Quienes pensaban que la abrupta eliminación de México en la fase de grupos de Qatar 2022, provocaría un alud de cambios en la Federación Mexicana de Fútbol, pueden seguir esperando. ¿o soñando?
Si bien el consenso generalizado entre periodistas, aficionados -e incluso futbolistas y exjugadores- es que el fútbol mexicano necesita sacudir su estructura y realizar cambios de fondo y no de forma, las respuestas siguen siendo las mismas palabras vacías de cada cuatro años:
“Haremos un análisis minucioso”, “se reducirá el número de extranjeros”, “mi permanencia, depende de los dueños” y por supuesto, la favorita de los directivos que realmente se muestran dolidos y preocupados por los resultados: “también hay que ver lo bueno que se ha hecho”.
Todas estas frases, han sido dichas a lo largo de los últimos veinte años por los diferentes presidentes de la Federación Mexicana de Fútbol:
Mi continuidad depende de los dueños: Alberto De la Torre tras Alemania 2006.
“Se reducirá el número de extranjeros”: Justino Compeán tras Sudáfrica 2010.
“Hay que ver lo bueno”: Decio de María tras Rusa 2018.
Hoy, Yon de Luisa, presidente en turno, no hizo otra cosa, que no fuera utilizar la receta de sus antecesores, y jugar con las mismas frases y promesas estériles. Ya saben, “los dueños decidirán mi permanencia”, “se estudiará la reducción de extranjeros”, “se hizo un gran trabajo, pero no logramos el objetivo”…
El cambio que necesita el fútbol mexicano
Así pues, va siendo momento de entender -como aficionados- que el anhelado cambio no ocurrirá pronto, al menos, no vendrá de los directivos y responsables de nuestro fútbol. ¿Por qué se arriesgarían, cuando el modelo de negocio es cíclico y les sigue dando resultados? Más, cuando el próximo mundial está asegurado y se jugará en casa.
Al revés, lo que estamos viendo son los clásicos discursos, de disculpa, para después dejar pasar tiempo, esperar a que se nos olvide, endulzarnos la vida con goleadas a Surinam, Guyana Francesa y tal vez un Suiza “B”, y regresar al modus operandi de siempre.
Parece que el cambio que necesita el fútbol mexicano tendrá que surgir, desde nosotros, los aficionados y la manera en la que nos relacionamos con el fútbol mexicano.
Sacudirnos ese falso nacionalismo y al mismo tiempo, dimensionar la verdadera relevancia que tiene el fútbol para un país que diariamente se afrenta a millones de problemas mucho más graves (seguridad, salud, justicia, etc.) que un mundial de fútbol.
Como aficionados, necesitamos cambiar de discurso y de mentalidad. De hacer a un lado la prepotencia con la que nos manejamos, menospreciando a cualquier rival y aceptar que lo que necesitamos es competir.
De dejar de ser “incondicionales” y ser más críticos con lo que se nos pide y lo que obtenemos a cambio. Más allá del nacionalismo, ¿cuáles son los valores que predica e impregna la selección nacional y/o el fútbol mexicano? ¿Queremos ser parte de ello? ¿De las tranzas, la violencia, multripropiedad y manejos oscuros? ¿Del ignorar a las jóvenes promesas, para perpetuar las jerarquías y meritocracia?
¿De reducir el número de extranjeros, pero ampliar el numero de naturalizados?
Y no, tomar una sana distancia de nuestra afición con el fútbol mexicano NO es el fin del mundo. La era en la que vivimos nos permite disfrutar de cientos de ligas y deportes de todas partes del mundo. Lo vemos y disfrutamos cada semana, con la Premier, la NFL, Champions, etc. Encontramos afuera, lo que no nos ofrecen dentro, y no hablo solo de espectáculo, sino también de conocer historias encantadoras como la de Camavinga, Davies y los refugiados que han dado la vuelta a una vida compleja, para cumplir el sueño de jugar un mundial.
De ver que el fútbol, es mucho más que un negocio y una “pasión” que nos emociona y nos entristece. Que el balompié, debe ser un catalizador social, un instrumento de inclusión, de desarrollo deportivo, y también emocional.
Si seguimos pensando que el aficionado fiel nunca cuestiona y que nuestra felicidad depende del quinto partido o de que México gane el mundial, nos estaremos amargando eternamente, pero sobre todo, nos estaremos perdiendo de la verdadera magia del fútbol.
Si en México los dueños y directivos eligen no verla, es nuestra responsabilidad encontrarla y apreciarla. Solo así, podremos generar un cambio.