla de un lado o del otro, sino entender el proceso tan fascinante del director para llegar a escribir y hacer, por primera vez, una película sobre películas.
En 1969, Quentin Tarantino tenía seis años. Siendo un niño, el futuro director vivió un cambio cultural sin precedentes como parte de la sociedad americana, y curiosamente, estos dos se volvieron el tema central de su filmografía: la cultura pop y las formas en que se construye el imaginario que, al mismo tiempo, utilizamos como referencia para sobrevivir.
En Kill Bill Vol.2, cuando Beatrix Kiddo se enfrenta a Bill, estos hablan de Superman y cómo va contra las reglas… Superman es su verdadera identidad mientras Clark Kent es su disfraz. En el viaje a Europa de Vincent Vega en Pulp Fiction, el matón descubre que las hamburguesas y paquetes de McDonald’s reciben un nombre distinto de acuerdo a la región. La secuencia del “Royale with cheese” es tan inocua, que funciona en un contexto descrito sólo por Tarantino.
“Stuck in the Middle With You” de Stealers Wheel funciona perfecto en Reservoir Dogs. El hermano de Vincent Vega, Mr. Blonde, tiene secuestrado a un policía que frustró el robo a la joyería a partir de un infiltrado en el grupo. Prende la radio, sintoniza Sounds of the Seventies, y se escucha esta canción para luego cortarle la oreja.
En cada una de sus películas, Tarantino construye su historia con base en referencias a la cultura pop y la forma en que funciona su memoria y sus recuerdos (completamente interpretados a partir del conocimiento que adquiere con el tiempo). La manera en que experimentó su primera vez en un cine, definió su narrativa y su necesidad de fantasear con personajes improbables dentro de un contexto histórico real como la Segunda Guerra Mundial de Inglourious Basterds y el Cotton Kingdom de Django Unchained.
Sin embargo, no hay nada más grande a explorar en este sentido, y en la forma en que Tarantino hace su cine, que el cine mismo y la industria del entretenimiento. Y es aquí cuando entra Once Upon a Time in Hollywood. Para su novena historia (décima producción, en realidad), Quentin Tarantino eligió el mismo año en que por primera vez fue al cine, 1969, cuando tenía seis años y fue a ver Butch Cassidy and the Sundance Kid protagonizada por dos de las más grandes estrellas de la época, Paul Newman y Robert Redford.
Así que tampoco es de extrañarse la premisa de Once Upon a Time in Hollywood protagonizada por Leonardo DiCaprio y Brad Pitt (¿no son acaso dos de las más grandes estrellas de la actualidad?). Sólo un director como Tarantino podría lograr un elenco como el de esta película. Además de DiCaprio y Pitt, está Al Pacino, Margot Robbie, Michael Madsen, Dakota Fanning, Kurt Russell, Damian Lewis, Luke Perry, Lena Dunham y más.
Once Upon a Time in Hollywood nos presenta a Rick Dalton, una estrella de westerns para la televisión que abandona su serie estelar, Bounty Law, para intentar una carrera dentro del cine. Dalton fracasa, y cuando quiere regresar a su gloria pasada, la industria lo rechaza. Ya “pasó de moda”, y ahora es invitado a las series de otros actores como un villano a vencer.
Dalton no es el único que la sufre. Cliff Booth, su actor de doblaje, también vive las consecuencias del rechazo hacia el actor principal. La única opción de Dalton, ofrecida por su nuevo manager, Martin Schwartz, es irse a Italia a filmar los famosos (y desagradables) spaghetti westerns (películas filmadas por directores italianos pero con actores americanos. Uno de los más grandes ejemplos es Edd Byrnes).
Rick Dalton y Cliff Booth son el pretexto para dar entrada a la trama central de la película: el cine, la televisión y la cultura popular de 1969 que afectó no sólo la construcción del imaginario social (incluido el de Tarantino en un nivel individual), sino también político. El año de 1969 es el verdadero protagonista con algunas referencias directas hacia personajes de la época como Charles Manson, la Familia, Sharon Tate, Roman Polanski, Steve McQueen, Bruce Lee, entre otros.
En algunos medios, Once Upon a Time in Hollywood ha sido descrita como una “declaración de amor” a la década de los 60, especialmente la industria del cine. Pero en realidad, más que revelar su amor, respeto y admiración por lo que construyó la cultura pop americana en esa década, es una “despedida” de Tarantino a la época que definió su cine, su narrativa y la percepción de entretenimiento en Occidente.
La “primera parte” de Once Upon a Time in Hollywood es larga, y sirve como un preámbulo a la gloriosa última secuencia que nos muestra por qué Tarantino es tan querido y por qué las expectativas son tan altas. Al principio, cuando nos presenta a los personajes principales y la industria como uno de ellos, nos podemos perder en una historia que no necesariamente está marcada por situaciones importantes, sino más bien cotidianas. Pero nos sirve para dar un paseo por el Hollywood del 69 y las conversaciones en torno a cómo se hacían las películas y series.
