Por Daniel Montes de Oca | @montesdeoca11
Al término del partido ante Rusia, Guillermo Ochoa declaró con alarmante y nula autocrítica que era “normal” que le llegaran tanto al equipo mexicano, luego de que Portugal, Nueva Zelanda y los propios rusos habían dejado de manifiesto la fragilidad del sector defensivo nacional.
El portero nacional no reparó en la inexistente coordinación del aparato defensivo que él encabeza; sin embargo, Alemania en ocho minutos le restregó en la cara que NO es normal que te generen tantas llegadas y menos con una facilidad impresionante.
De nueva cuenta hubo regalos, premios, experimentos y decisiones inverosímiles del técnico Juan Carlos Osorio. Los primeros de ellos: Giovani dos Santos y Miguel Layún de titulares. Lo del zaguero se entiende porque no tenía a nadie más para ocupar la lateral derecha, pero lo del atacante es sencillamente inexplicable, sobre todo porque Carlos Vela se quedó en la banca.
Se ha escrito hasta el cansancio que en un equipo hay posiciones medulares en las que no se puede ‘inventar’, pero eso tiene sin cuidado a Osorio, y bajo ese tenor, Oswaldo Alanís fue colocado como lateral izquierdo, teniendo a un chico como Luis Reyes que es especialista de la posición.
Lo de Héctor Herrera como contención ya había dejado dudas, el futbolista del Porto no siente esa posición, no tiene marca ni recuperación del balón, y en el segundo gol alemán eso quedó de manifiesto. Abandonó a ‘su hombre’ y Goretzka entró solo al área tricolor como un ferrocarril para vencer a Ochoa.
Cierto que minutos después del 2-0 México tuvo sus mejores pasajes del partido y mereció un gol antes del descanso, mismo que desperdició Javier Hernández solo en el área chica ante Ter Stegen. Sin embargo, y sin dementar la reacción nacional, Alemania fue complaciente en esos momentos, sacó el pie del acelerador.
Fue suficiente con iniciar el complemento con mayor determinación y los teutones liquidaron el juego con el 3-0 precedido de una pésima marca de Layún.
Más allá de que muchos ‘patrioteros baratos’ ya hablaban de una posible revancha ante Chile en la Final, de este equipo mexicano se esperaba que compitiera, que sus futbolistas exhibieran el tope de sus virtudes, que se asomara algo de identidad. No sucedió y el 4-1 no refleja del todo las distancias que hay entre una y otra selección.
Que Carlos Vela, el que es por mucho el mejor futbolista mexicano, no fuera ni considerado entre los tres cambios que realizó Osorio raya en lo incomprensible. Es una realidad que no ha andado bien en la Copa Confederaciones, pero muchos titulares indiscutibles menos, y ellos siempre fueron considerados.
El talento de Vela no lo tiene otro jugador tricolor, y ante una potencia su presencia era obligada; más allá de que el resultado hubiese sido el mismo, se trata de jugar con los mejores, sobre todo si la cita es histórica.
Así las cosas, se escribió una nueva derrota mexicana en un partido que asomaba como otra oportunidad única para iniciar el camino a la trascendencia, y lo alarmante no es en sí mismo el tropiezo, que ya estamos habituados a ellos, si no que tal como sucedió con Guillermo Ochoa tras el juego ante Rusia, la autocrítica es nula.
Osorio salió a declarar que a México le faltaron Diego Reyes y Carlos Salcedo y que realmente no estuvieron tan lejos de Alemania…
Bueno, si eso cree el tipo más analítico y pensante del equipo, que dicho sea de paso, es la cabeza del mismo, es sencillo comprender por qué nuestra Selección Nacional sigue lejos, muy lejos de la élite.
Hoy, chicos alemanes de 20 y 21 años ‘jugaron’ de forma literal con la considerada por muchos “mejor generación de la historia” en México.
Así de simple… O así de complejo.