El cine mexicano siempre ha servido como un reflejo de las múltiples realidades de un país (ciertamente) dividido. Sin entrar a detalle en la historia fílmica de México, entendemos que el trabajo cinematográfico se ha centrado en presentar personajes y realidades conocidos, aquellos que se viven día a día o pertenecen a un imaginario que marca diferencias por cuestiones económicas, sociales, políticas y hasta culturales.
El cine mexicano contemporáneo potenció una necesidad de servir como denuncia de injusticias sociales, falta de oportunidades y cómo la riqueza estaba repartida en pocas manos. Grandes cintas de ficción del nuevo milenio han abrazado esta idea, trabajando con un tema que con el tiempo se hace más recurrente en nuestra filmografía: el clasismo, la diferencia de clases, las brechas socioeconómica y la discriminación.
ROMA de Alfonso Cuarón hizo internacional un debate que se debió generar aquí mismo y desde hace mucho tiempo: la importancia de las y los trabajadores domésticos en la construcción familiar de las clases medias y altas (sobre todo las últimas). Sin embargo, hay otras producciones que han trabajado con esta misma premisa como Déficit de Gael García Bernal de 2008 y La camarista de Lila Avilés de 2018.
Esta última cinta se presentó como parte de la Selección Oficial del Festival Internacional de Cine de Morelia 2018, llevándose el premio para Largometraje Mexicano. La camarista nos presenta a Eve, una camarista de un hotel de lujo de la Ciudad de México que compite por hacerse cargo de uno de los pisos más importantes. Eve tiene 24 años y es madre soltera, y su rutina diaria, incluso social, transcurre dentro de las instalaciones en un espacio “cerrado” que sirve como metáfora para su situación socioeconómica.
Eve y sus compañeras como Minitoy, se dedican a tocar puertas que la mayoría de las veces no se abren. Y esto también es una representación de la falta de oportunidades que los trabajadores, aquellos que sirven pero nunca se ven, viven todos los días en una cotidianidad que no les permite llegar a más. Eve tiene aspiraciones, por no decir sueños, que difícilmente se podrán cumplir.
La camarista recibió críticas positivas desde su primera proyección, destacando la fotografía y las actuaciones. La directora y parte del elenco estuvieron presentes en una conferencia en la que Avilés comentó, precisamente, la premisa central de su historia: “Hay un ímpetu del trabajo fuerte y hay algo de esas soledad como si se tratara de una metáfora. Su diario es tocar puertas que nadie abre”…
Tuvimos la oportunidad de platicar con Lila Avilés, Gabriela Cartol (Eve) y Teresita Sánchez (Minitoy) sobre la importancia de un filme como La camarista que pone sobre la mesa un tema del que es necesario hablar:
Eve aparece siempre a cuadro y con planos poco profundos. Visualmente, da la sensación de agobio y de encierro. ¿Esta idea de presentar así las tomas y los encuadres surgió mientras escribías el personaje de Eve? / Lila Avilés
“Me gusta escribir guiones sin anotaciones cinematográficas”, dijo Avilés. “Para mí, un guión es literatura, es una base pero no es la película. Toda la parte visual evolucionó a la hora de estar filmando”.
En La camarista, como mencionamos, Eve lleva la carga emocional del personaje y logra sostener las distintas transiciones de un personaje que es tan simple, que representarlo resulta complicado. “Tenemos (Avilés junto a Carlos Rossini, director de fotografía) una idea de que entre más se mueve la cámara en una película, se vuelve más compleja. Me gustan las películas de personajes, donde este es el que guía”.
Gabriela Cartol tuvo que ser consciente que “Eve es un personaje que aparece en 120 secuencias de 120 secuencias”. La camarista logra que el espectador se sienta íntimamente conectado con el personaje principal: siente sus frustraciones, su cansancio, entiende sus silencios y los respeta. La fotografía en esta cinta juega un papel importante en la empatía que las audiencias sientes hacia Eve y las situaciones naturales que atraviesa en un proceso que la hace evolucionar (sin necesidad de ser pasos agigantados).