Para el final, nos enfrentamos a Tarantino al natural. Muchos se han cuestionado si el camino para llegar al cierre fue el correcto, y votamos a que sí. Quizá aquellos que han dudado de esas primeras escenas (largas, sí), no comprendan que esta es una película íntima, un legado que si bien no es el mejor, es el más complejo, completo y cuidado de su filmografía.
Los personajes principales atraviesan un periodo de transición personal que se definió por los cambios de la industria del cine y la televisión. No por otra cosa. Y eso es, irónicamente, contrario a lo que sucede con el cine de su creador. La industria va a la par de la narrativa del cineasta, y en realidad, es una de las pocas cosas que respeta y permite ser. No es secreto la forma en que se maneja la industria del cine, y de hecho, no ha cambiado mucho. Si funciona, continúa al aire y sale en cartelera, en caso contrario, desaparece la obra con su creador.
Tarantino funciona, y tiene la posibilidad de filmar y hacer comercial una película de más de dos horas con las expectativas hasta el cielo. Desde su debut en las grandes ligas con Reservoir Dogs en 1992 y su Palma de Oro en Cannes en 1994 con Pulp Fiction, ha representado al cine independiente de una forma en que nadie lo ha hecho. El director hace las películas que quiere hacer. Punto. No sigue reglas, y la realidad es que Once Upon a Time in Hollywood no se habría hecho en la actualidad si no fuera porque el nombre de Tarantino tiene un lugar importante…
En los 90, cuando comenzaba su carrera, fue bautizado como el nuevo Martin Scorsese por los tintes de violencia que maneja, pero nada más alejado de la realidad y la prueba es Once Upon a Time in Hollywood, que si bien no es su mejor película, es una de las más divertidas. Contrario a Scorsese, las atmósferas de Tarantino son extremadamente divertidas a partir de las tensiones entre personajes con diálogos sin importancia. El director neoyorquino, del otro lado, tensa la situación con misterio, frases profundas y personajes cuyo perfil es más oscuro.
¿Hay excepciones? Definitivamente. El lobo de Wall Street es una de ellas (ni siquiera nos tomaremos la molestia de mencionar Hugo), pero para Tarantino su estilo sigue inmune, fiel a su memoria. Y aquí es donde entra la cuestión política del filme. Sin revelar detalles de la trama (NO HAY SPOILERS), los dos personajes centrales son dos hombres blancos, no hay afroamericanos, y son pocas las mujeres que participan sin ser un pretexto para la narrativa en función de los personajes.
El fanatismo hacia el cine de Tarantino es tan grande, que olvidó ser políticamente correcto. ¿Un error? No, pero tampoco un acierto considerando la época en que se desarrolló este filme, mas no en que está ambientado. Hemos de separar una de otra para disfrutar una historia de 1969 en que el hombre blanco era la víctima, y lo demás, meros detalles. Así que, como consejo, olvidemos es parte y la poca o mucha participación de Robbie como personaje principal y no como personaje circunstancial que apenas si establece conversaciones. Lo que quería Tarantino, claramente, era mostrar a su audiencia lo mucho que ama lo que hace sin preceptos políticos.
La dinámica de Brad Pitt y Leonardo DiCaprio juega un papel importante en las más de dos horas de filme. Pero no sólo es eso ni la encantadora presencia de Margot Robbie como Tate, sino la enorme cantidad de referencias fílmicas y de la televisión que están dentro de la historia y que le dan forma desde fuera.
Tarantino es uno de los hombres más apasionados respecto al séptimo arte. No fue de sorprendernos la enorme documentación del director para desarrollar a Rick Dalton, quien protagoniza Bounty Law con el personaje de Jake, un cazador de recompensas que atraviesa el oeste en busca de bandidos. Esta serie creada para la película, es casi idéntica a Wanted Dead or Alive con Steve McQueen, la cual estuvo al aire de 1958 a 1961.
McQueen abandonó Wanted Dead or Alive, al igual que Rick, para ser una estrella de cine. La diferencia entre uno y otro es que McQueen lo logró cuando filmó The Magnificent Seven (basada en Los siete samuráis de Akira Kurosawa), y Rick Dalton no. Al regresar a su serie, su fama ya había pasado y su carrera comienza a caer a la par que su vida anímica.
Wanted Dead or Alive es una de las muchas producciones que Tarantino retomó para diseñar el contexto de la película. Grandes cintas han sido citadas como base para Once Upon a Time in Hollywood como Arizona Raiders, Easy Rider, The Great Escape, Once Upon a Time in the West, la serie Lancer, The Wrecking Crew, Hammerhead, The Mercenary, 100 Rifles, entre otras, destacando una clara influencia de Sergio Corbucci, conocido más por sus comedias de los 70 que sus spaghetti westerns de los 60.
Está de más invitar a ver Once Upon a Time in Hollywood. Tarantino la vendió desde que anunció una nueva producción, y aunque podría o no superar las expectativas, sirve como base para conocer al Tarantino que, al igual que muchos, ama el cine sin importar nada más.