Por Daniel Montes de Oca | @montesdeoca11
“Nosotros tenemos guerreros y tienen la lanza preparada”…
Fue la sentencia de Matías Almeyda antes de la Final de Ida, luego de reconocer que los Tigres llegaban como favoritos.
Y los guerreros vestidos de rojo y blanco brindaron una batalla memorable, su mejor partido de la temporada durante 80 minutos.
Solidarios, con un fondo físico impresionante, valientes y esta vez hasta contundentes. El 2-0 que estaba sacando Guadalajara del Volcán con los goles de Pulido y Pizarro, reflejaba con fidelidad la superioridad que tuvo la supuesta víctima en gran parte del partido.
Le cortó los circuitos a los Tigres, nulificó los arribos por las bandas de Aquino y Sosa, no le permitió a Guido Pizarro organizar el juego, y a Gignac se lo turnaron Alanís y Salcido.
Tigres no encontraba los caminos, sus jugadores padecían el dos contra uno cada que recibían el esférico, pues en el complemento Guadalajara apostó por replegarse y defender su ventaja, plan que le estaba saliendo a Almeyda, hasta la aparición de un genio francés.
A Gignac le bastaron dos destellos de magia para echar por la borda un trabajo colectivo casi perfecto del Guadalajara durante 80 minutos. Ambas anotaciones de André-Pierre tienen un mérito sublime, pues ninguna se trató de un remate de trámite.
El futbol fue injusto con Chivas, porque le estaban gritando a todos los que los dieron por muertos antes del primer juego de la Final, que pese a su condición de víctima, son capaces de competir y tienen argumentos para ganar.
Compleja lectura para el Rebaño el 2-2 que se llevan del Universitario, pues los empataron en la agonía del partido; sin embargo, con cabeza fría es posible que tengan la claridad de entender que su desempeño rozó lo heroico.
De Gignac hay poco que agregar: el francés juega en otra dimensión.