México lleva más de 100 años haciendo cine. De las primeras obras que se tienen registradas está Tepeyac de José Manuel Ramos que data de 1917, a la que le siguieron dos grandes producciones del mismo director como Viaje redondo y El zarco de 1920.
Estas películas mexicanas fueron el primer paso de lo que se convertiría en una de las expresiones artísticas más reconocidas en el mundo, y en representación de México, además del muralismo y la fotografía.
Se podría decir que México cuenta su historia a través del cine con cientos de historias que van desde la adaptación de obras fundamentales de la literatura, hasta las ficciones, las cuales han demostrado que siempre son superadas por la realidad.
Tenemos Santa de 1932 de Antonio Moreno, la primera película sonora mexicana. También La llorona de 1933 de Ramón Peón, la cual es considerada como la primera cinta de terror en México. Allá en el rancho grande de Fernando de Fuentes podría inaugurar el cine ranchero que nos representó en todo el mundo por más de 30 años en figuras como la de Jorge Negrete y Pedro Infante.
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Un cine diverso, como México
Y así nos podemos seguir hasta llegar al cine que se hace en la actualidad y que recupera la denuncia social que siempre ha permeado en nuestro quehacer fílmico de formas sutiles y directas.
El cine mexicano es historia, es memoria y es la recuperación de las distintas identidades de la sociedad mexicana que se definen, al mismo tiempo, en las múltiples realidades de un país diverso pero también trágico.
Para hablar de cine mexicano, y de lo fundamental que resulta, es que realizamos una lista breve de algunas de las mejores películas mexicanas en nuestra historia:
Los olvidados (1950) Luis Buñuel
En 1947 y 1949, Luis Buñuel trabajó en el Gran Casino y El gran calavera, dos películas que dejaron insatisfecho al director español a partir de que se realizaron como favores comerciales para ver resultados en taquilla, y por ende, sin el estilo fílmico que caracterizó a Buñuel en el mundo: el surrealismo. Así que decidió rematar con una de las películas más grandes no sólo del cine mexicano. Se trata, por supuesto, de Los olvidados de 1950.
El guion, trabajado junto a Luis Alcoriza, se realizó bajo la la lente de Gabriel Figueroa en una película que es brutal en todos los sentidos. Los olvidados nos presenta a Pedro, un niño inocente que vive con su madre, y Jaibo, un delincuente juvenil que acaba de salir de una correccional y que tiene el objetivo de asesinar a quien supuestamente lo delató.
La vida de estos dos se encierra en un círculo marcado por la pobreza, el hambre y la violencia. Pedro representa la inocencia inherente de los individuos (los cuales se corrompen dentro de la sociedad) mientras Jaibo entiende el mundo de dos formas: o matas, o te matan. Buñuel, después de dos años de investigación en los barrios más pobres de la Ciudad de México, quiso presentar una realidad tan apabullante y lastimera, que los sueños de los protagonistas están infectados de pobreza donde no hay salida.
Los olvidados, la cual se filmó en 21 días intensos, tuvo un estreno mediocre en México, de unos cuantos días, ante la indignación y enojo del gobierno y la clase conservadora. Primero, porque un español venía a contar las desgracias de los pobres (aquellos que son ignorados y olvidados por las autoridades), y en segundo lugar, porque se pensó dejaba mal parado a México a nivel internacional.
Buñuel llegó a Cannes en 1951 con Los olvidados y se llevó el premio a Mejor Director, además del aplauso de la crítica, otorgándole así una nueva oportunidad a las audiencias mexicanas de ver una historia que era suya, y sigue siendo nuestra.
Macario (1960) de Roberto Gavaldón
El 9 de junio de 1960, se estrenó Macario de Roberto Gavaldón, una cinta protagonizada por Ignacio López Tarso y que llegó hasta la ceremonia de los premios Oscar en representación de México por primera vez para nuestro país. Basada en una novela alemana, Gavaldón inauguró una nueva etapa en el cine nacional que pondría por encima (sí, más) el cine mexicano de calidad, aquel en el que resaltan cada una de las cualidades fílmicas de una película.
Esta película nos presenta a un campesino llamado Macario que realiza una especie de viaje iniciático donde conversa con la muerte, interpretada por Enrique Lucero. Primero, ante la pobreza y el hambre, Macario debe decidir con quién compartir un pavo, y entre sus opciones está Dios, el diablo o la muerte, cediendo ante esta última quien a cambio, le ofrece la posibilidad de curar personas en el pueblo, pero no de la elección de Macario, sino de la muerte misma.
