La época de cine de oro en México, una de las etapas cinematográficas más reconocidas a nivel mundial, se dio en gran medida por la Segunda Guerra Mundial. Esta época productiva caracterizada por la calidad, comenzó en 1930, pero tuvo una ola de producciones a partir de los 40, específicamente en 1941, cuando Estados Unidos y Hollywood entraron a la guerra. De este modo, el país del norte dejó un enorme espacio para que México pudiera producir historias con materiales enviados desde aquel país. ¿Los resultados? Como mencionamos, una de las mejores etapas de nuestro cine a nivel nacional comandado por directores y actores que ahora forman parte de la cultura popular mexicana.
Esto sirve como preámbulo para comprender el cine de posguerra de Hollywood que nació, precisamente, a partir de la propaganda fílmica de los 40. Durante cualquier periodo bélico, la mayor parte de las industrias se ponen a disposición de la guerra, desde la producción –y prueba– de las armas, hasta la propaganda; y es aquí cuando el séptimo arte toma un papel central en la creación de una imagen específica para el país al que sirve. Alemania bajo el régimen nazi y comandada por el ministro de propaganda, Joseph Goebbels, explotó este recurso visual y sonoro como una forma de manipular a las masas –consideradas femeninas por Hitler– para convencerlas del antisemitismo y las teorías de la supremacía racial que fundaron el partido nazi.
Italia y España, así como las potencias que conformaban a los Aliados, incluida Rusia, también utilizaron el cine para enaltecer la labor militar de sus respectivos países y explicar a las madres de los soldados que sus hijos iban al campo de batalla por una razón mucho más noble de la que parecía. Augusto Genina, Roberto Rossellini, Alberto Cavalcanti, Veit Harlan, Fritz Hippler, Humphrey Jennings, David Lean, Frank Capra, John Huston, Michael Curtiz y el mismo Alfred Hitchcock con Foreign Correspondent de 1940, sirvieron a los países involucrados con cine documental o de ficción enfocado en la situación de guerra.
Cuando Rusia invadió Alemania en 1945 y se dio fin a la Segunda Guerra Mundial (al menos en una parte del mundo), el cine siguió siendo una forma de propaganda más sutil que ahora evidenciaba los horrores de la guerra y el triunfo de sus países con filmes como The Best Years of Our Lives, pero sobre todo, las películas como mero entretenimiento que alejaban a la sociedad de la trágica realidad. De acuerdo con algunos datos, en 1964, Hollywood experimentó una de sus mejores épocas en taquilla a nivel mundial. ¿La razón? La industria hollywoodense fue la única que mantuvo un número de producciones con cierta calidad, las cuales eran enviadas a los Aliados. Sin embargo, el encanto terminó en unos años como consecuencia de los cambios políticos, económicos y sociales y la llegada de la televisión como diversión barata diaria.
Todas estas circunstancias marcaron las películas de posguerra de la década de los 50 de entre las que sobresalen las producciones de Alfred Hitchcock, sobre todo su gran obra La ventana indiscreta (Rear Window) de 1954 con la participación del actor James Stewart en el papel protagónico junto a Grace Kelly. Esta cinta, innovadora en su técnica visual, presentó la historia de L. B. Jeffries, un fotoperiodista postrado en una silla de ruedas como consecuencia de un accidente. Imposibilitado a salir de su departamento, el protagonista comienza a mirar de cerca la rutina de algunos de sus vecinos hasta que este pasatiempo se convierte en una obsesión marcada por un supuesto crimen: un solitario Lars Thorwald mató a su esposa. Jeffries, con ayuda de su novia Lisa, la enfermera que lo cuida, Stella, unos binoculares y su cámara de largo alcance, resuelve el crimen y le ofrece a la policía las pruebas que necesitan para arrestar al asesino.
La ventana indiscreta está basada en el cuento corto It Had to Be Murder de Cornell Woolrich. El guión de John Michael Hayes controlado por Hitchcock, presenta elementos que no formaban parte de la historia original, pero que obedecían al estilo del director y a una de las características más icónicas de la obra de Hitchcock: la figura femenina. Para esta cinta, las actrices Grace Kelly y Thelma Ritter representaron la obsesión del cineasta con la presencia de una mujer en cada una de sus obras como punto determinante dentro de la narrativa.
Sin embargo, la presencia de una elegante Grace Kelly cuyos diseños influyeron en el concepto de moda de la época –gracias al trabajo en vestuario de la diseñadora de alta costura Edith Head–, no es el punto más emblemático y misterioso de La ventana indiscreta. No, se trata de la manipulación del espectador a través de la figura masculina, de Jeff, sobre todo a través del mismo James Stewart. Pero, ¿cómo es esto posible?
