La vida le puso la prueba más difícil cuando apenas había nacido. Sus padres lo abandonaron a las puertas de un convento. Fue recibido de buena manera pero si cuando eres pequeño te cuesta entender muchas cosas, ahora imagínate entender por qué tus papás no te quisieron.
Y para colmo era conocido como el ‘monstruo del convento‘. ¿Por qué? Cuando era niño estuvo involucrado en un accidente automovilístico. Viajaba en el asiento trasero y salió disparado por el parabrisas del carro. Esto le ocasionó varios cortes en la cara que después se volvieron cicatrices. Mismas que hasta la fecha muestra y por las cuales fue blanco de burlas, críticas y demás.
Pero Franck Ribéry, desde pequeño, aprendió a tomar todo eso con tenacidad. A guardar ese coraje para tomar impulso y hacer lo que a él más le gustaba: jugar futbol. Cuando se le cuestionó por qué nunca buscó operarse las marcas de la cara, respondió que esas cicatrices habían forjado su personalidad y vaya que lo hicieron.
El convento estaba ubicado en el norte de Francia. Ribéry se escapaba de él para ir a jugar futbol y eso le terminó costando su expulsión del mismo. Al quedarse sin un refugio, llegó la hora de trabajar. Franck comenzó trabajando como albañil. Recibía poco dinero pero él no construía edificios, estaba trabajando en su futuro, pese a que no lo sabía.
La Union Sportive de Boulogne Côte d’Opal, equipo de su barrio, lo dejó dar sus primeros pasos como futbolista. Y cómo no agradecer ese gesto. Pasó después por el Alès, el Brest y hasta el Metz. La característica en común que tuvo con ellos, fue las ganas de luchar cada balón como si fuera el último. Y fue así como llegó al Galatasaray de Turquía en 2004. Sólo estuvo un año en Turquía y su tremenda calidad lo llevó al Olympique de Marsella.
La vida lo estaba recompensando por nunca rendirse. Por ser ese niño loco y ‘marcado’ que creyó en si mismo. Y aún faltaba mucho premio. El jugador fue convocado con la Selección de Francia. Se puso en la mira del mundo entero y seguramente que aquellos que se burlaban de él, ahora se arrepentían.
En 2007 llegó la cita con el destino. Franck Ribéry fichó con el Bayern Múnich, el club de su vida. El éxito lo ha acompañado desde entonces. Sus primeros seis años con los bávaros se resumen en once títulos.
Pudo representar a su país en una Copa del Mundo y no sólo eso. Cuando tenía 30 años, el francés fue reconocido como el mejor jugador de la UEFA. Sí, ya era la era de Cristiano Ronaldo y Lionel Messi. Pero el galo demostró que no importa la nacionalidad, las habilidades o el equipo en el que estés. Si todo lo haces con el corazón, seguro te irá bien.
Ahora que ya sabes la historia de Franck Ribéry entenderás que sus cicatrices más que una marca vergonzosa, son las huellas de una batalla constante. Una lucha que lo llena de orgullo y que lo dejarán por siempre, en la historia del futbol.