La llegada de Javier Hernández al Viejo Continente fue un duro golpe para el futbol mexicano, por primera vez desde hace muchos años un futbolista ponía los pies en un equipo de alta alcurnia como lo es el Manchester United, a pesar de que con el paso del tiempo sus oportunidades se irían haciendo menos.
Su primera temporada fue de ensueño, a pesar de no ser el gran referente del futbol mexicano, no pasó desapercibido, marcó 20 goles en apenas 45 partidos que pudo disputar, sentó a grandes figuras y su nombre empezó a crecer como la espuma en Inglaterra.
Pero solo un año le duró el gusto al Chicharito, quien marcaba goles con la cara, con la nuca, la panza y todo lo que podía. “No eres nadie, Chicharito”, se podía leer en redes sociales cuando lo banqueaban, “no eres nadie, Chicharito”, decían los amigos en una tertulia futbolera.
¿No es nadie? Pues a pesar de vivir en un mundo donde el mexicano por naturaleza juzga, golpea y pisotea al “compañero”, Hernández demostró con creces que estaba para grandes cosas, de ahí que el Real Madrid se fijara en él, tanto así que les dio un gol de vital importancia en Champions League:
“No eres nadie, Chicharito”, coreaban miles de mexicanos cuando veían que CH14 no figuraba para nada en La Liga, que no tenía su futuro definido a pesar de que los rumores de grandes equipos lo seguían. Volvió a Old Trafford, aunque fuere solo para recibir migajas.
Se le tacha de gran persona, de buen “chavo”, pero jamás de ser un futbolista de élite. No tiene, por ejemplo, la capacidad técnica de un Zidane, la astucia de un Messi, pero sí la fuerza y el pundonor para derrocar figuras como Michael Owen o Berbatov, para estar a punto de ser el máximo goleador del Tri y uno de los mejores mexicanos en Europa en la historia.
Leía hace unos días un gran reportaje de Andrés Burgo en Gatopardo sobre Lionel Messi y cómo este se refugia en sí mismo para sobresalir, algo similar pasa con el mexicano: cree en la familia, en el trabajo, en el amor, más no en la fama, los millones y lujos que muchos futbolistas ostentan.
Hernández está para todo y para nada a la vez, porque así lo quiere, porque no le gusta la presión, porque vive el futbol a su manera y nunca deshecha un comentario, por bueno o malo que sea. Tiene fuerza mental y dentro de la cancha lo demuestra.
Sus números lo avalan, aunque “no sea nadie”. El Bayer Leverkusen representa un nuevo comienzo, un reto más en su carrera europea, esa que muchos futbolistas de la Liga MX quieren seguir, pero a la que pocos como él pueden acceder.