Meterse con una obra literaria importante y trascendente es uno de los mayores riesgos de la industria del entretenimiento. Hemos visto desfilar un sinfín de producciones que han fallado de manera horrorosa en su intento por recuperar una historia determinante –y con esto no nos referimos, siquiera, al hecho de que las y los lectores siempre preferirán el libro. Sino a la terrible realidad en la que un creador, y por ende su película, no termina de comprender la complejidad de una historia que se creó para ser imaginada; es decir, que vive en la mente de quien la lee.
Las interpretaciones, basándonos en esto, son infinitas en cuanto alguien tome el libro: la apariencia de los personajes, lo profundo de los escenarios, las voces, los sonidos que acompañan las experiencias, la paleta de colores. Todo es personal, es íntimo, es individual. Poquísimos cineastas/guionistas han comprendido y asumido la imposibilidad de satisfacer a un lector(a) y reconocer sin pretensiones, al mismo tiempo, que lo que presenten en la pantalla es suyo y de nadie más. Su visión, sus colores, sus rostros, sus sonidos, sus espacios.
Dicho esto como un punto de vista (nada de afirmaciones para no contradecirnos), hemos de hablar de Dune, una obra escrita por Frank Herbert en 1965 que hirió a David Lynch y superó a Alejandro Jodorowsky. Dos grandes directores imposibilitados, por distintas razones, de triunfar frente a uno de los libros más importantes del siglo XX y la obra definitiva del canon de la ciencia ficción.
Dune
Dune es extensa. Quien lo lee se adentra en un universo donde hay humanos, y donde hay humanos, hay relaciones complejas que revelan lo mejor y lo peor de lo que reconocemos como humanidad a partir de la lucha por el poder, el cual se obtiene a expensas del otro.
Sin embargo, es la presentación de nuevos mundos con su propia naturaleza, lenguaje, religiones, estructuras políticas, y sus propias formas de enfrentar la vida y la muerte. Dune es una obra bellísima, y por ser bella, durante mucho tiempo se conservó en el imaginario como algo imposible.
Pero en la misma obra de Herbert se comprende que nada lo es y que un planeta hostil donde sólo hay muerte, puede ser la fuente más grande de vida dentro de un universo conocido. Suena muy poético, pero Dune no es sólo literatura fantástica y una novela estupenda de ciencia ficción espacial.
Es un ensayo que evolucionó y pasó de una fascinación por el desierto y las comunidades que lo habitan, al impacto de los seres humanos en la Naturaleza, las secuelas ambientales, y la construcción de una estructura política desafiante.
Denis Villeneuve
Denis Villeneuve era un adolscente cuando leyó Dune por primera vez. El director canadiense ha dicho que se sintió asombrado y abrumado por la historia y el personaje de Paul Atreides, un joven de 15 años que “tiene el alma de un viejo”. En su camino a convertirse y ser director, soñó con realizar una adaptación apropiada de la novela para hacerle justicia a su complejidad.
Casi 40 años después, Villeneuve lanza su visión de Dune. Una película que es fría porque la historia así lo amerita, pero que se siente cercana a un director que anheleba presentarnos la manera en la que él había comprendido la obra. Y hemos de decir que es de enormes (de verdad enormes) proporciones en su fotografía, música, diseño sonoro, edición, elenco. Todo es grande en Dune y su trabajo, por fin, le hace justicia.
Conforme avanzan las dos horas y media de película, hacemos un recorrido casi exacto del libro en sus pasajes más importantes para que un espectador ajeno comprenda el origen de nuestros protagonistas, la Casa Atreides. Quedan fuera las situciones en la que la que el duque Leto y su familia están a mercerd de las terribles convenciones sociales a su llegada a Arrakeen; o quizá no se define a detalle la importancia de un personaje como Kynes. Está lo que debemos ver para seguir la historia.
La adaptación es tan precisa (quizá demasiado exacta y rigurosa), que es imposible no ver las similitudes en la selección de escenarios entre Lynch y Villeneuve, incluso en los diálogos. Pero nada más alejado de lo que se hizo en la década de los 80 donde apresuraron al director para entregar un corte que fuera más digerible. Villeneuve se toma su tiempo, y no sólo lo hace para contar contar la historia (más de la mitad del libro), sino para mostrarnos la inmensidad de Arrakis, de sus peligros, los gusanos de arena y sus infinitas posibilidades.
Ahora comprendemos las palabras del director canadiense cuando decía que ver Dune en la televisión era un pecado… Sólo una pantalla enorme, sumida en la oscuridad, podría dar cuenta de las proporciones épicas que alguna vez se le revelaron.
