Cuando se trata de la importancia del futbol femenil, hay muchas frases que la gente —en su mayoría hombres— dice para minimizarla. Que si las mujeres deben regresarse a la cocina, que nunca alcanzarán un “buen nivel”, o la de cajón y que parece ser la favorita de muchos, “no generan lo mismo que un equipo varonil, económicamente hablando”, y francamente… no están equivocados sobre el dinero.
Al menos en México, los salarios son muy diferentes cuando se trata de los y las futbolistas. Mientras ellos ganan millones y viven cómodamente, la mayoría de ellas lleva años en busca de convertir el deporte en un ingreso fijo, que les permita mantenerse.
Sin embargo, no vamos a hablar de qué tan grande o pequeña es esta brecha, sino de su origen. Es muy fácil demeritar el trabajo o el crecimiento durante las últimas décadas, pero la realidad es que éste comenzó antes de lo que muchos sabemos y se ignoró bajo el pobre argumento de que el futbol no es para mujeres.
Los inicios del futbol femenil en el mundo
A diferencia de lo que muchos creen, el futbol femenil no se “inventó” hace unos años. Las primeras mujeres que se acercaron a este deporte fueron las que vivieron en China la época de la dinastía Han, aproximadamente en el año 2 mil 500 antes de Cristo. La variante ‘Tsu Chu’ es la primera evidencia y los juegos de pelota evolucionaron con el pasar de los años.
La “naturaleza violenta” del balompié dejó a un lado a las jugadoras durante un buen rato, hasta 1894. En aquel año la activista Nettie Honeyball fundó el British Ladies Football Club, mismo que sentó bases importantes para el futuro cercano. El 23 de marzo de 1895 se disputó un partido histórico entre dos escuadras conformadas por ese equipo (North y South).
La victoria de 7-1 para las del norte, comandadas por Honeyball como capitana, fue reconocida por los periódicos al haber reunido a más de 10 mil personas. Además los uniformes representaron una revolución silenciosa: blusas, gorras y pantalones bombachos en lugar de faldas.
Dick Kerr’s Ladies y los resultados que incomodaron al mundo
Tanto la Primera como la Segunda Guerra Mundial fueron claves en los primeros pasos sólidos del futbol femenil a nivel internacional. Los hombres eran reclutados para formar parte de las fuerzas armadas y sus lugares en las fábricas fueron ocupados por las mujeres, que se adaptaron a un estilo de vida poco común para ellas.
En él estaban incluidos los descansos llenos de futbol. Preston, Inglaterra, vio cómo un grupo de trabajadoras tomó el deporte como más que un simple momento para dejar de lado el estrés. La Dick, Kerr and Company Ltd. contaba con Alfred Frankland como administrador y poco después, se convirtió en el principal impulsor de ese equipo.
Lo que comenzó como algo para ‘pasar el rato’ tomó por nombre Dick, Kerr’s Ladies y el equipo comenzó a competir a un alto nivel. La Navidad de 1920 pasó a la historia por haberlas enfrentado vs Arundel Coulthard Foundry y posteriormente, las jugadoras se adueñaron de los estadios más importantes del país como Old Trafford y Anfield.
Se estima que solo en 1921 este club disputó 67 partidos ante casi un millón de personas. Lilly Parr era la estrella de la escuadra con solo 14 años y en el libro 366 Historias del Futbol Mundial que Deberías Saber, de Alfredo Relaño, se dice que sus disparos eran tan potentes que una vez le rompió el brazo a un portero que la retó.
Sin embargo, todo lo positivo que había alrededor del equipo terminó por incomodar a los directivos de la Asociación Inglesa de Futbol (FA) y llegó la prohibición a la que deberíamos atribuir las diferencias entre la rama femenil y la varonil en el futbol.
La prohibición que relegó al futbol femenil durante más de medio siglo
“En 1921, la FA prohibió a las mujeres jugar en los estadios de la Liga de Futbol (masculina). ‘El futbol es bastante inadecuado para las mujeres y no debería fomentarse’“, ese era el argumento del organismo en 1921. Ahora la misma FA lo recuerda como parte de la historia del futbol femenil.
Esas palabras sentaron un precedente que hasta hoy afecta a las nuevas generaciones. Y es que no solo se trató de una prohibición en Inglaterra, sino que se extendió a otros países europeos e incluso a Canadá. No obstante, las pioneras mantuvieron la lucha por el simple derecho de pisar una cancha.
Los prejuicios de carácter sexual y los estereotipos machistas dieron pie a que las futbolistas quedaran relegadas. La organización de dos Copas del Mundo en la década de los 70 no es reconocida por la FIFA, ya que tampoco las considera oficiales. Aun así, esos torneos (uno que se llevó a cabo en México) abrieron la puerta a que las barreras se rompieran después de 50 años.
Aquellos Mundiales provocaron que millones de mujeres dejaran atrás los prejuicios y se enfocaran en su pasión. Y la respuesta de la FIFA llegó tarde, pues se decidió impulsar a las mujeres con torneos grandes e internacionales hasta China 1991, la primera edición de la Copa del Mundo que hoy conocemos.
De ahí en adelante hemos presenciado la creación de Ligas como la NWSL, la Primera Iberdrola, la Women’s Super League o la Liga MX Femenil en México. Los problemas refieren, sí, a temas salariales o de desigualdad porque los directivos mantienen amplias diferencias entre sus futbolistas solo porque son hombres o mujeres.
Pero si algo podemos concluir después de remontarnos tantos años atrás, es que los realmente culpables de que “no se genere lo mismo” son sus iguales y antecesores. Esos que le arrebataron el balón a las futbolistas por el simple hecho de ser mujeres, que ahora tienen que conformarse con el nulo o poco apoyo que se le da a su trabajo.
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