Por Daniel Montes de Oca | @montesdeoca11
El futbol tiene pocos misterios. Más allá de la venta de humo de algunos entrenadores y de sus discursos estériles, los equipos campeones y que dejaron huella tienen una cosa en común: un ’11’ base que les permitió asimilar el sistema de juego.
Algo sabe Juan Carlos Osorio, director técnico de la Selección Mexicana, que desconocen el resto de sus colegas en el mundo, pues el colombiano continúa con sus conocidas rotaciones de un partido a otro, las cuales derivan en actuaciones lamentables como la ofrecida por México ante una selección semiprofesional como Nueva Zelanda.
Más allá de que en el segundo tiempo se rescata la victoria, ésta no puede ni debería ocultar un desempeño sumamente pobre del conjunto nacional. Es evidente que ocho cambios en la alineación titular hacen imposible que se asome un juego de conjunto o algo de entendimiento.
La primera mitad del encuentro, después del desastroso 7-0 ante Chile, son los peores 45 minutos del Tricolor desde que Osorio lo dirige. Un equipo sumamente vulnerable en defensa, precario en la elaboración de jugadas, abusando de los pelotazos y con el portero, tal como sucedió frente a Portugal, como la figura del partido.
En el complemento la vía para evitar un desastre mayor que hubiese supuesto una derrota o hasta el empate, fue Javier Aquino. El futbolista de los Tigres se ha vuelto un especialista de la banda izquierda, más allá de jugar a perfil cambiado, y sencillamente hizo lo que lo caracteriza: desbordar y poner servicios de gol. Así llegaron las dos anotaciones de México selladas por Jiménez y Peralta.
Lo preocupante de este triunfo es que en el análisis simplista se recurrirá al resultado y se pasarán por alto las pobrezas del Tricolor, así como la incomprensible necedad de Osorio reflejada principalmente en sus rotaciones, colocar a jugadores en posiciones que no dominan y darle la titularidad a varios indignos siquiera de un llamado en este momento (Giovani, por ejemplo).
México no tiene a 23 futbolistas de primera línea como para que su técnico pretenda darse el lujo de presentar prácticamente a dos selecciones por partido, y si Osorio no tiene el dato en sus apuntes, eso sería lo más alarmante.
En dos compromiso de la Copa Confederaciones hemos visto a una escuadra mexicana bipolar, tan capaz de tocarle el balón a Portugal por lapsos del juego, como de terminar pidiendo el tiempo frente a una precaria Nueva Zelanda, e incluso envuelta en una riña barata.
El futbol tiene pocos misterios, pero parece que Osorio, bajo la bandera de promover la “competencia interna”, es capaz de ir en contra del sentido común que dicta que los equipos campeones y que han escrito la historia de este deporte tenían una base definida de futbolistas.
Así de simple o así de complejo (para Osorio)…