El desarrollo de los personajes
La novela está escrita y lleva décadas siendo base de historias aún más conocidas como Star Wars. Comprendemos a los personajes en todas sus dimensiones y habríamos de pensar que no hay mucha tela de dónde cortar para establecer un desarrollo actual de las y los protagonistas. Pero no es así.
Villeneuve tiene dos grandes películas de ciencia ficción: Arrival y Blade Runner 2049. La primera es protagonizada por un personaje femenino dentro de una historia llena de metáforas, reconocimiento del lenguaje, entendimiento del tiempo, amor y algunos alieníegnas intentando establecer contacto con la humanidad. La protagonista es fuerte, sensible, arriesgada, sumamente inteligente, tiene dudas y errores. Es maravillosa.
En Blade Runner 2049, el protagonista es un androide que se identifica como hombre. Es sensible, dócil, tiene sueños no compartidos que se ve imposibilitado a realizar frente a su condición, y respeta la realidad cuando él no es el salvador ni el elegido. Un gran personaje también.
A lo que vamos es que Villeneuve, en su fimografía, ha tenido la capacidad de presentarnos personajes femeninos coherentes y personajes masculinos que, quizá de manera inconsciente, apelan a nuevas narrativas más responsables con lo que hemos de ver en la pantalla. Dune no es la excepción con la presencia de Kaynes como mujer; Paul Atreides; su madre Jessica; ni lo que entendemos será el futuro con Chani. (Nos atrevemos a decir que no nos sorprendería que Villeneuve se aventuré a convertir a esta última en la “elegida”, pero eso es imposible saberlo).
La mejor película de ciencia ficción del año
En Dune hacemos el espectacular recorrido de un joven que asume su lugar en el mundo, y que de manera irónica, encuentra su hogar en el lugar más insospechado. Paul se siente más cómodo con quien no debería estarlo. Por mandato imperial su familia debe dejar su planeta Caladan (rico en agua) para tomar el feudo en Arrakis, mejor conocido como Dune, un planeta desértico, con poca agua, y hostil en el que se encuentra la sustancia más importante del universo: melange.
Sólo se puede extarer en el desierto profundo (hogar de los Fremen) y hacerlo implica el riesgo de morir ya sea por el clima extremo o por la presencia de gusanos inmensos que se devoran todo a su paso. Esta especia tiene poderes curativos, psicodélicos y es la base para realizar viajes espaciales. Por lo que su valor en superior a cualquier cosa.
Durante décadas, la Casa Harkonnen había extraído la melange, convirtiéndose en la casa más rica del universo conocido. Que se la hayan quitado a ellos para dársela a sus enemigos, sólo significa una cosa: el fin de la casa más débil. A partir de aquí, Paul con un conocimiento superiro al de cualquiera, comienza a comprender todo lo que está a su alrededor: la naturaleza, la política, la historia, la religión. Y entre todo eso está la posibilidad de que él sea la figura mesiánica que los fremen estaban esperando para ser liberados.
Villeneuve deja de lado la fuerza de las interpretaciones políticas de la novela de Herbert para darnos una historia más calculada y dirigida hacia un espectáculo visual acompañado de las situaciones de sus personajes. No es que excluya las intenciones originales de la historia, pero tampoco las potencia en ninguno de los escenarios que vemos en la cinta. ¿Un erorr? No, pero habría sido interesante conocer las impresiones del director y cómo habrían influido en su cinta.
Dune está ambientada a miles de años en el futuro, en un universo que no es el nuestro. ¿Por qué habría de lucir exactamente igual a lo que conocemos o hemos imaginado?, ¿por qué no habría de ser una cosa sorprendente, enorme, desproporcionada y ruidosa? Hans Zimmer, encargado del score, inventó algunos instrumentos para trabajar en la música con una lógica que retomamos: si pensamos en otros mundos, por qué asumimos que su música se escucha como la nuestra. Villeneuve nos presenta su Caladan, su Giedi Prime, su Salusa Secundus, su Dune. Y es tan maravilloso como espectacular.
“This is only the beginning“, dice Chani al final de la cinta para confirmarnos que Dune debe tener una segunda parte. ¿Se logrará? Depende de las taquillas, y por más que reconozcamos que se trata de una grandiosa película, no siempre las audiencias están obligadas a sentirse de la misma forma (volvemos a lo que decíamos al principio de este texto): las lecturas y las experiencias fílmicas son personales.
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