No hay nada peor que desaparecer, o siquiera sentirse así. En muchos sentidos, estar ausente representa una terrible tragedia asociada, en nuestro contexto social y político, a la violencia que impera en México, y ahora también a las terribles consecuencias de las acciones del hombre ante un dominio de la naturaleza que no hemos de reconocer. Es decir, el cambio climático y lo fatal de la extinción de millones de especies animales y vegetales.
Sin embargo, hay otro tipo de ausencia, y se trata del olvido. Esa está íntimamente ligada a nuestros ancestros, aquellos hombres y mujeres que definieron la cultura base en la que nos desarrollamos y que hemos dejado en el olvido de a poco. Los pueblos indígenas son las principales víctimas de la indiferencia y desinterés de una sociedad que no presta atención ni respeta su pasado, provocando la desaparición de idiomas, costumbres, tradiciones y rituales que forman parte de una historia necesaria y que se mantiene viva (o mejor dicho agonizando).
Uno de aquellos pueblos que luchan contra la desaparición de su cultura y el olvido de sus ancestros, son los wixarika conocidos comúnmente como huicholes. Su fuerza los mantiene unidos, pero el tiempo ha pesado sobre ellos, y más cuando los intereses económicos de unos cuantos están por encima de los intereses de la historia. Todos los años, los huicholes realizan un viaje al desierto sagrado de Wirikuta para encontrarse con sus dioses. El lugar es tan importante para la humanidad y el ecosistema, que la UNESCO lo considera lugar sagrado que se debe proteger. Sin embargo, hace casi 10 años, el gobierno dio 22 concesiones a una empresa minera de Canadá para extraer plata…
Y así es como se ha puesto en riesgo una zona y una cultura completa, la cual tiene un respiro en el El sueño del Mara’akame, una película de 2016 de Federico Cecchetti que triunfó en el Festival de Cine de Morelia y llega a los cines de México. Esta cinta representa un homenaje a los huicholes, sus costumbres y tradiciones, y la importancia de preservar cada una de ellas. Se trata de un “viaje iniciático” en el que un joven adolescente, en busca de un sueño, descubre su lugar en el mundo.
El sueño del Mara’akame sigue la vida de Nieri, hijo de un mara’akame (chamán huichol) cuyo destino es convertirse en un sanador e intérprete de los dioses. Un mara’akame tiene la capacidad de comprender el lenguaje de los dioses y pasar el mensaje a su comunidad para curarlos a través de cantos. Sin embargo, Nieri tiene otros intereses en mente, y es tocar con su banda en la Ciudad de México, pero para ser un chamán, debe proteger su don alejándose de la maldad.
Esta cinta de Cecchetti juega con la percepción de las audiencias en cuanto al desarrollo de la historia. En un principio, el director nos presenta con El sueño del Mara’akame un filme “documental” sobre el camino que recorren los huicholes para descubrirse entre dioses; y cuando lo amerita, cambia su forma narrativa para dar paso a una secuencia de imágenes oníricas propias de la interpretación wixarika de los sueños (la cual es muy distinta a la idea de occidente).
Nieri comienza su proceso de mara’akame con el recorrido junto a su padre, quien le enseña los secretos y virtudes de un chamán; sin embargo, él sólo piensa en ir a la capital con su banda de la que es vocalista. De regreso a su casa, el padre de Nieri le pide lo acompañe a la Ciudad de México para vender artesanías y realizar otros compromisos… y es aquí donde ve la oportunidad de fugarse y presentarse con sus amigos. Sin embargo, el punto más alto de la cinta, cuando Nieri cumple su sueño, también se presenta el Maestro Venado, aquel ser que le indicará su camino.
El venado es una de las figuras más importantes de los wixarika. La cultura huichol, según su historia, comenzó en el agua y la oscuridad donde había monstruos y habitaba la diosa más antigua, Takutsi. De este modo, emergieron los ancestros y siguieron al venado, el cual los llevó al oriente donde nació el Sol. Antes, la noche era lo único que conocían, así que cada uno de los ancestros pensó en sacrificarse para convertirse en Sol, pero sólo un elegido podía lograrlo. A lo alto de un cerro en oriente, nació el Sol, quien en su intento de subir al cielo, quemó y destruyó a su alrededor. De este modo, el Maestro Venado fue a su auxilio y embistió al Sol hasta elevarlos a su lugar.
Para convertirse en un mara’akame, el hombre debe encontrar al venado azul en sus sueños y seguir su camino. Este, como podemos reconocer en la historia, ha servido como un guía y salvador de los males de los ancestros. De este modo, el chamán hace lo mismo, sirve de guía espiritual y sanador de quienes permiten que el canto del mara’akame entre.
El sueño del Mara’akame está protagonizada por Luciano Bautista Maxa Temai y Antonio Parra Haka Temai, dos actores sin experiencia previa que también son huicholes. Antonio, de hecho, es un mara’akame. Esto le da una naturalidad necesaria a una historia humana que pretende presentar la importancia de las tradiciones y cultura, además de denunciar de formas interesantes el rompimiento del equilibrio social y natural de la zona.
Federico Cecchetti se pone con esta cinta como uno de los responsable de la preservación de la cultura huichol y de algo más, del cine mexicano que cuida su estilo y presenta su verdadera identidad. Iván Hernández, director de fotografía, realiza un trabajo excepcional en escenarios naturales, sobre todo cuando ese encanto de La Cebolleta de Jalisco, se traduce a la presencia de Nieri y su padre en la Ciudad de México, un lugar “cochino” como lo describen los músicos.