Emilia Pérez es la película favorita para arrasar en la temporada de premios de 2025. Para que se den una idea, está entre las más nominadas en los Golden Globes con 10 menciones, y probablemente se lleve varias estatuillas de las categorías más importantes como Mejor Comedia/Musical y Película de habla no inglesa, además de las de actuación.
Desde que se estrenó en el Festival de Cannes, Emilia Pérez dio mucho de qué hablar. Incluso se llevó el Premio del Jurado y el reconocimiento a las actrices Karla Sofía Gascón, Zoe Saldaña, Selena Gomez y Adriana Paz por su trabajo como parte del elenco femenino.
Su director, Jacques Audiard, es un cineasta (francés) que después de leer una novela (francesa) en donde en una parte aparece un narco conocido como “El Flaco” que busca a un abogado para que lo ayude en su proceso de transición. Con eso, Audiard se armó el guion de su película.
La recepción internacional de ‘Emilia Pérez’
Si se asoman a leer las críticas de Emilia Pérez de la prensa internacional, es descrita como una oda o una rapsodia, una producción como ninguna otra cuyo tema principal es el empoderamiento femenino y las posibilidades de la experiencia humana.
Para muchos críticos, es una de las mejores películas de 2024 y el ejercicio fílmico más destacado de Audiard. Pero esa opinión, como tal, no es absoluta, y para otros, sobre todo en México, Emilia Pérez está lejos de ser todo eso, y en realidad, esta película nos revela que se trata de los mismos problemas de siempre.
¿De qué trata ‘Emilia Pérez’?
La historia de Emilia Pérez nos presenta a Rita, una abogada mexicana que si bien reconoce lo podrido del sistema de justicia para el que trabaja, su principal motivación es el dinero. Por eso, al inicio de la cinta la vemos defendiendo a un sujeto acusado de asesinar a su esposa. Ella sabe que es culpable, pero su trabajo es buscar su inocencia. Lo logra.
Es así como la contacta un sujeto conocido como Manitas del Monte, la figura más temida entre los carteles en México. Manitas es un amoroso padre de familia en contraste con su despiadada forma de vida.
Manitas le explica a Rita que nació en el cuerpo equivocado, y le ofrece una cantidad enorme de dinero para que se haga cargo de todo el proceso de transición y lo que seguiría en su vida; es decir, desde buscar a un cirujano, aparentar la muerte de Manitas hasta generar los papeles de Emilia Pérez.
También debe sacar de México a la esposa y los hijos de Manitas para reubicarlos en el extranjero con el pretexto de estar en peligro tras el “asesinato” del capo. Rita accede y construye todas las mentiras y nuevas realidades alrededor de Manitas, su esposa Jesse, sus hijos y el nacimiento de Emilia Pérez.
Cuatro años después, Emilia busca a Rita para que la vuelva a ayudar, esta vez para traer de vuelta a Jesse y sus hijos a México porque los extraña. Y una vez que se completa esta nueva tarea, Emilia se enfrenta a las consecuencias que tomó en su violento pasado y que se reflejan en la búsqueda de los miles de desaparecidos en su país, México.
La protagonista, de la mano de Rita, arma una ONG en donde los familiares de las víctimas reciben apoyo para emprender la búsqueda de sus padres, madres, esposos, esposas, hermanas, hermanos. Emilia Pérez se convierte en una figura de esperanza sin que nadie sepa, con excepción de Rita, que busca a las mismas personas que, como Manitas, mandó a matar y enterrar.
¿Las historias nos deben pertenecer para contarlas?
Lo maravilloso del arte en cualquiera de sus formas, es que las historias se perciben de manera universal. Tenemos la capacidad de conectar con ellas en distintos niveles no porque describan algo que nos suceda en específico, sino por la forma en la que experimentamos las emociones.
A lo que vamos es que no necesitamos contar sólo la historias que vivimos o nos pertenecen. Como seres humanos y creativos, podemos tomar distintos escenarios para construir otros, y sobre todo, otorgar espacios a historias que no siempre son visibles. Pero todo esto conlleva cierta responsabilidad.
