En el 2000, Gael García Bernal llegó al Festival de Cannes como parte del elenco de Amores perros de Alejandro González Iñárritu, una película sobre pobreza y violencia, dos partes que no pueden existir una sin la otra, o bien, si la afirmación resulta muy radical, se potencian a sí mismas. Casi 20 años después, Gael regresó a Cannes en su edición con su propio largometraje, el segundo de su carrera como director, titulado CHICUAROTES.
En la primera, Gael interpretó a un joven que vive en un entorno de pobreza y falta de oportunidades. En Amores perros, distintos relatos convergen a través de situaciones desesperadas en las que los protagonistas viven una tragedia que, con seguridad, termina igual o peor. Para CHICUAROTES, García Bernal dirige a un personaje muy similar al suyo: un joven que vive a la sombra de la pobreza y la violencia.
CHICUAROTES nos presenta a Cagalera y Moloteco, dos jóvenes que en la primera escena, los vemos trabajando como payasos de transporte público. Ante la “indiferencia” de la gente, deciden asaltar el camión, esto relacionado, después, con la promesa de una plaza en el gobierno. Un crimen los lleva a otro hasta que su vida se convierte en un círculo sin salida donde ambos, en teoría, deben pagar las consecuencias de sus actos y malas decisiones.
El escenario de la película es San Gregorio Atlapulco, y el nombre del filme hace referencia a las personas que son oriundas de este pueblo de Xochimilco. Cagalera (porque siempre la caga, dice Benny Emmanuel, el actor) y Moloteco se desarrollan en un ambiente más de pobreza de todos los que construyen la Ciudad de México, sin olvidar que las cosas en sus hogares no son nada favorables.
Baturro es el padre alcohólico y golpeador de Cagalera, quien vive con su madre (una mujer sumisa y acostumbrada a la violencia interpretada por Dolores Heredia), su hermana Guily y un hermano Víctor. En cuanto a Moloteco, vive solo en un cuarto de lámina alejado del pueblo; sin embargo, es este el que representa la parte más emocional y trágica de un filme que nunca termina de contar sus historias. CHICUAROTES centra su atención en el fin de Cagalera, más que en el desarrollo natural de un personaje que atraviesa esta clase de eventos.
El primer plan de Cagalera es dejar de humillarse como payaso y juntar el dinero suficiente para salir de Atlapulco, pero de manera abrupta y sin una secuencia que vaya de acuerdo con el ritmo, su plan cambia a la compra de una plaza que termina, sin estructura narrativa (al menos en el guión), en el secuestro de un niño del pueblo y la sorpresiva presencia de un criminal de poca monta llamado Chillamil que parece no funcionar en la historia de CHICUAROTES.
La historia que se plantea en la hemos visto de formas distintas en otras tantas producciones mexicanas y latinoamericanas a lo largo de los años. La diferencia, quizá, entre esta cinta y las demás, es que su guión no sigue un mismo ritmo y los personajes navegan en una confusa pero suave tragedia.
A lo largo de la historia, los dos protagonistas se enfrentan a situaciones que los mexicanos conocemos bastante bien: la justicia por propia mano, la corrupción de las autoridades, los asaltos de diario en el transporte público, la violencia sexual e intrafamiliar. Pero pareciera que ninguna termina por definirse, y convierte a CHICUAROTES en un relato que a veces se define como una extraña comedia (¿realmente nos debemos reír de todos los acontecimientos que pretenden ser graciosos en la película?).
La actuación de Benny Emmanuel como Cagalera es de aplaudirse. El actor realmente encarna al adolescente fastidioso que cree que tiene el mundo (en decadencia) a sus pies, sobre todo cuando sostiene una pistola en la mano. Su lenguaje, desde la ficción, es acertado. Gabriel Carbajal, Moloteco en CHICUAROTES, encarna a un joven inocente y retraído que le sigue el juego a su único amigo.
El “problema” de CHICUAROTES reside en un guión sin un mensaje claro. ¿Los adolescentes deben aprender de sus errores?, ¿un joven que permite que violenten a su novia merece una segunda oportunidad?, ¿el peso debe recaer siempre en el personaje que acompaña?, ¿normalizamos la violencia al punto en que nos podemos reír de ella?, ¿CHICUAROTES es una crítica a la violencia o una mirada simple de la terrible realidad mexicana?
Como siempre, la última palabra la tienes tú. Recuerda que CHICUAROTES se estrena este 27 de junio en salas del país.