Hitchcock es conocido como el “Maestro del suspenso”. Desde que comenzó su carrera fílmica dentro del cine mudo, el cineasta británico tomó el misterio, la intriga y el suspenso, como los ingredientes básicos de cada una de sus historias. Con el tiempo y el dominio de su técnica única e innovadora, llevada a su punto máximo con su llegada a Hollywood, estos mismos puntos dejaron de ser ingredientes y se convirtieron en una narrativa misma que sirvió como una forma de controlar las emociones del espectador.
En La ventana indiscreta, las audiencias son como el protagonista: un hombre que, como mencionamos, se encuentra aislado en un departamento pequeño del que sólo conocemos una habitación. Jeffries no se puede mover y por eso comienza a espiar a sus vecinos. Mira con atención cada detalle y descubre los secretos y características íntimas de cada uno: la bailarina, la solterona, el matrimonio del perrito, el músico, los recién casados y el asesino. Sucede exactamente lo mismo con las audiencias que se encuentran frente al filme: sólo pueden mirar a través de su perspectiva –la que Hitchcock quiere–, son espectadores, como el mismo Jeff, de una historia marcada por el suspenso de descubrir a un asesinato que parece no serlo.
Esta condición del espectador, el cual depende de la perspectiva del personaje, supone un control en lo que Hitchcock quiere que veamos y entendamos. Es bien conocida la obsesión del autor por controlar cada aspecto de sus producciones, una obsesión que parecía cruzar la línea íntima de sus actrices, sobre todo. Esta forma de mirar el filme, con una sola perspectiva controlada por Hitchcock, es la prueba más grande que se tradujo en otras técnicas visuales en sus filmes posteriores.
Ahora bien. ¿Qué hay de Jeffries y James Stewart? Al principio hablamos en la influencia de la guerra en el cine, y éste en la moral y concepción ética de las audiencias. Hitchcock, como uno de los más grandes directores en la historia del séptimo arte, era consciente de esta cualidad al grado de explotarla con el protagonista. Stewart participó de manera directa en la guerra como parte de la Fuerza Aérea. Como a todos los que regresaron a casa, el conflicto bélico marcó su vida y, por ende, su presencia frente a la cámara. Hitchcock lo sabía y decidió exponer el dilema moral del actor a través de Jeffries y la enorme duda: “¿Me pregunto qué tan ético es observar a un hombre con unos binoculares y un lente de largo alcance?, ¿sigue siendo ético si incluso pruebas que cometió un crimen?”.
La sociedad estadounidense, y en general en todo el mundo, estaba dividida después de que con los años comenzaron a surgir evidencias de los crímenes cometidos durante la guerra no sólo por los nazis, sino también por los supuestos “héroes” de la historia. Hiroshima y Nagasaki se convirtieron –y siguen siendo– en la sombra de la doble moral americana; lo mismo para los soldados rusos y su llegada a Alemania donde violaron a miles de mujeres como un castigo que todos –o mejor dicho todas, en este caso– debían pagar. Reino Unido, Francia, Polonia, Ucrania… nadie escapó a la misma pregunta que Jeffries se hace cada vez que se asoma por la ventana.
Esta característica de La ventana indiscreta también se puede entender como una forma de manipular al espectador a un nivel mucho más profundo que el impacto visual de la perspectiva del protagonista: se trata, al igual que la trama del filme, de entrar en lo más privado de una persona, en su concepción del bien y el mal, en las secuelas de su pasado. ¿La ventana indiscreta podría manipular y controlar a una audiencia del nuevo milenio? Sin duda. Y no se trata de un comparativo forzado, pero esa incursión en la intimidad de los vecinos de Jeff, y en el dilema moral de la sociedad, se asemeja en algunos aspectos a la exposición constante y consciente de la privacidad de las personas a través de las plataformas sociales. Sólo que aquí, a diferencia de la historia en el filme, los usuarios son verdugos, y al mismo tiempo víctimas. Observan, pero también son observados.
En alguna entrevista, Hitchcock reveló que algunas personas le decían que era un monstruo por la trama de sus filmes, marcados por crímenes violentos y la resolución de los mismos; sin embargo, más que por la historia de una muerte y el misterio alrededor de esta, Hitchcock era un monstruo que entró con La ventana indiscreta y sus más de 50 películas, en la mente de cada uno de sus espectadores para definir, al final, el concepto de suspenso.