Por Daniel Montes de Oca | @montesdeoca11
Rafael Puente del Río hizo su debut como director técnico hace siete meses, y 30 partidos después consiguió el ascenso a Primera División con Lobos BUAP.
Fueron sus primeros 30 partidos con el conjunto de Puebla y también los 30 primeros de su vida…
Tuvo una carrera efímera como futbolista, logró debutar en Primera División en el Atlante y pasó de noche por Necaxa.
En la búsqueda del camino deseado incursionó como actor, directivo de las Chivas y comentarista de televisión, siendo esta última faceta en la que más destacó, pero consciente en todo momento de que el sueño estaba en la banca de algún equipo.
¿Cuál? El que se aventurara a creer en un tipo de 38 años con nula experiencia dirigiendo, pero eso sí, con lucidez y conceptos muy claros, además de un deseo y convicción para trascender a prueba de todo.
Económicamente, Rafa no tenía necesidad de moverse de ESPN, pues en la televisora prácticamente le igualaron el sueldo que percibió en Guadalajara como directivo. Sin embargo, salir de su zona de confort y perseguir un objetivo firme lo hicieron tocar varias puertas, de las cuales más de tres nunca se abrieron.
Presentó proyectos y se acercó a las directivas de Pachuca, Atlas, Cruz Azul y Chivas, por mencionar algunos clubes, pero nada prosperó.
En 2016 recibió una oferta para dirigir al Tampico Madero de la Liga de Ascenso, y fue tanta su emoción y deseo por convertirse en entrenador, que aceptó de inmediato. Sin embargo, cuando ‘tocó base’ con la familia, su esposa le puso un freno.
La inseguridad en Tamaulipas y mover a sus hijos de ciudad fueron argumentos suficientes para que el anhelo de dirigir siguiera esperando.
El torneo pasado, mientras Lobos BUAP cumplía con una campaña de mediocre a mala, Rafa envió un mensaje directo a través de su cuenta de Twitter a la directiva del club, solicitando reunirse con ellos para presentar un proyecto.
La petición se la hicieron llegar a Luza Esparza, vicepresidenta del equipo, quien con muchas reservas e incredulidad accedió a recibir a Puente del Río, pues sólo lo conocía en su faceta como analista de televisión.
En la charla, Rafa expuso sus ideas, la necesidad de conformar un grupo de seres humanos antes que jugadores, y pidió que lo tuvieran en el radar por si acaso en el futuro necesitaban de un entrenador.
Las cosas no iban bien en Lobos BUAP y semanas más tarde, mucho antes de lo que el propio Puente del Río esperaba, Luza Esparza consultó con el patronato de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla la posibilidad de contratar al novato, y aunque no recibió el visto bueno de todos los integrantes, la joven directiva decidió arriesgarse y apostar por un cambio.
El torneo Apertura 2016 estaba prácticamente perdido, Lobos naufragaba en los últimos lugares de la tabla y por si fuera poco, Rafa Puente se presentó con goleada de 5-1 en contra ante el Mérida, que en ese entonces era dirigido por su excompañero de panel, José Luis Sánchez Solá.
Puente se jugaba su continuidad como técnico de Lobos y una efímera carrera en la banca en tan sólo cinco partidos. Tras la sacudida del debut, logró cerrar con cierto decoro la campaña anterior, y ahora sí, tuvo tiempo de estructurar mejor al plantel de cara al Clausura 2017.
El equipo cumplió con un buen torneo, nada espectacular, pero amarró su clasificación a la Liguilla como sexto lugar general… El resto es historia…
Dos títulos en menos de un mes: Campeón del Clausura y ganador de la Final por el Ascenso.
Sumamente conmovido, envuelto en lágrimas y dándole crédito en todo momento a los protagonistas del éxito, los futbolistas, Rafa se abrazó de su padre y advirtió que de Primera División nadie lo mueve.
“Yo ahí me quedo y nadie me regresa”, dijo con la conciencia de quien llegó al Máximo Circuito por la única ruta que podía hacerlo, el ascenso, pues nadie iba a darle una oportunidad en la categoría mayor a un novato.
Siete meses y 30 partidos después, los primeros 30 de su vida como entrenador, Rafa Puente del Río demostró que los sueños aterrizan cuando la persistencia puede más que la desilusión.