En pleno 10 de mayo, miles de personas que hace un par de años lo elogiaban, se encargaron de recordar a la señora Pachi Rios, la madre de Agustín Marchesín que nada tuvo que ver en la negociación entre Santos y América.
La afición lagunera aún no perdona que el argentino, quien alguna vez dijo que jamás jugaría con América “porque es un equipo sin corazón”, se haya ido a Coapa.
Saque de meta para el América. La afición abuchea a Marchesín mientras él va a recoger el balón para colocarlo al borde del área chica y cuando patea el esférico llega el castigo más severo: “Eeeeeeeeeeh, ¡puto!”.
Dice el escrito Juan Villoro que “sólo puedes odiar tanto a un persona que quisiste tanto, y que, quizá, sigues queriendo en secreto”. Tal vez a Mrchesín lo siguen queriendo en secreto y por ello su mujer y su hijo pasan más tiempo en la laguna que en la Ciudad de México.
Cada vez que pudo trató de defenderse cuando llegaban los gritos de “¡traidor!” y él señalaba hacia el palco de la directiva, donde tal vez estaban los verdaderos culpables de su salida de Santos.
Figura y villano, Marchesín tuvo una noche de pesadilla en casa y a la vez fue el jugador más destacado de su escuadra. El argentino carga en su espalda la responsabilidad de los dos primeros goles, en los que reaccionó en cámara lenta. Pero si no fuera por sus atajadas, las Águilas hubieran regresado a su nido con al menos seis goles en la frente.
Mayor fue su frustración cuando desde la lejanía y la soledad de su arco vio cómo Jéremy Ménez y más porque él ha practicado la ejecución de penales, pero ¿óomo cobrarle uno al equipo con el que fue campeón? Pisar el Corona, donde fue ídolo, es un suplicio para Marchesín.