Macario contó con la participación de Gabriel Figueroa, quien se llevó el premio a Mejor Fotografía en Cannes por encima de grandes producciones como La dolce vita de Federico Fellini, y quien también fue responsable de darle a México una de las películas más simbólicas y bellas en nuestra historia. Gavaldón tomó a todo su equipo de producción y se los llevó a filmar algunas escenas a las Grutas de Cacahuamilpa en Guerrero y unas lagunas en Puebla, además de la construcción de escenarios en los estudios Churubusco.
Macario permanece como una de las películas mexicanas más definitivas que destacan por presentar un imaginario de la muerte que permanece en la sociedad mexicana y que dentro del cine, se alejó de todo lo que se había visto hasta ese momento, sobre todo a través de producciones de la Época de oro donde se minimizaba el efecto de la muerte en los mexicanos, y se veía desde una perspectiva un tanto absurda.
El castillo de la pureza (1972) Arturo Ripstein
La década de los 70 fue grandiosa para el cine en México, pues se retomó la Academia Mexicana de las Artes y Ciencias Cinematográficas, la celebración del Ariel, se inauguró la Cineteca Nacional en los Estudios Churubusco y se creó el Centro de Capacitación Cinematográfica. Todo esto en servicio de un cine de calidad que a la par, sirviera como una proyección de la sociedad y el gobierno del país.
Durante esta misma época, se comenzaban a desarrollar dos tipos de cine. Por un lado estuvieron las ficheras, considerada como una de las peores épocas del cine mexicano (AQUÍ una nota sobre eso). Sin embargo, a la par, surgía en México un ejercicio fílmico durante la época de apertura que presentaba historias crudas y complejas de la realidad del país (basadas en hechos reales, literal) y que se servían de una narrativa similar, casi precaria, para contarse.
Surgió así Arturo Ripstein, alumno de Buñuel, quien desarrolló en los 70 una vasta filmografía que es liderada por El castillo de la pureza de 1972, cinta protagonizada por Claudio Brook, Rita Macedo, Arturo Beristáin y una joven Diana Bracho. La película, escrita junto a José Emilio Pacheco, nos muestra a un padre de familia que durante casi 20 años, mantiene encerrada y oculta a su familia del mundo exterior y sus supuestos peligros. Todo comienza a derrumbarse cuando sus hijos entran a la adolescencia y sus instintos sexuales, comienzan a salir a flote.
La historia está basada en hecho reales sucedidos en 1959 en la Ciudad de México. un sujeto llamado Rafael Pérez Hernández, encerró por 15 años a su esposa y sus hijos llamados Soberano, Librepensador, Indómita, Triunfador y Bienvivir, quienes representaban con sus nombres, la manera en que se debía realizar una sociedad.
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Canoa (1975) Felipe Cazals
Junto a Arturo Ripstein, otro nombre que se debe mencionar es el de Felipe Cazals. Este director mexicano representó la realidad de la sociedad mexicana en sus estratos más bajos, o por decirlo de otra manera, en sus formas más primitivas, aquellas que son instintivas, brutales y pasionales. Y al igual que Rispetin, lo hizo retomando episodios increíbles de la realidad mexicana.
En los 70, Cazals desarrolló una trilogía que arrancó con Canoa y El apando en 1975, y terminó en 1976 con Las poquianchis. El apando fue escrita sobre la obra de José Revueltas, la cual se basó en la experiencia del escritor tras estar encerrado en el Palacio de Lecumberri. Las poquianchis retomó la historia de un grupo de mujeres que secuestraban, prostituían y asesinaban mujeres.
Pero es Canoa la que le dio a Cazals el Oso de Plata en la Berlinale. Con algunos detalles de filme documental, se presentó la historia de cinco trabajadores de una universidad que en medio de una fuerte lluvia, piden asilo en San Miguel Canoa en el estado de Puebla. Lucas les brinda un techo y les cuenta cómo el cura del pueblo, ha provocado que la gente asesine a supuestos bandidos o enemigos…
Los cinco trabajadores, finalmente, son “confundidos” con comunistas y son linchados por los pobladores. Canoa está basada en un episodio real de septiembre 1968, y Cazals lo convirtió en una película en menos de 10 años del evento, el cual sucedió el mismo año de la trágica tarde de octubre en Tlatelolco.
Si algo distingue a Canoa y al cine de Cazals, es la vigencia en su tema, el cual está íntimamente ligado con la pobreza, la religión y las palabras que solas no significan nada, pero que reunidas y emitidas por una figura de supuesta autoridad moral y ética, toman un significado que se puede convertir en un peligro para la vida misma.
