En los últimos años, en nuestro país han ocurrido ciertos eventos que han dado paso a un fuerte debate sobre la existencia de diferencias políticas e ideológicas entre ciudadanos, pero también aquellas brechas que pertenecen a una línea económica, y por ende social. Los partidismos durante las elecciones presidenciales de 2018, impusieron una imagen de los individuos que construyen la sociedad.
Si estabas de acuerdo con ciertas políticas y discursos entonces, en automático, pertenecías a un sector de la población en específico que se definía por su condición económica. Incluso se relacionó (su ideología) a su aspecto físico. Con esto, y aunque no resulte nuevo en el vocabulario de nadie, menos de los países latinoamericanos, llegaron palabras a nuestro uso diario del lenguaje como clasismo, discriminación e intolerancia hacia las dos realidades que construyen México: el de los ricos y el de los pobres.
La realidad nos ha comprobado en diversas ocasiones que nuestro país es uno de contrastes, que al cruzar las calles podemos ver dos realidades completamente distintas pero bajo un mismo idioma. Sin embargo, este cambio radical de los dos países que se conjugan en uno, no sólo se da en las calles, sino en cualquier construcción de relaciones interpersonales como la escuela o el trabajo. Por ejemplo, los empleados de limpieza (ayudantes domésticas) de instituciones y comercios. Y aquí es donde reside la premisa central de la cinta La camarista de la directora mexicana Lila Avilés (chequen por acá nuestra entrevista con la directora).
Este largometraje mexicano, el cual ha sido presentado en diversos festivales internacionales incluido el Festival Internacional de Cine de Morelia 2018 (se llevó el máximo galardón a Largometraje Mexicano), nos cuenta la historia íntima y personal de Eve (Evelia), una camarista de un hotel de lujo en la Ciudad de México. Ella es una madre soltera que trabaja todo el día limpiando cuartos sin poder ver a su hijo de cuatro años. Eve se esfuerza y trabaja doble para recibir el piso 42, uno de los más lujosos que representa un buen trabajo para cualquiera de las empleadas.
Eve junto a algunas de sus compañeras como la famosa Minitoy, representan de forma inconsciente a las clases trabajadoras de la capital que se ponen al servicio, sumamente rígido y estricto, de las élites nacionales y extranjeras. Aunque parezca una historia de cine ya conocida, La camarista no sólo expone la realidad económica y laboral del país de una forma “divertida”, sino también nos muestra que esas dos partes se pueden conjuntar. Durante la conferencia de prensa del filme posterior a la proyección, Avilés dijo que uno de sus objetivos era plantear que el rico, tal cual, no siempre es indiferente ante la vida del que se encuentra unos niveles más abajo.
Pero La camarista, quizá de forma inconsciente, va más allá de eso. Esta cinta, ópera prima de Avilés, se une a la lista de filmes mexicanos contemporáneos que sirven como un reflejo de las realidad que nos resulta conveniente no ver o ignorar. Sin embargo Avilés y su protagonista, Gabriela Cartol, triunfan en mantener un humor que resulta cotidiano para el mexicano. En otras palabras: sí, es un filme que sirve de espejo de una realidad, pero no deja de lado su cotidianidad y naturalidad. El trabajo de Cartol es tan bueno, que Eve (en silencios) logra intimar con el espectador, quien se ve obligado a experimentar las emociones del personaje.
La camarista es una historia sencilla, pero al mismo tiempo compleja en su narrativa gracias al “enfoque voyerista” que Avilés le dio a Eve. El personaje central aparece en cada uno de los cuadros que componen el filme para exhibir su trabajo y sentimientos ante lo hechos que ocurren en un hotel. “Es un trabajo muy solitario”, dijo Avilés. “Hay un ímpetu del trabajo fuerte y hay algo de esas soledad como si se tratara de una metáfora. Su diario es tocar puertas que nadie abre”. Eve recorre cada uno de los pisos del hotel, sola, sin recibir un gracias de vuelta porque, precisamente, ese es su trabajo.
La soledad del personaje principal va íntimamente ligada a que La camarista está hecha por y con una mayoría de mujeres. Pero no es una historia exclusiva de ellas ni para ellas. La representación femenina en algunas labores sigue formando parte de un patrón cultural arraigado a las costumbres y el papel que (deben) jugar las mujeres. Sí, actualmente la mujer se ha liberado de esas ataduras que la mantenían en su hogar, pero sigue siendo asociado a ciertas labores domésticas y asalariadas como la cocina y la limpieza. Y todo esto se encierra más cuando la educación formal no participa en su crecimiento.
Avilés se dio a la tarea de entrevistar a un sinfín de empleadas de un hotel y convivir con ellas. Descubrir qué es lo que hay detrás de las personas que parecen invisibles ante los ojos de los demás, pero que permanecen en un estado de incógnito y bajo reglamentos estrictos que nadie quiere reconocer.
La camarista, en pocas palabras, es un poco de todo. Un poco de representación femenina, las dificultades del amor, el esfuerzo y el trabajo, la naturalidad con la que dividimos las clases sociales, la diversión, la inclusión, la partida, la búsqueda del éxito y el drama planteado en la vida real con todo y sus pausas, sus puntos más altos, con la cotidianidad de una rutina de la que no podemos salir y con la soledad que acompaña cada una de las experiencias del ser humano.
La camarista se estrena este viernes 2 de agosto. En este enlace te dejamos la cartelera completa del mes.