En el Mundial de México 1970 se jugó el Partido del Siglo; Franz Beckenbauer, Alemania e Italia fueron los protagonistas del aquel partido que se extendió hasta los 120 minutos. Aquella tarde Beckenbauer se convirtió en una verdadera leyenda del balompié mundial, ni si quiera un hombro dislocado pudo frenar su gran temple y hambre por ganar, en una historia que es digna de contarse.
El día que en el Estadio Azteca, Italia ejecutó a la ‘Mannschaft’ en tiempos extras, y le quitó la posibilidad de llegar a una final soñada, ante el colosal Brasil de O’Rei. Lo que hubiera sido un partido entre Beckenbauer vs Pelé.
Beckenbauer se convierte en héroe en México
El futbol, un deporte bipolar, trazó una de sus más grandes memorias en un partido en el que el héroe se quedó con la derrota. Franz Beckenbauer. Sin miedo “a la muerte”, fue capaz de desafiar los límites de la realidad en aquel México Mundialista.
Roberto Boninsega, abrió el marcador al minuto 8 en favor de Italia, con el que los puso con un pie en la Final, sin embargo, aquel boleto no sería nada fácil de asegurar y justo al minuto 90′, Karl-Heinz Schenellinger empató el duelo, dándole vida a Alemania, que en aquel entonces era conocida como la Alemania Occidental.
Fue en los 30 minutos extras, donde el partido tuvo su mejor momento y nos regalo una historia digna de enmarcar y guardar para la posteridad. Justo al inicio del primer tiempo extra Franz Beckenbauer se dislocó el hombro en un choque de trenes contra Giacinto Facchetti, un lateral italiano, con cuerpo de toro y que corría 100 metros en menos de 11 segundos, llegó tarde y lo embistió.
Franz Beckenbauer venció al dolor
El golpe de Facchetti hubiera dejado noqueado a cualquier mortal, pero no al ‘Káiser’, no para alguien que en cada partido reinventaba el futbol, no para un jugador de la talla del nacido en München. Franz, se retorció del dolor en el césped unos instantes, al mismo tiempo que la preocupación inundó el Estadio Azteca, pero el reloj no se detenía y el partido necesitaba un héroe sin capa ni antifaz.
Ante los ojos de sus compañeros y miles de aficionados, Beckenbauer se puso de pie con la necedad de un verdadero futbolista que no quiere perder el tiempo en pequeñeces, tomó su hombro y calmó a todos.
Franz decidió seguir jugando para no dejar a Alemania con un hombre menos, para ese momento del partido el equipo ya había hecho los dos cambios que por entonces, en la prehistoria del futbol, permitía el reglamento. Y así, con un trapo convertido en venda, jugó. Sí, ni el mismísimo Hércules lo hubiera podido hacer mejor.
Alemania luchó hasta el final contra Italia
Cinco minutos después los alemanes, envalentonados por la muestra de valor de Beckenbauer, se fueron arriba, momentáneamente en el marcador, Gerad Mueller, dinamitó las redes italianas. Pero los goles llegaron a cantaros; Tarcisio Burgnich empató el encuentro a los 104 minutos, Luigi Riva ponía a los italianos arriba y a los 110′, Mueller anotaba otra vez para el empate.
Pero Alemania, que estaba más motivado que nunca y jugando con el corazón en los pies no pudo ante la última estocada italiana. Fue Gianni Rivera a los 111′ minutos quien enterró el sueño bávaro con el 4-3, no hubo más sueño para Franz y compañía.
Italia se quedó con el boleto a la final, pero quien se quedó con la admiración y respeto de todo el mundo fue Franz Anton Beckenbauer, quien se convirtió en una leyenda, aquel jugador que ignoró el dolor y que fue un revolucionario de futbol. Uno de esos genios que muy pocas veces se ven en las canchas.