La ley de Herodes (1999) Luis Estrada
Era la gestión de Ernesto Zedillo a un año de que se realizaran las elecciones del nuevo milenio y que, como sabemos, rompieron con aquella dictadura disfrazada de democracia: la salida del PRI de la presidencia en un momento en el que la población no votó por un sujeto llamado Vicente Fox, sino para que se saliera un partido que había sumido en la corrupción a un país de enormes proporciones económicas y culturales como México.
Unos pocos años atrás, Luis Estrada estaba trabajando en el guion de una película que daría paso a la sátira y/o farsa política en el cine. Estamos hablando de La ley de Herodes, la cual iba a ser protagonizada por Jesús Ochoa (en orden de la idea de un político gordo y corrupto), pero que terminó en manos de Damián Alcazar para interpretar a Juan Vargas, un pelado que es elegido por un priista de nivel medio-bajo (dentro del partido) para ser el nuevo alcalde de un pueblo de mayoría indígena.
Vargas llega al poder con la idea de hacer un cambio, pero con Constitución bajo el brazo (literal) y una pistola, se sume en la corrupción de un pueblo que ha sido exprimido en todas sus formas. Vargas es, entonces, el personaje de lo absurdo y de lo que sólo sucede en México: después de extorsiones y hasta asesinatos, el señor llega a ocupar un lugar en alguna cámara del gobierno… y su retórica ya es su arma.
La ley de Herodes se hizo a duras penas después de que el director y el elenco enfrentaran amenazas y hasta sobornos para que nunca se realizara (en épocas priistas, sería la primera película en poner una imagen del PRI como el partido de la corrupción). Y ya que se realizó, vino la segunda parte de un ataque orquestado con la proyección sin permiso en la Cineteca Nacional con una copia editada que parecía de un puesto pirata.
Amores perros (2000) Alejandro González Iñárritu
Pocas veces el debut de un director es tan impresionante como el de Alejandro González Iñárritu con Amores perros, su primer largometraje. Esta cinta lo llevó a Cannes, lugar en el que recibió el premio de la Semana de la crítica en largometrajes, dando paso a un recorrido por distintas ceremonias y fiestas de cine en el mundo incluidos los premios Oscar en representación de México.
Amores perros es una película coral (es decir, historias separadas con personajes distintos que se unen en un punto de la trama, pero no necesariamente se conocen) donde convergen las historias de Octavio, Valiera y el Chivo, tres personajes trágicos que representaron la idiosincracia mexicana en sus distintos niveles y “sectores”: el económico y el social.
Iñárritu trabajó con el guion de Guillermo Arriaga, y se reunió con Rodrigo Prieto (nominado al Oscar 2020 por su trabajo en The Irishman de Martin Scorsese) para la fotografía. El resultado fue abrumador. En más de dos horas, vemos historias paralelas y demasiado mexicanas como para ignorarlas; sin embargo, la cualidad que tiene Amores perros y su importancia en el cine nacional, es que siempre se pensó para escalar a nivel internacional.
El escenario de Iñárritu es una ciudad confusa, enorme y diversa que no se respeta entre sí. El director hace un recorrido en la clase alta con el personaje de Valeria, una modelo española, y en las más bajas con Octavio y El Chivo, un cuate que está enamorado de la novia de su hermano y un matón indigente. Lo único que tienen en común son el amor por sus perros, los cuales son un extraño reflejo de sí mismos donde los tres, perdidos en su tragedia, deambulan como perros extraviados y heridos.
Y tu mamá también (2001) Alfonso Cuarón
El debut fílmico de Alfonso Cuarón se dio a principios de los 90 con Sólo con tu pareja, la cual le dio paso a producciones en Hollywood como La Princesita y Grandes esperanzas (esta última, dicho por el mismo Cuarón, su peor película a la fecha). Sin embargo, unos años después volvió a México para filmar una cinta que lo respaldó como cineasta y le dio a México una nueva entrada en las conversaciones internacionales.
En 2001, Cuarón estrenó Y tu mamá también con Gael García Bernal, Diego Luna y Maribel Verdú en los personajes protagónicos. La cinta retrata a dos adolescentes, Tenoch y Julio, los cuales emprenden un viaje junto a Luisa, una española que está casada con el primo de Tenoch, quien viene de una clase alta social y política. Los dos son jóvenes, hablan con groserías, apenas si se saben expresar, creen saberlo todo, incluso creen saber tener sexo, pero la presencia de Luisa, quien se vuelve una especie de manzana de la discordia entre los dos, les indica que poco o nada saben.
