Los Juegos Olímpicos son el sueño de millones de deportistas alrededor del mundo. Pero en el caso de disciplinas como el patinaje y la gimnasia, es común escuchar clichés sobre lo difícil que es competir y los sacrificios que esto implica. La realidad es que nos acostumbramos a los casos de éxito en los que la infancia y la adolescencia prácticamente desaparecen o incluso sobre los que tienen que soportar la adversidad en sus diferentes formas para triunfar.
Tokio 2020 marcó un parteaguas, a pesar de que en ediciones anteriores ya habíamos visto a deportistas jóvenes. En skateboarding vimos uno de los podios más jóvenes de la historia, con la japonesa Momiji Nishiya de 13 años llevándose el oro. Rayssa Leal de Brasil conquistó la plata con la misma edad y Funa Nakayama lo completó con 16 años.
Algo similar ocurrió en Beijing 2022 con Kamila Valieva del Comité Olímpico Ruso. 15 años, un caso de posible dopaje, la presión de miles de reflectores y un final lleno de frustración. “¿Por qué te has derrumbado?”, preguntó el entrenador Eteri Tutberidze al terminar el programa largo. Mientras una de sus patinadoras se quedó sin medalla, la campeona olímpica Anna Shcherbakova pasó a segundo plano.
Alexandra Trusova se llevó la plata y fue captada por las cámaras de transmisión diciendo que no quería volver a una competencia nunca. Tres panoramas distintos, tres atletas bajo un estrés que las superó con apenas 17 años o menos, en el caso de Valieva.
Por casos así es que el Comité Olímpico Internacional planteó la posibilidad de imponer un límite de edad. Las deportistas son niñas o adolescentes que lidian con la atención y las críticas de todo el mundo. Sin embargo, uno de los ejemplos más claros se da en la gimnasia; el documental ‘Athlete A’ expone la cruda realidad de esta disciplina en Estados Unidos y, sobre todo, de la complicidad de los directivos que se reflejó incluso en abuso sexual.
Nadia Comaneci y la introducción de la infancia a los Juegos Olímpicos
Además de dar su testimonio en el documental, la exgimnasta Jennifer Sey es productora del proyecto. Formó parte de USA Gymnastics durante la década de los 80 y conoce a la perfección los abusos perpetrados ahí dentro. Su relato nos remonta a los tiempos de Nadia Comaneci, la rumana que fue campeona olímpica en Montreal 1976 con apenas 14 años de edad.
Aquella edición de la justa marcó un parteaguas en esta disciplina y aunque antes veíamos a adultas jóvenes, de ahí en adelante predominaron las niñas y adolescentes como deportistas estrella.
“Comencé en este deporte a mediados de los 70 y diría que el método estándar de entrenamiento en la gimnasia de élite era la crueldad. Era el método aceptado. Podías ser tan cruel como fuera necesario para obtener lo que necesitabas de tus gimnastas, así que esto no es nuevo.
“Y luego vinieron Bela y Marta Karolyi, le dieron validez a ese método. Si el éxito es ganar medallas olímpicas, ellos probaron que ese método era exitoso y la forma correcta de entrenar”, cuenta Sey.
Asimismo, explica que la violencia va más allá del físico. Las gimnastas terminan siendo tan débiles mentalmente, que desconfían de sí mismas en cualquier aspecto. El hecho de que los entrenadores las hagan sentir gordas o malas atletas, genera una cadena de violencia que parece interminable.
“Se creó un ambiente muy peligroso, los desórdenes alimenticios se volvieron muy comunes; retrasar la menstruación y la maduración. Creo que la gente creía que para los elementos más difíciles tenías que ser pequeña. Y los entrenadores tienen más control si las chicas son más jóvenes”.
Bela y Marta Karolyi: El sistema de abuso en la gimnasia de Estados Unidos
El abuso en la gimnasia a nivel internacional comenzó en Rumania de la mano de Nicolae Ceausescu. Las atletas eran elegidas cuando tenían seis años y se formaban en un sistema violento física y verbalmente. La etapa de los Karolyi no fue la excepción y uno de sus grandes testigos es el excoreógrafo Geza Pozsar.
Ahora se dice que Comaneci llegó a cumplir hasta tres días sin comer por instrucciones de Bela; Pozsar trabajó con la mítica pareja entre 1974 y 2002, por lo que conoce estos métodos a la perfección. Por si fuera poco, la rivalidad entre estadounidenses, rusos y rumanos tomaba un contexto de guerra en el que las deportistas eran simples productos.
“Hay que ubicarnos en el contexto de la Guerra Fría. Nadia era nuestro mejor producto. Desde el principio, Bela tuvo esta idea de que controlaríamos completamente a las chicas. Controlaba su peso, tenían que subirse a una balanza todos los días. Les gritaba y las humillaba: “Vaca gorda, “Eres una cerda”.
“Les daba cachetadas y las gimnastas estaban muy asustadas. Marta las tomaba del cuello y les clavaba los dedos; les daba cachetadas muy seguido y dejaba la marca de sus anillos en las caras de las niñas. Los denuncié, pero también hay que entender que nadie tomó medidas para detenerlos. En Rumania eso era aceptable”, contó Pozsar en ‘Athlete A’.
Y es que al final, las deportistas tenían que cumplir ante la presión de los Karolyi. El ejemplo más claro es el de Kerri Strug, la gimnasta que definió el oro por equipos en Atlanta 1996. Lesionada y sin poder caminar, tuvo que volver a saltar hasta conseguir la presea. En aquel momento, el mundo la vio como una heroína, cuando en realidad sufrió algo que se pudo evitar.
Abuso sexual: ¿Cuánto deben soportar las deportistas a cambio de una medalla?
El camino rumbo a los Juegos Olímpicos y dentro de la competencia no siempre es un sueño. El caso de Kamila Valieva en Beijing 2022 lo dejó más que claro. Una adolescente que bien podría disfrutar de esta etapa mientras se prepara para el gran paso de su carrera, ya es una deportista que tiene la obligación de triunfar. Porque de eso se trata el sistema: cumplir y brillar o fallar y decepcionar.
Pero en Estados Unidos el tema tomó tintes más oscuros. USA Gymnastics encubrió el abuso sexual de Larry Nassar contra cientos de gimnastas. Si bien es cierto que en un principio no se alzaron todas las voces al mismo tiempo, el caso de Maggie Nichols fue clave para que las demás deportistas contaran sus historias. Por su parte, la federación apartó a Maggie después de que su madre hablara y el entonces presidente Steve Penny decidió no darle importancia al tema.
Las deportistas estaban más allá de una posición vulnerable. Para ellas era normal asistir a las terapias con el doctor Nassar, quien abusaba sexualmente ante la ausencia de los padres. Y eso no quiere decir que la culpa sea de las familias; la federación prometía un buen ambiente para las niñas y adolescentes, por lo que todo el mundo confiaba ciegamente en el cuerpo médico.
Ahí es donde entra la pregunta, ¿qué tanto se debe soportar por conseguir una medalla? ¿En qué momento se perdió el rumbo como para que las deportistas sean simples productos para los entrenadores? Contrario a lo que muchos querrían, ellas mismas han demostrado que siguen siendo niñas, adolescentes o mujeres que sienten como cualquier otro ser humano. Y es que antes que atletas, son eso, seres humanos que merecen respeto y no ese tipo de exigencias.