Y sí, ya se acabó Rusia 2018. La fiesta del futbol que esperamos cada cuatro años se nos fue como agua, dejándonos duelos inolvidables, errores, lágrimas, festejos, atajadones (cof, cof, Memo Ochoa); héroes y villanos, fiesta, pero sobre todo, lo que más nos dejó a los mexicanos fue fe. Fe, esperanza, ánimos y el poder de creer que se pueden lograr cosas increíbles. Porque creer, es poder. Porque querer, es lograr y dimos hasta el último aliento.
Después de años de dudas, incertidumbre y una falta de estructura inédita en la historia del futbol mexicano con el Profe Osorio, llegó el día D. Y era el día D no por ser el debut del Tri en la fiesta grande, sino por el contrincante; porque México se cree chico, se cree imposible, cuando en realidad es grande. Y ese 17 de Junio, demostró que el ser grande es una actitud, una mentalidad; no un atributo físico, histórico o hereditario. El ser grande es de cada quién y está en cada uno creérnosla, primero hacia nosotros mismos y después en un efecto dominó. El 17 de junio, la Selección Nacional creó la epidemia de lo más bonito que podemos llegar a ser en sociedad: la mejor versión de nosotros mismos.
Si bien no llegamos al tan anhelado quinto partido, sin temor a dudas podemos afirmar que dimos hasta el último aliento, por primera vez-tal vez no en la historia, pero sí en la historia joven nacional- eso no importó. No importó perder 3-0 en el tercer partido, no importó perder contra Brasil en el cuarto, no importó empacar maletas antes, con todo y ganas de más; con todo y ‘hubieras’; con todo y sed de sexto, séptimo partido. No importó, porque el esfuerzo y trabajo hablaron por los jugadores -y el Director Técnico- en la cancha.
No importó porque el Tri trajo a casa algo casi tan esperado como el oro: la sensación de una nueva mentalidad en el futbol mexicano. Trajo la llave que podría abrir las puertas a una estirpe distinta de realidad mexicana, donde el viaje es igual -o más- importante que el resultado. O por lo menos ahora, donde todos tenemos en la cabeza que haciendo bien las cosas, dejando hasta el último aliento por lo que nos apasiona y dando todo, todito lo que tenemos para lograrlo, es lo único que necesitamos hacer. Porque creer, es poder. Porque querer, es lograr.