La película tuvo una proyección en Venecia, pero se presentó primero en México a diferencia de lo sucedido con Amores perros de Iñárritu, la cual llegó al país con un premio internacional y una calificación alta por parte de la crítica. Y tu mamá también se estrenó aquí, y a pesar de tener una buena taquilla, la deshizo la crítica mexicana al señalar la “precariedad” del lenguaje hablado de los dos protagonistas hombres, el cual está asociado con su edad. Pero no. Y tu mamá también nunca fue ni será una película de adolescentes como se expuso hace casi 20 años.
Esta cinta de Cuarón es un enorme ensayo, a veces gracioso por la imbecilidad que impera en sus protagonistas adolescentes (aquella imbecilidad en la que los ataques, por ejemplo, vienen del hecho de que uno se acostó con la novia del otro), de las identidades, y no necesariamente en la juventud, sino en toda la vida. Y esta madurez fílmica, se refleja en una escena final narrada por partes que termina en un “Nunca volverán a verse“.
El violín (2005) Francisco Vargas Quevedo
La brutalidad de la realidad de un país ajeno al nuestro, incluso fuera de nuestro tiempo, siempre nos parecerá, al menos en el cine, algo sumamente atractivo y digno de nuestra atención. Vemos películas bélicas o personajes trágicos que se enfrentan a situaciones tan complejas, que quisiéramos sólo se quedaran en la ficción. Pero nos gusta porque es ajeno.
Por eso es extraño cuando un mexicano ve una película mexicana en la que se revela una situación que preferimos se quede en el silencio incómodo de conversaciones “radicales”. Y eso fue precisamente lo que sucedió con El violín de Francisco Vargas Quevedo, la cual tuvo su paso por Cannes en 2006 y le valió a su protagonista, el señor Ángel Tavira, un premio por su actuación.
Sin embargo, lo extraño de El violín en comparación con otras películas mexicanas (muchas incluidas en esta lista), es que nos obligó a ver la historia que se repite en México: las injusticias y el hecho de que encontramos en la música, un punto de conciliación entre lo que es bueno y lo que consideramos malo.
El violín tiene en el centro de su historia a Plutarco, un músico y campesino que junto a su hijo, forma parte de las filas de guerrilleros que se enfrentaron al ejército durante la guerra sucia de la década de los 70. Ante la llegada de los militares al pueblo, Plutarco (un viejo sin brazo que toca el violín) debe llevarles todas las armas que se escondían en el campo, pero para hacerlo, debe atravesar las líneas del ejército donde conoce a un general que le pide interprete piezas musicales que le recuerden su pasado humilde…
El violín está filmada con maestría por Martín Boege en un fuerte contraste de blanco y negro que potencia los peligros a los que diario se encuentra Plutarco.
Tempestad (2017) Tatiana Huezo
Entrar a una sala de cine y saber que vas a ver una película de terror, genera cierto nerviosismo, algo de adrenalina porque te anticipas a que algo malo va a suceder y que te vas a asustar. Quizá no te aterrorices, pero sabes que en un par de ocasiones te va a dar miedo algo. Este mismo sentimiento sucede cuando vamos a ver un documental mexicano… sabes que vas a ver algo tan terrible, que te va a costar trabajo negarlo después.
El filme documental en México, al ser, como su nombre lo indica, una documentación de lo que sucede en el país, siempre nos acerca un poco más a pensar que México es una tragedia por sí misma, pero una tragedia que sigue en pie y que a estas alturas del partido, ya no hay diferencia con el miedo. Y esto mismo es lo que dice una de las voces del documental Tempestad de Tatiana Huezo de 2017.
Tempestad tiene varias voces o testimonios, pero es Miriam la “protagonista”, una mujer que fue acusada de tráfico de personas sin prueba alguna, hasta llegar a una cárcel violenta del norte de México. Y al mismo tiempo, escuchamos la historia de una madre que busca a su hija, la cual fue desaparecida por hijos de judiciales, acusa, pero al mismo tiempo dice “Ya no tengo miedo”.
La unión de los testimonios no se basa en el hecho de que las voces principales sean mujeres, sino en que ante la inmensa cifra de víctimas de las distintas formas en que la violencia se manifiesta en el país, estas se hacen invisibles, desaparecen y quedan sin voz. Aquí hay dos mujeres con dos historias distintas que han podido contar su historia de desaparición, ¿pero qué hay de las miles de familias y víctimas que permanecen en el silencio de un momento tan abrumador y que nos sobrepasa?
