Este 2016 ha quedado marcado como uno de los años más trágicos para el mundo deportivo. Son varias las leyendas que nos han dejado, pero su legado todavía tiene continuación para que ninguno de sus importantes logros queden en el olvido.
El honor del día de hoy es para Muhammad Ali, prolífico boxeador que, sin lugar a dudas, podemos decir que ha sido el más grande en el mundo del pugilismo hasta la actualidad.
Fue un viernes 3 de junio cuando el norteamericano se fue de este mundo, pero su leyenda quedará para siempre en nuestros pensamientos y será compartida hasta la posteridad.
Marcó un antes y un después dentro de este deporte milenario. Revolucionario en todo sentido, desde que se plantó en el ring a temprana edad supo demostrar una cosas muy simple: no nació para buscar el boxeo, sino que el boxeo se hizo para él. Ha sido descrito y glorificado por muchos a lo largo del tiempo, pero todos concuerdan en algo muy específico: Muhammad ahora es parte de la historia y su recuerdo será eterno.
Quien iba a pensar que el hurto de su bicicleta, a un Cassius Clay de tan solo 12 años de edad, le llevarían a superarse así mismo para conseguir una medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Roma de 1960. No solo eso, nunca se cansó de entrenar; salir con la cara en alto y seguir adelante eran sus únicos objetivos. Todo su esfuerzo lo llevaron a ganar el título mundial a sus 22 años para consagrarse mundialmente. El mundo quedó fascinado y asombrado ante lo que veía.
Hizo su propio estilo. Modificó las formas y las maneras en las que el mundo de los puños se concebía. Se apropió del cuadrilatero y lo moldeó a sus anchas. Casi se podía decir que lo hizo a su imagen y semejanza para desenvolverse como ningún otro. Pocos pudieron seguirle el paso, pero al final del camino siempre caían de alguna u otra forma.
No, no, no; no todo termina ahí. El box fue una parte de su vida, pero siempre se fue a lo grande. Ante los ojos del mundo, en mediados de los cincuenta y sesenta, era una persona negra que conquistaba todo a su paso. Al observarse a sí mismo como un campeón, fue construyendo un personaje que retaba a cualquier estereotipo del mundo ‘blanco’ en el que vivía. Supo aprovecharse del gran momento que estaba viviendo.
Toda la ira, prepotencia y furia que acarreaba su raza se soltó con él como portavoz. Casi todo el mundo odió a lo que estaba haciendo, pues no podían hacer mucho al respecto. Fue políticamente incorrecto. Alzó la voz cuando nadie de sus compañeros lo hacía. Se convirtió a la religión musulmana y cambió de nombre a Muhammad porque decía que su primera designación era propia de un esclavo. Retó al gobierno de su país y pisó la cárcel por no querer ir a la Guerra de Vietnam. Defendió los derechos civiles y velaba por la paz, a pesar de que lo mostraba en sus combates.
Las hazañas del campeón han trascendido hasta el día de hoy y les podemos asegurar que no hay nadie que no sepa quien sea este hombre.
Grande entre los grandes, ahora disfruta en el descanso eterno.
¡Larga vida, Muhammad Ali!