Héctor Herrera se ha convertido en uno de los hombres referentes de la Selección Mexicana. El mediocampista ha evolucionado futbolísticamente y de ser aquel jugador con proyección tras ganar el oro en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, se ha convertido en uno de los pesos pesados dentro del vestidor del Tri.
No sólo apoya a jóvenes jugadores que llegan a la Selección Mexicana, sino a los que tienen un camino recorrido, como a Jonathan Dos Santos, a quien abrazó después de marcar el gol del triunfo en las semifinales de la Copa Oro, contra Canadá.
Herrera dedicó ese gol a Jona, debido a que días antes había fallecido su padre. El abrazo fue más que sincero, pues Héctor perdió a su madre debido al COVID meses atrás.
El Zorro de Rosarito y sus inicios en Pachuca
Héctor Herrera nació el 19 de abril de 1990 en Rosarito, Baja California, y siempre destacó en la cancha. Era una persona de escasos recursos de modo que sus padres tuvieron que irse a Estados Unidos en algún punto en busca de mejores oportunidades.
A los 12 años fue captado por Ángel González ‘Coca’, el mismo visor que descubrió a Cuauhtémoc Blanco, y junto a Martín Domínguez, visor del Pachuca en Tijuana, quien investigó la dirección de Héctor para llevar al ‘Coca’ y hablar con sus padres después de verlo jugar en una visoría estatal. Para ese entonces, su estilo de juego era comparado con la mejor versión del ‘Bofo’ Bautista, pues corría ligeramente jorobado.
Tras cumplir con su etapa de formación en una de las academias de Pachuca en Tijuana, Herrera fue citado a una visoría en Pachuca, donde se distinguió no sólo por su forma de jugar, sino porque un día antes, él y un compañero se pintaron el cabello de rubio.
Héctor se hizo una línea por el centro, de la zona de la frente hasta la nuca, de modo cuando los visores eligieron a los jugadores que darían el siguiente paso, identificaron a Herrera como “el zoriilo”. El apodo original se transformó después en ‘Zorro’, y le notificaron que debía volver a Rosarito por sus cosas, pues sería reclutado oficialmente por el Pachuca.
Héctor Herrera sólo comía una vez al día en la CDMX
Con el Atlético de Madrid, Héctor Herrera ha jugado un rol como suplente, después de que fuera capitán y pilar en el Porto. El mexicano quiere jugar, sin embargo, mantiene paciencia, consciente de que su vida ha cambiado por completo.
“¿Por qué tengo que estar enojado todo el tiempo si no estoy jugando? Antes comía sólo una vez al día y hoy gracias a Dios puedo comer y ofrecerle lo mejor a mi familia, entonces no veo el motivo por el cual deba enojarme por esta situación, obviamente quiero jugar, pero debo ser paciente”, recordó para Marca.
Como jugador de fuerzas básicas del Pachuca, Herrera fue cedido para jugar en el Atlante, en la Ciudad de México, junto con otros jugadores de los Tuzos. Todos vivían en malas condiciones dentro de una vecindad y en la habitación habían dos colchones, en los cuales dormían tres jóvenes.
Para ese entones él tenía 15 años, sus padres vivían en Estados Unidos, donde su madre vendía tamales y cada vez que podía mandaba dinero a su hijo, “aunque sea para una queca”, decía su abuelita.
“Siempre lo enfrenté como un reto, tenia que sufrir un poco para merecer más adelante”, indicaba el ahora segundo capitán de la Selección Mexicana, quien llegó a jugar con los zapatos rotos en Atlante, pero al final los sacrificios dieron frutos, pues debutó en la Liga MX el 22 de julio del 2010, después de su paso por el Tampico, que en ese entonces era filial del Pachuca.
Dos años después, afianzado como jugador del Pachuca, ganó la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Londres 2012 y un año más tarde se fue fichado al Porto, y apunta a su tercer Mundial, después de jugar en Brasil 2014 y Rusia 2018.
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