Responsabilidad respecto a las personas que retratas en la pantalla (sí, aunque sean ficciones) y responsabilidad frente a las audiencias. Con esto no queremos decir que el arte o el cine deba satisfacer las necesidades de las mismas, sino, como dijo alguna vez Michael Haneke, de “mantenerlas independientes y libres de manipulación“.
En ese caso, Emilia Pérez parece un filme irresponsable e insensible por la forma en la que el director francés explota una realidad dolorosa para cientos de miles de mexicanos como lo es la violencia, las desapariciones y los feminicidios. El escenario no sirve para construir las bases del diálogo con las audiencias, sino que forja una misma conclusión a partir de la explotación del mismo.
¿Qué se ha dicho de ‘Emilia Pérez’ en México?
En México reconocemos que el tratamiento de la historia, a pesar de ser ficticia y presentarse en un formato musical, resulta no extravagante sino incoherente porque la presentación de los protagonistas no corresponde a ninguna realidad a pesar de tomarla de una tan compleja y severa.
Y esto lo decimos porque si las acciones se justificara por ser una ficción o pertenecer a un género, cualquier historia sería válida sin tener coherencia. Y pocas cosas de las que ocurren en Emilia Pérez provienen de un lugar coherente.
La mejor manera de explicarlo es con el punto de partida de Emilia en su búsqueda de desaparecidos. La protagonista, mientras come en un puesto de la calle, recibe un volante de una persona desaparecida. Emilia hace unas llamadas para que lo encuentren, y cuando sucede, la madre del desaparecido le besa la mano para agradecerle. Lo mismo hace el resto de personas que encontraron a sus familiares, los cuales estaban en la misma fosa que el sujeto del volante.
La acción del beso en la mano, despierta en Emilia la idea de crear su propia ONG para buscar a más desaparecidos, financiada con parte de su dinero y la recaudación de fondos de los mismos políticos corruptos que validan un sistema que, a su vez, sostiene la violencia del narco. Emilia, al final, se convierte en un icono o una suerte de santa por su labor en la búsqueda de desaparecidos.
La mera propuesta habla del desconocimiento total del director sobre las circunstancias de la búsqueda de desaparecidos en México, que es a partir de la labor de madres y padres que sin financiamiento alguno y sin conocimiento oficial, por decirlo de alguna manera, se lanzaron a buscar a sus familiares, vivos o muertos. El desconocimiento de que ellas y ellos, los que buscan hasta encontrar, son acosados por los mimos grupos que mataron y enterraron a sus seres queridos.
Pensar que México es lo suficientemente surrealista como para justificar lo que sucede en Emilia Pérez, y sobre todo calificarlo como un tributo a ese absurdo que ha construido el imaginario de nuestro país hacia afuera, nos parece irresponsable y manipulador.
Esto lo decimos comprendiendo completamente que la intención de Audiard nunca fue abordar como centro de su historia el tema de los desaparecidos, ni siquiera es el de la violencia del narcotráfico y sus distintas consecuencias. Pero como lo mencionamos antes, explota esa realidad sin investigarla a profundidad.
La filmografía de Audiard
El tema más recurrente en la filmografía de Audiard es la identidad que los seres humanos construimos a partir de las vidas que vivimos. “Vidas” en cuanto las posibilidades y oportunidades como las de un migrante, por ejemplo. Y no sólo eso, sino que el director francés también ha cuestionado cuál es el costo de esa nueva vida.
Diciendo esto, Emilia Pérez entra perfecto en sus temáticas. Pero a diferencia de sus películas anteriores, habladas en francés y ambientadas en Francia, en este musical (cabe decir que no es una película mexicana) hay un desconocimiento total de la idiosincracia y el contexto.
El tema del elenco y los acentos en ‘Emilia Pérez’
Otro de los temas que más han dado de qué hablar con Emilia Pérez es el del elenco y el idioma español. La mayor parte de los actores, sobre todo Selena Gomez, han sido fuertemente criticados por su interpretación de los personajes en relación al idioma.
