Vivir en México se trata de convivir con millones de aficionados al futbol. Vivir en México también representa vivir en un país en el que el 70 por ciento de las mujeres han sufrido violencia. En teoría no hay relación entre un dato y otro, pero últimamente están más cerca de lo que pensamos.
Y sí, hablamos específicamente del caso de Renato Ibarra, ese que muchos pensaron habíamos olvidado o enterrado y no, lo tenemos muy presente (ahora más que nunca).
A pesar de haber sido acusado en 2020 por su propia esposa de tentativa de feminicidio, y más tarde perdonado por la misma, el ecuatoriano regresó a las canchas como si nada. Primero al Atlas y después al América, hecho que no solo fue polémico porque lo separaron cuando se dio a conocer la denuncia, sino porque se aplicó la misma de siempre: “aquí no pasó nada. Borrón y cuenta nueva”. Y en este caso “a marcar goles, ‘campeón'”. Porque esta es la realidad de millones de mujeres en México: impunidad y una falsa definición de justicia, de que el caso se cerró, de carpetazo.
Regresando al tema. La reincorporación del futbolista al plantel dirigido por Santiago Solari no solo pasa por una mala planeación deportiva, también por una serie de valores, de ética, de civismo, de sed de justicia, de plantearnos si debe, Ibarra, quedarse eternamente sin trabajo por lo ocurrido y ¿dónde quedaron esos valores que tanto presume el Club América?
Prensa, afición y equipo: la normalización de la violencia en México
Desde que se anunció el regreso de Renato Ibarra al plantel del América, lo que sobraron fueron comentarios a su favor y burlas hacia la lucha feminista. En un país en el que se registran -al menos- 10 feminicidios al día, es el colmo que se le aplauda a quien se le acusó de tentativa de feminicidio; que se le trate como héroe, que la gente lo vea como si se tratara de un chiste, de un juego. De una realidad ajena que no existe en casa.
Porque tengan muy presente algo: retirar los cargos no significa que la agresión nunca existió.
Pese a las críticas y señalamientos tanto al futbolista como al plantel, el 22 de agosto de 2021, América recibió a Tijuana en el Estadio Azteca y conforme avanzó el partido, la afición coreó el nombre del ecuatoriano para que entrara a la cancha. Mientras, en redes sociales, se hizo el debate: ¿debería jugar? ¿Se le ha perdonado?
Ibarra ingresó a la cancha al minuto 73, con una ovación que se apagaba con los abucheos, pero que nuevamente dominó cuando el futbolista anotó un gol. La inocencia del festejo se perdió cuando la frase “Pégale como si fuera tu esposa” se hizo presente. Ahí fue cuando nos dimos cuenta de algo: él no solo es el problema, también lo son las miles de personas que en tono de burla -o no- pronunciaron esas palabras.
De portadas burdas al “juego” de palabras
El lunes 23 de agosto, las portadas de los diarios deportivos amanecieron con el festejo de la anotación y frases de apología a la violencia. Ninguna se ganó el repudio de las redes sociales como la de CANCHA, con la frase: “Golpe de autoridad“. Esto revictimiza a la mujer y es una burla de la situación. Una decisión editorial que reporteras y periodistas deportivas condenaron, incluso aquellos que forman parte del mismo medio.
Tras estas líneas, uno pensaría que los cuestionamientos van dirigidos exclusivamente a los hombres, cuando no es así. También hay mujeres que defienden a Ibarra.
Hay americanistas que lo apoyan solo porque forma parte del club. En una entrevista publicada por El Universal, notamos que hay quien lo describe como “un ser de luz“. Cuestión de perspectivas, tal vez, pero… ¿por qué no podemos aplicar la sororidad? ¿Por qué debemos aplicar el “podría ser tu mamá, hermana, tía, sobrina, etc., para generar empatía? Porque estamos cerca de un caso así, incluso llegamos a ser las protagonistas de la historia.
Lo de @reformacancha es el ejemplo PERFECTO de la complicidad de los medios que minimiza la violencia de género. Ese titular, en el regreso de un GOLPEADOR de mujeres es una burla. Para las mujeres violentadas, para las reporteras que ahí trabajan, para las aficionadas pic.twitter.com/UXidU46tNT
— Claus Pedraza (@funkyclaus) August 23, 2021
¿Quiénes pagan y quiénes no?
Omar Lomelí apenas tenía 17 años cuando grabó un video en el vestidor del equipo Sub 17. En este, él y sus compañeros aparecían bailando el tema creado en las protestas feministas chilenas “Un violador en tu camino”. El clip se volvió viral: ¿Cómo unos jóvenes pueden usar un tema creado como protesta para burlarse? Tras los señalamientos, los jugadores ofrecieron disculpas y Lomelí fue dado de baja con una liquidación de mil 700 pesos. Por si fuera poco, un trabajador del club se encargó de bloquear su llegada a otros equipos de Primera División.
Tras analizar los castigos que tuvo Omar, ¿qué lo hace diferente a un adulto que fue detenido por tentativa de feminicidio? El interés económico, seguramente. Pero la incongruencia llega con el club que asegura defender la equidad y repudiar la violencia.
“El Club América reitera su compromiso absoluto y cotidiano para contribuir a erradicar la violencia de género y a promover una cultura de respeto hacia las mujeres“, indicó la institución en el comunicado que informó la -supuesta- separación definitiva de Renato Ibarra. A su regreso, el argumento fue de Lucely Chalá, su expareja, y que el jugador tomó cursos sobre el tema.
Contradicciones con impacto
Como aficionada al América, desde que tengo memoria, estas contradicciones me provocan enojo y me quitan las ganas de ver los partidos en los que pueda participar. ¿El equipo pierde algo sin mí? No, como tampoco con la ausencia de otras seguidoras e incluso seguidores. La realidad es que lo sucedido también saca a relucir lo peor de millones de personas y una conducta que se sigue perpetuando, pese a las campañas y a las estadísticas sobre violencia de género.
Lo más triste es que muchos creen que estas quejas y señalamientos vienen de personas “correctas” que se quiebran como mazapán, ¡y no! Es una cuestión de principios, de entender que NO ES NO, que un golpe no es un amor y mucho menos el seguir premiando a los perpetuadores -con o sin denuncias-.
El caso de Renato Ibarra es como mirarnos en un espejo y, al final, darle la espalda.