Si la Selección de Italia logró cambiar su imagen e incluso su identidad de juego, el gran responsable es Roberto Mancini, el hombre que llegó al banquillo de la Azzurra en 2018, después de que la oncena italiana fracasara en su intento por calificar al Mundial de Rusia 2018.
Giampiero Ventura es el hombre que carga con la amarga experiencia de conducir a la azzurra a uno de los momentos más grises de su historia, y fue cesado en 2017. Luigi Di Bagio tomó el mando de la selección en un breve interinato hasta que el 14 de mayo se hizo oficial la llegada de Roberto Mancini.
Cuentas pendientes en Wembley
En su etapa como jugador, Mancini destacó como delantero en la Sampdoria, equipo en el que formó una dupla en ataque con Gianluca Vialli, quien fue su cómplice de 1984 a 1992. Fueron los responsables del título de liga en la temporada 1990-91 y en 1992 disputaron la final de la Champions League.
El rival fue Barcelona y el estadio de la final fue Wembley, a donde han llegado casi 30 años después para disputar la final de la Eurocopa contra Inglaterra. En 1992, Mancini y Vialli tuvieron que volver a casa con las manos vacías tras el gol de Ronald Koeman, con el cual Barcelona conquistó su primera Champions.
Esta vez, en Wembley, Mancini es estratega de la Azzurra y Vialli es delegado o jefe de expedición, por pedido del propio Mancini cuando aceptó el cargo en la Selección de Italia. En aquella Sampdoria jugaba también Enrico Chiesa, padre de Federico.
Mancini y Vialli, una amistad que combate al cáncer
Mancini pidió la contratación de su amigo, Vialli, para ser parte del equipo en cada una de las expediciones después de que el propio Gianluca revelara que que había vencido al cáncer.
Vialli fue diagnosticado con cáncer de páncreas, uno de los más agresivos y mortíferos. Ya en su nuevo cargo en la Azzurra, fue diagnosticado nuevamente en 2019 por lo que se sometió a sesiones de quimioterapia. “Espero que (el cáncer) se canse y me permita vivir los años que me esperan en paz”.
Su lucha contra la enfermedad ha inspirado a jugadores, cuerpo y técnico y demás personal de la Selección de Italia, aunque ha reconocido que vive con temor. “Tengo miedo y estoy preocupado”.
“Una cosa que tardaré es perder es ese sentimiento de irme a dormir o levantarme con un pequeño dolor de tripa o de cabeza. O un poco de fiebre, y pensar que ha vuelto”. Sin embargo, el futbol y la Selección de Italia le han ayudado en el proceso de ir perdiendo el miedo.
“Me siento bien ahora. Parece que incluso los músculos están de vuelta”, indicó y agradeció el hecho de tener de regreso los viajes con la Azzurra, al lado de su amigo, Mancini.
“Eran las dos figuras de la Sampdoria. Los llamaban los gemelli (gemelos). Su amistad ha trascendido y ahora Vialli es el de jefe de expedición tras superar un grave problema de salud. Es un gesto muy entrañable”, destacó en Marca Víctor Muñoz, compañero español de ambos en la Sampdoria.
Mancini, el hombre que se quitó la marca del catenaccio
Roberto nació en 1964, año en el que el Inter de Milán dominaba las canchas en Italia y en Europa con el catenaccio. Ese equipo era dirigido por Helenio Herrera y ganó dos Champions al hilo, en 1964 y 1965.
En 1967, el Catenaccio de Helenio Herrera se derrumbó en la final de la Champions contra Celetic y aunque resurgió en el Milán de Arrigo Sachi y en el Inter de José Mourinho, Italia comenzó a quitarse esa etiqueta a nivel selección con Mancini.
Aunque el propio estratega ha sido influenciado por este estilo, su experiencia en el futbol fuera de Italia le ha dado armas, principalmente al mando del Manchester City, al que dirigió de 2009 a 2013.
En cuatro años se tuvo que adaptar a un estilo de futbol sumamente ofensivo, el cual replicó en Turquía y Rusia, hasta que llegó su oportunidad en la Azzurra.
Con la Selección de Italia renovó no sólo al plantel, sino el estilo, de modo que no pensó mucho en darle mayor peso en el juego a jugadores como Lorenzo Insigne, el más pequeñito del plantel y que en otras épocas no habría cobrado tanto protagonismo por su baja estatura.