A Audiard nunca le interesó el idioma per sé, sino la musicalidad. Pero hablamos de una musicalidad que se percibe en un oído extranjero. Cualquier hispanohablante puede detectar que la selección de palabras, expresiones y acentos, vienen de un lugar que nos resulta, a nosotros, desconocido.
Por eso es curioso pero no sorprendente que la prensa que ha alabado la película, también aplauda las expresiones “coloquiales” que se hacen en la cinta, como si las groserías fueran la única manera de corresponder a la cotidianidad de un idioma.
Y luego está el tema del acento. Que a ver… el director nos dice que Manitas y Emilia son mexicanos, pero ninguno habla como tal pues Karla Sofía Gascón es española. Luego, está Rita, una abogada mexicana pero que vivió en República Dominicana, y por ende, su acento es caribeño como el de Zoe Saldaña.
Luego está el personaje de Jesse, una mujer de Estados Unidos de ascendencia mexicana que aprendió español. En este caso, Selena Gomez es estadounidense de ascendencia mexicana por parte de su padre, pero no sabe español. AQUÍ les contamos más a profundidad de este tema.
Luego tenemos a Gustavo, una especie de sicario que casi no habla, para ser honestos. Edgar Ramírez, el actor que lo interpreta, es venezolano. Y tenemos, por último, a Epifanía, una mexicana que habla como mexicana porque es la única mexicana del elenco principal: Adriana Paz.
En el caso mediático y controversial de Selena Gomez, su suena a como debería sonar. No dicen que es mexicana, sino una persona que cruzó la frontera hacia abajo y aprendió el idioma. La cosa es que la selección de palabras en algunas de sus diálogos, no viene de aprender el idioma ni en la escuela ni en la cotidianidad.
Creemos, como mera suposición porque no tenemos conocimiento del proceso, que el guion se escribió en francés y se tradujo textual al español. Y por eso hablan así, como si Google Translate les hubiera traducido el texto y revelado la forma en la que se pronuncian las palabras.
Por eso mismo es que como musical, entre los hispanohablantes, sobre todo en Latinoamérica y México, es complicado, por no decir otra cosa. La musicalidad que señaló Audiard no existe aún si le pones música y unos buenos pasos de baile.
El verdadero problema de ‘Emilia Pérez’
Todo esto nos lleva al verdadero problema de esta película y de muchas otras: la hipocresía de Hollywood y la industria respecto a la representación. Hace unos años, en 2020 para ser exactos, la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas, anunció los criterios y estándares que las películas deben cumplir para ser elegibles en la máxima categoría de Mejor Película de los premios Oscar.
En su primer estándar, habla de representación en pantalla, las historias y las narrativas. Para eso, debía cumplir con uno de los tres requisitos o criterios como que una persona que forme parte de un grupo étnico o minorías, sean el personaje principal o actores de reparto importantes.
También dictaba que 30 por ciento de los actores y actrices debían pertenecer a esas comunidades, grupos o minorías. O tercero, que la historia o tema principal se centre en una persona de este grupo o minoría. Fin de la historia. Con esas bases, Hollywood pensó que aseguraba la representación de la que tanto se ha hablado. Pero va más allá de eso.
Hollywood poco o nada pueden entender la forma en la que el resto del mundo, sobre todo países en vías de desarrollo o pobreza, han visto lo alejado de su realidad en las pantallas. La representación es clave al momento de contar historias, pero no basta con la conversación del tema, sino en verdad realizarlo.
Emilia Pérez, en ese caso, está muy lejos de cuidar esta parte. Es más. No nos vayamos muy lejos. Uno de los ejemplos más recientes es Napoleón de Ridley Scott.
Esta película fue duramente criticada por la prensa y la sociedad francesa en cuanto a sus aspectos más básicos como la selección de un actor estadounidense para interpretar a un francés (cuya carga histórica es enorme) en una historia hablada en inglés. Y no sólo eso. También la rechazaron porque no se interesó en la precisión histórica.
Desde luego resulta comprensible el enojo frente a algo que ha sucedido desde siempre. ¿Pero por qué entonces en México, con su audiencia y la prensa, no habrían de criticar un ejercicio como el de Emilia Pérez?