En un suspiro terminó la vida del mítico fundador de Motörhead, Lemmy Kilmister, quien hace unos días llegó a 70 años de edad y, tras diagnosticarle cáncer, murió dejando un legado dentro de la música que difícilmente olvidaremos.
Durante su trayectoria fue conocido por las múltiples adicciones que tenía hacia las drogas duras como las metanfetaminas, la cocaína y el cristal, además de pasar noches y noches llenas de alcohol y mujeres.
Por supuesto que esto lo alejaba de cualquier indicio de una vida saludable, como podría ser practicar algún deporte, pero en secreto el músico tenía un “amor” hacia el deporte, en específico el futbol y la lucha libre.
Como buen inglés gustaba de ver juegos de Premier League en algunos momentos, por lo que decidió volverse patrocinador de un equipo infantil llamado Greenbank FC, los cuales portaron camisetas de Motörhead y posaban muy rockeros antes de cada juego.
Esto se dio debido al acercamiento del técnico con Lemmy, todo debido a que tenía un pasado en la música y ahí lo conoció, preguntándole si eso era posible y accedió de inmediato a prestar su imagen.
Además del futbol, el vocalista era fanático de hueso colorado de la lucha libre, específicamente de la WWE, donde tenía una relación muy afectuosa con Triple H, a quien le compuso algunos temas para sus entradas a eventos.
“It’s Time to Play the Game” sonaba en cada aparición del gladiador, con un fuerte bajo al fondo y la insuperable voz de Kilmister prendiendo a miles de almas en los eventos que la empresa organizaba.
Desde el 2000 Triple H comenzó a utilizar temas de la banda, los cuales fueron cambiando con el paso de los años y los cuales, gustoso, Lemmy creaba para quien fue su amigo un par de décadas.
Rockero, músico, parrandero, adicto, pero en el fondo Lemmy le profesó en varias ocasiones un fuerte amor al deporte, aunque decía odiarlo por completo.