El miedo es una de las emociones primarias, por decirlo de alguna manera, de los hombres. Nos mantiene alerta y nos ayuda a sobrevivir en caso de que sintamos que nuestra vida está en peligro. Es latente, permanece en silencio sólo en caso de que lo necesitemos, y en pocas ocasiones, está presente ya no como una forma instintiva inherente del hombre, sino como parte de la cotidianidad o la realidad de una persona.
En México, como consecuencia de la violencia generada por la inseguridad y los grupos delictivos asociados al tráfico de drogas, muchas personas hacen del miedo una forma de supervivencia pero también una realidad de todos los días. Y en estas situaciones, nadie se salva: hombres, mujeres y niños, por igual, viven alerta ante la enorme posibilidad de convertirse en víctimas que deviene por una falta de justicia y muchas respuestas. Lo hemos dicho varias veces. México es un país que se cimienta en violencia, en cifras alarmantes de desaparecidos, asesinatos, feminicidios, violaciones a los derechos humanos, masacres y crímenes de Estado.
A través de los medios de difusión masiva, nos presentan las distintas realidades de las comunidades que viven de forma directa, los efectos de la violencia y la inseguridad; sin embargo, como si se tratara de una ficción, las historias que están detrás o que no se conocen, muchas veces son peores y no alcanzamos a distinguir o siquiera comprender la gravedad del asunto y el hecho de que en México, tal cual, nos están matando y reduciendo las posibilidades de un futuro.
De esto trata la cinta Cómprame un revólver de Julio Hernández Cordón. Su filme, el cual se presentó con mucho éxito en la edición de Cannes de 2018, nos presenta las distintas realidades de un mismo país, pero dando principal atención a la desaparición de mujeres y el fin de la inocencia de los niños en algunas entidades. Así, también nos ofrece un panorama muy específico de las consecuencias de la presencia del narcotráfico y su inmersión total en la vida de las personas.
Cómprame un revólver tiene como protagonista a Huck, una niña de no más de 10 años que vive con su papá en una RV frente a un campo de béisbol. Él es el encargado de mantener limpio el campo y listo para que los narcos de la zona puedan jugar y tomar ahí. ¿Qué hay de la mamá? Desaparecida, lo mismo que la hija mayor. Para que Huck no corra con la misma suerte, su papá la viste como niño, le corta el cabello, la obliga a utilizar un casco y una máscara y está encadenada dentro de su casa, la cual no se acerca a un hogar.
El papá de Huck es un “esclavo” del grupo delictivo al que le pagan con drogas para mantener su adicción. No se ha ido porque cree que, de alguna manera, va a encontrar a su esposa e hija y podrá librar a Huck del mismo destino. Pero las expectativas frente a la realidad de un futuro desalentador, son otras. Filmada en Sonora, uno de los estados que mayores estragos ha sufrido, el panorama del desierto y el clima, ayudaron al director a darle un sentido de desolación y desesperación a los dos personajes principales que no pueden escapar de ningún entorno. En cuanto a los personajes circunstanciales, está un grupo de niños “perdidos” que viven para vengarse de los malos y, de paso, buscar el brazo de Ángel, el cual fue amputado por “rata”…
Cómprame un revólver es una película desagradable que desde las primeras escenas y palabras de Huck, te anticipa a un viaje de desesperación que deja a las audiencias, por no decir menos, asqueadas. La película se cuenta con una narrativa sutil, sobre todo con planos cerrados en momentos clave que presionan al espectador a querer adivinar el futuro de los personajes sin saber que este, en realidad, no existe.
En algunas críticas internacionales sobre la cinta, la describen como un mundo distópico en el que convergen varios mundos imaginarios e infantiles conocidos en la cultura popular como el de Peter Pan, los de Mark Twain e incluso Mad Max; sin embargo, y sin perder de vista que se trata de una película “basada en hechos reales”, Cómprame un revólver, lamentablemente, está mucho más lejos de ser distópica y de presentar un panorama negativo de estas historias. ¿La razón? Es una realidad, y para esta, no hay escapatoria.
Pero si estás vivo es porque tienes suerte, dice Huck…