“Dicen que una película termina siendo la película de quien la vió”, dijo Cartol. “Es decir las interpretaciones son tan subjetivas como infinitas. Lo que sí sé es que se irán a casa con sensaciones y perspectivas”. La interpretación de Cartol como Eve, junto a los encuadres, es lo más destacado de la ópera prima de Avilés que obliga a quien la ve, a vivir y entender la historia.
Eve es un personaje que lleva toda la carga emocional. Siempre aparece a cuadro en tomas de no mucha profundidad. ¿Cómo te preparaste para soportar el peso de un personaje como Eve? / Gabriela Cartol
“A través de la comunicación directa con la directora y una confianza a ojo cerrado”, dijo Gabriela. “Las pláticas eran profundas y precisas a la hora de hablar del personaje. Para la directora era muy importante reflejar la humanidad de Eve con todos sus matices, y para lograrlo, era necesario entender el corazón de la historia… Para entender la humanidad de alguien más se tiene que empezar por la propia. Por supuesto, también hubo referencias de camaristas reales, así como un entrenamiento técnico rápido”.
La camarista, mencionamos en un principio, presenta un tema que se ha hecho cada vez más recurrente en nuestra filmografía; sin embargo, logra destacar de una manera tan sutil, que el tema y sus personajes se vuelven probables y cada vez más reales. Teresita Sánchez da vida a Minitoy, una mujer grande y carismática que representa esa lucha poco humana de falsas oportunidades y esperanzas laborales.
¿En qué lugar de la realidad mexicana sitúas a tu personaje? / Teresita Sánchez
“Lila tuvo una intención muy íntima y personal al escribirla y dirigirla, así como cada una de las personas que participamos en ella. Cuando leí el guión, quise participar porque me conmovió. Le creí a cada personaje, cada frase, cada situación y me cimbró esa historia de una vida que se repite en mil vidas que yo conozco… Creo que en eso se destaca”.
La camarista es una película hecha por mujeres, pero pensada para una sociedad que se construye con una espectro que es más amplio, pero irónicamente más cerrado (oportunidades). Teresita Sánchez tiene una carrera como actriz que no sólo registra cine, sino también teatro. El personaje de Minitoy está tan bien interpretado, que revela una parte de lo que Sánchez es, de cómo trabaja, y la conexión emocional con su papel.
Del otro lado estaba Lila Avilés, una mujer que filmaba su primera película con tanta pasión, asegura Teresita, que lograba convencer a los demás de estar ahí. “Nunca sentí que fuera su debut. La sentía tan cómoda, tan convencida en lo que quería y pedía, que por ende me hacía sentir cómoda y convencida. Fue muy hermoso verla vibrar por su proyecto con una pasión tan grande”.
La camarista no toca puertas, sino las abre en una industria fílmica nacional que debe comenzar a entender la importancia del papel de las mujeres como factor humano.
“Creo que el buen cine mexicano tiene una gran trascendencia, viene de historias profundas que conectan no sólo con unos cuantos, sino con un público muy amplio. Veo el cine como un medio de expresión vital para la realidad humana, al final de cuentas, es un espejo. No me gusta ver el cine, sino vivir el cine“, dijo Avilés sobre las dos partes, quizá necesarias, del cine nacional en el que vemos filmes como La camarista, Cómprame un revólver, El sueño del Mara’akame y del otro lado títulos “comerciales” y remakes anacrónicos.
“Me parece que siempre tenemos esa esperanza de que se abran las puertas. Puertas para el amor, el trabajo, la amistad, cualquier cosa. Al final de cuentas queremos esa ayuda, ese ‘DEJAR ENTRAR’”, dice Lila Avilés. “En su vida cotidiana, las camaristas pasan todos los días por ese largo pasillo, tocando puertas que nadie abre. Siempre van a ser una sorpresa, nunca se sabe que puede haber, pero hacen su trabajo lo mejor que pueden”. Y La camarista, sin duda, es una sorpresa que no podemos pasar por alto.
El debut de Lila Avilés se estrena en salas de México este viernes 2 de agosto de 2019.