Creo que todos estamos de acuerdo en que somos unos privilegiados por vivir en esta época. La vida nos ha dado la oportunidad de presenciar 28 medallas de un hombre sobrenatural: Michael Phelps.

Es complicado poner en palabras lo hecho por el ‘Tiburón de Baltimore’. Lo más sencillo es decir que ni los hijos de nuestros hijos verán algo similar en la rama varonil. No sólo son los triunfos logrados, sino la influencia en el mundo actual.

Phelps no sólo se queda en el ámbito deportivo, es una figura de la cultura moderna. Es la razón por la que un gran parte del público ha visto los Juegos Olímpicos en sus últimas cuatro ediciones de este evento. Es el motivo por el cual tenemos a figuras jóvenes como Joseph Schooling o Katie Ledecky.

Además, es la demostración de esa vieja frase “Lo bueno jamás llega fácil”. Michael sufrió de bullying por el tamaño de sus brazos en su infancia; sus padres se divorciaron y llegó el punto en el que necesitó medicamento para combatir la depresión.

El refugio llegó en agua, recinto que sacó lo mejor de él. Sin embargo, no sólo es talento innato lo que lo tiene en lo más alto del olimpo. Su pasión por la natación no fue suficiente, en realidad, en cualquier ámbito jamás lo será. Para llegar a la cima tuvo que trabajar como pocos lo hacen; como los iconos lo hacen.

Con 31 años de edad llegó a Río con expectativas que cumplió. Sólo en una ocasión dejó de ser el súper humano y se quedó con una plata que para muchos ‘era poco’. Phelps termina su carrera como la leyenda que es y será por siempre.

Sin comparar, su nombre queda en lo más alto junto a míticas figuras como Mohammed Ali y Michael Jordan; cada uno único en su propia forma.

Somos unos privilegiados, lo repito.

***Miguel Delucio / @miguel_delucio
***Foto Getty Images

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