ROMA (2018) Alfonso Cuarón
Ninguna película mexicana, al menos en lo últimos años, había recibido tanta atención nacional e internacional como ROMA de Alfonso Cuarón. Y con justa razón, a decir verdad. Esta cinta marcó el regreso del director al país para filmar una cinta que aludía a su niñez en la Ciudad de México, específicamente en la colonia Roma. Y también es justo decirlo, el nombre de Alfonso Cuarón por sí mismo pesó lo suficiente después de haber sido protagonista de los Oscar con Gravity unos años atrás.
Pero ROMA se vale por sí misma. La fotografía en blanco y negro, llevada por el mismo Cuarón, fue impresionante, y luego está la historia que, de principio, pretendía revelar la vida privada de una mujer indígena llamada Cleo en una época convulsa para la sociedad mexicana (los 70, década en la que creció Cuarón), pero que se convirtió en el parteaguas de un movimiento a favor de los derechos de las trabajadoras del hogar.
Y no sólo eso. También está Sofía, la señora de la casa donde trabaja Cleo, y con quien logra identificarse en un momento cumbre para los dos que pareciera ser trágico en su época, pero que resulta definitivo para sus vidas: ambas son abandonadas por sus respectivas parejas, lo que las obliga a enfrentarse a un mundo que sólo concibe una forma de amor, de pareja, de mujer. ROMA es, por tanto, íntima y muy mexicana al enfrentar a la audiencia a conflictos que forman parte de nuestro imaginario.
ROMA es el trabajo de memoria de Alfonso Cuarón y la historia de su única nana, Libo. El director comenzó a recuperar hechos históricos asociados a la vida de la oaxaqueña, los cuales iban íntimamente relacionados con su infancia. Con esto, estamos hablando de dos memorias y dos distintos tipos de imaginación: la de Cuarón de niño y la de Libo.
Ya no estoy aquí (2019) Fernando Frías
En la edición de 2019 del Festival Internacional de Cine de Morelia, se estrenaron varias cintas, algunas de ellas primeros ejercicios fílmicos de futuros creadores. Entre ellas estaba Ya no estoy aquí de Fernando Frías, la cual se llevó el premio a Mejor Largometraje Mexicano y que hace unas semanas se estrenó a través del catálogo de Netflix como parte de sus originales.
Ya no estoy aquí tiene como protagonista a Ulises, un joven de 17 años que pertenece a una subcultura conocida como cholombianos cuya vida se basa en predicar un amor por la cumbia colombiana. Alaban la idea de Colombia, y por eso se hacen llamar Kolombia con K; y en específico dentro de la cinta, Ulises forma parte de los Terkos, un grupo que baila, canta y cuya existencia gira en torno a esto.
Por una situación de peligro, Ulises debe huir de México para llegar a Nueva York en Estados Unidos donde descubre una trágica verdad. El protagonista no habla inglés, pero no es por eso que no se entiende con los demás, incluidos sus propios paisanos. Hay una ruptura de entendimiento y empatía entre él y el mundo por cuestiones tan superficiales como su forma de vestir, hablar y peinarse. Ulises se da cuenta que siempre ha sido un extranjero en su propio país, en su casa.
Ya no estoy aquí es una añoranza por tu lugar de origen, por el grupo en el que moldeaste tu identidad, por un espacio para moverse con libertad. La película está contada en una narrativa partida en dos, el presente de Ulises y su pasado que añora se convierta en su futuro. Pero también destacan otros grandes elementos fílmicos como la fotografía de Damián García, la actuación de no actores liderados por Juan Daniel García Treviño, el estilo de documental de la historia, el contexto sociohistórico del inicio de la infame guerra contra el narco, la migración y el tema central: las identidades y la soledad.
Acá les dejamos el resto de películas mexicanas más destacadas dentro de esta lista:
El compadre Mendoza (1933) Fernando de Fuentes
Enamorada (1946) Emilio “El Indio” Fernández
La diosa arrodillada (1947) Roberto Gavaldón
Nosotros los pobres (1947) Ismael Rodríguez
La sombra del caudillo (1960) Julio Bracho
Ánimas Trujano (1961) Ismael Rodríguez
Viridiana (1961) Luis Buñuel
El ángel exterminador (1962) Luis Buñuel
El callejón de los milagros (1994) Jorge Fons
El laberinto del fauno (2006) Guillermo del Toro
Somos lo que hay (2010) Jorge Michel Grau
El infierno (2010) Luis Estrada
La jaula de oro (2013) Diego Quemada-Díez
Los insólitos peces gato (2014) Claudia Sainte-Luce
Güeros (2014) Alonso Ruizpalacios
La libertad del diablo (2017) Everardo González
Cómprame un revólver (2018) Julio Hernández Cordón
La camarista (2019) Lila Avilés
Sueño en otro idioma (2018) Ernesto Contreras