El día de hoy uno de los recintos más emblemáticos del futbol mexicano celebra sus 70 años de haber abierto sus puertas. El Estadio Azul ha sido testigo de grandes eventos como la primera vez que vino la NFL a México o la goleada de la Selección 11-0 a San Vicente en 1992. Sin embargo, hay un momento que ha marcado su vida en la actualidad.
Por supuesto, hay que dejar claro que en este estadio juega Cruz Azul, así que pueden imaginar por dónde va la cosa.
Se jugaba la Final del torneo Invierno 1999 entre los Tuzos del Pachuca y la Máquina. Ambos calificaron a la Liguilla en el séptimo y sexto lugar respectivamente, pero aún así lograron llegar a la última instancia.
Para llegar ahí, los Tuzos a Toluca y después a Atlas. Mientras, los cementeros dejaron en el camino a Necaxa y América. Llegaron al juego de ida, donde igualaron a dos tantos y de ahí llegó el definitivo en el Estadio Azul.
En los noventa minutos reglamentarios no pudieron romper el empate. Entonces llegó una regla que ahora ya no existe: el gol de oro en tiempos extra. Felipe Ramos Rizo dio el pitido inicial de 30 minutos gratis de futbol, pero sólo vimos tres. Alex Glaría aprovecharía el centro de su compañero al 93′ y metió el gol del campeonato con ‘lo que pudo’.
Desde ese entonces parece que al estadio y al equipo celeste les cayó una maldición. El Cruz Azul está más cerca de cumplir 20 años sin se campeón de liga que de lograr lo contrario. Ese gol de Glaría comenzó la racha de seis subcampeonatos en todas las competencias.
Ahora, el recinto que vio nacer dos historias paralelas –de éxito en Pachuca y fracaso en la Máquina– cumple siete décadas de existir. Su legado quedará, para su mala fortuna, en todas las veces que el equipo que vive ahí frustró y decepcionó a su afición.