Entre la euforia del dramático triunfo conseguido frente a Brasil y la víspera de la semifinal del Mundial Sub-17 entre México y Argentina, existe  una incógnita que no deja de resonar en mi mente.  Y es que,  por alguna razón, parece que a los mexicanos nos encantan las comparaciones y más cuando se trata de aprovechar el éxito de unos, para señalar a los otros.

Vaya, que levante la mano el que estuvo exento en su infancia, del clásico comentario de los papás de “¿Ya viste a ese otro niño que teniendo menos, sacó mejores calificaciones?  Deberías aprender de él”…   ¡Santo cielo!

El buen papel que está haciendo la selección Sub-17 en Dubai es el pretexto de moda para sacar la frustración futbolera que traemos acumulada de todo el año, sin embargo,  afirmar que, a diferencia de la selección mayor, “estos chavos sí le echan huevos”  es irse por la fácil y asumir que la crisis del Tricolor es culpa exclusiva de los jugadores y no el producto de una serie de malas decisiones que se han tomado en los últimos años en todos los niveles al interior de la selección mexicana.  Sin embargo, para algunos medios y sobre todo directivos, siempre será mucho más fácil exhibir a algunos jugadores que reconocer sus responsabilidades.

En fin, fue justo en estos días, que también me encontré con el siguiente mensaje de uno de los académicos y columnistas que más respeto, Agustín Basave, quién tras la victoria de la Sub-17 contra Italia tuiteó:

Si bien el mensaje de Agustín Basave ocurre en un contexto cien por ciento futbolero,  la realidad es que dicho cuestionamiento es más que válido cuando volteamos a nuestro alrededor y nos encontramos con políticos corruptos, empresarios gandallas, policias que en realidad son delincuentes y delincuentes cuyo nivel de violencia cada vez es más escabroso.

¿En qué momento nos echamos a perder?

Quiero pensar que  Emilio Azcárraga y Ricardo Salinas Pliego no nacieron siendo los gandallitas manipuladores que son ahora, que René Bejarano no creció siendo el corrupto que todos vimos guardandose billetes en la televisión, que los altos directivos de WalMart no aprendieron a sobornar mientras iban en cuarto de primaria, o que muchos de los sicarios que luego vemos detenidos en la televisión no soñaban con ser esta clase de sanguinarios cuando eran niños.

Desgraciadamente, vivimos en un país que ofrece pocas oportunidades a los jóvenes y muchas veces, en vez de ser solidarios y buscar la forma de apoyarlos, optamos por señalarlos y, en algunas ocasiones, hasta burlarnos de ellos porque son “NiNis”,  como si ésa hubiese sido su elección.

A mi entender, justamente es la falta de oportunidades para los jóvenes de este país, lo que hace  que los destellos de algunos jóvenes como los de la selección Sub-17, la “Niña Steve Jobs” o los niños de la comunidad Triqui de Oaxaca se conviertan en nuestra principal obsesión, misma que no sólo usamos como ejemplo para otras personas, sino con la que tambien “exigimos” que estos jóvenes no nos “defrauden”,  con todo y que, nosotros como sociedad, muchas veces solemos defraudarlos.

Por último, no quiero dejar pasar la oportunidad para reflexionar sobre la facilidad con la que muchos descuentan lo conseguido por muchos jugadores que salieron campeones con aquella Sub-17 de Chucho Ramírez en el 2005.

¿De verdad lo hecho hasta el momento por Carlos Vela, Giovanni Dos Santos, Hector Moreno o Javier Hernández (cepillado de último momento, pero parte de la misma generación) es tan “poquito” para algunos como para afirmar tan fácilmente que se “echaron a perder”?

Con 24 años estos jugadores están por entrar a la edad ideal de cualquier futbolista;  ¿no sería mejor apoyarlos para que continúen desarrollándose, en vez de señalarlos y desterrarlos, por no cumplir con nuestros más altos estándares de exigencia, sobre todo si nunca generamos las circunstancias para su éxito? Tal vez es tiempo de no quejarnos de fracasos de los que somos cómplices y empezar a trabajar en las condiciones que les debemos a los futuros jóvenes de este país.

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