De entre los muchos tesoros y rincones mágicos que guarda el Bosque de Chapultepec, destaca un complejo arquitectónico y funcional de gran valor histórico, que sin embargo, es poco conocido por los habitantes de esta ciudad.

Esta es la historia del Cárcamo de Dolores, y su Tláloc sobre el agua…

Redescubriendo el bosque

Al igual que miles de chilangos, crecí yendo de forma ocasional a la Segunda Sección del Bosque de Chapultepec. A menudo pasaba ahí los domingos con mi familia y hacíamos un pequeño día de campo. A veces practicábamos algún deporte, jugábamos algo o simplemente recorríamos el lago en bicicleta para después regresar feliz a casa. Con la llegada de la adolescencia dejé de ir con frecuencia a este sitio emblemático del Distrito Federal, y fue hasta hace un par de años, cuando la vida nuevamente hizo que volviera a ese inmenso espacio verde de la ciudad.

Comencé a volverme corredor, o al menos así lo pretendía, por lo que uno de los sitios que comencé a frecuentar con la finalidad de sumar kilómetros en mis entrenamientos fue Chapultepec, experiencia que me resultó fascinante, pues cada tarde me topaba con sitios cautivantes por los que jamás había pasado, o si lo hice durante mi infancia, estos se habían borrado de mi memoria.

Así, un día me encontré con una solitaria pero imponente plaza, que enmarca un edificio que por su pórtico y cúpula es similar al del Panteón de Roma, y que cuenta con una inmensa fuente en la que se representa una enorme figura prehispánica que emerge de la tranquilidad del agua. Fue precisamente ese personaje misterioso el que robó mi atención casi al instante.

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Las obras hidráulicas del Sistema Lerma

Durante la década de los años cuarenta, con la finalidad de que los habitantes de la Ciudad de México -principalmente en la zona noroeste- pudieran abastecerse con el agua procedente del Río Lerma, en el Valle de Toluca, se inició la etapa 1 el Sistema Hidráulico Lerma.

Para ello se construyó el túnel Atarasquillo – Dos Ríos, que con 2.5 metros de diámetro iba de la Sierra de las Cruces hasta la Segunda Sección del Bosque de Chapultepec. Justo en este punto, es donde el muralista mexicano Diego Rivera y el ingeniero Eduardo Molina, idearon un edificio funcional que integrara de forma artística la cultura mesoamericana, el uso del agua y que también celebrara el esfuerzo tecnológico.

El resultado fue el Cárcamo de Dolores, inaugurado por el presidente Miguel Alemán en 1951 para celebrar el final de las obras de construcción del Sistema Lerma, que aún hoy abastece a parte de la Ciudad de México.

Este edificio de estilo funcionalista, es obra del arquitecto Ricardo Rivas y está inspirado en elementos de la arquitectura mesoamericana, como las gárgolas que hacen referencia a Quetzalcóatl ubicadas en la parte superior de cada una de las cuatro esquinas del inmueble.

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En 1976, la sobreexplotación de los mantos freáticos hizo necesario recurrir a la cuenca del Cutzamala.

Aquella extraña figura sobre el agua

Había escuchado que en una zona del Bosque de Chapultepec había una imponente fuente que representaba a Tláloc emergiendo del agua. Por eso la reconocí casi al instante, mientras realizaba uno de mis primeros recorridos que hacía corriendo por esta sección del bosque de Chapultepec.

Ahí estaba, imponente, solitaria, apacible. Para hallarle forma tuve que subir por una pequeña pendiente ubicada justo enfrente para descubrir la figura del Dios del Agua.  No exagero al decir que me quedé cerca de 10 minutos admirándola, apreciando los muchos detalles que esa mole de piedra posee. Debido a la hora (4 de la tarde de un día entre semana) aquella pequeña explanada se encontraba casi desierta. Únicamente estábamos aquella enorme deidad de piedra y yo.

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En las sandalias de Tláloc puede verse iconográficamente la historia del proyecto hidráulico para llevar el agua a la Ciudad de México; en el pie derecho hay una mano y un águila, que posada sobre el nopal, trabajan para atravesar las montañas; en tanto, el huarache derecho muestra al agua que encuentra una ruta para pasar debajo de las montañas.

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Tláloc es el señor de las aguas en distintas cosmogonías indígenas. Su cuerpo está cubierto con piedras de colores y azulejos para simular el contorno montañoso. Mientras la mano izquierda siembra granos de maíz la derecha ofrece dos mazorcas. Además hay un mundo acuático que emerge de la deidad, y que está integrado por manantiales, ríos, serpientes, peces, una rana, un águila y serpiente, y una milpa. En el fondo de la fuente puede apreciarse una gran serpiente emplumada. Sí, ni más ni menos que Quetzalcóatl.

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Sobre esta fuente, Rivera comentó en alguna ocasión:

“En esta fuente tuve la oportunidad de realizar la integración plástica de la pintura y la escultura, haciéndolas vivir dentro del agua, la cual da movimiento a sus formas. El cielo reflejado en el espejo acuoso lanza al espacio la escultura extendida sobre él. La máxima visibilidad se obtiene desde la altura. Un cuerpo pétreo, polícromo, con sus verdes, rojos, blancos, amarillos, logrados con mármoles, basalto, mayólica, piedras de diferentes tonos y azulejos fragmentados. Por eso Tláloc se hace visible desde el cielo y ofrece en sus formas movimientos que recuerdan los de las serranías. Las modulaciones de los detalles de las vestiduras unen sus diseños puros con movimientos rítmicos e integran un todo plástico homogéneo. Tláloc ofrece el medio líquido indispensable a la vida del ser humano y con la mano izquierda planta cuatro granos de maíz, esos granos a los que el poeta Juan Rejano llamó ‘tiernas dentaduras fragantes'”.

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Al salir de mi ensoñación  me di cuenta que aquel bello lugar no sólo estaba integrado por aquella fuente colosal, sino que detrás había un edificio. Me acerqué y descubrí que ahora es un museo, que para mi suerte, se encontraba abierto. No lo pensé dos veces y entré.

Agua. Origen de la Vida en la Tierra

En 1950, Ricardo Rivas invitó a Diego Rivera para que realizara un mural en el Cárcamo de Dolores. Se especula que la relación entre ambos en dicho proyecto se debe a que el arquitecto era miembro del Partido Comunista de México, y coincidía con Rivera en sus ideas de izquierda.

La idea original era lograr una integración estética total del mural con el edificio (cubriendo con sus pinturas el túnel, el cárcamo, los muros, la cúpula y la fachada), teniendo como eje temático el recorrido que de forma natural sigue el agua desde el subsuelo hasta la superficie. Al final únicamente fue posible desarrollar las ideas propuestas para el túnel, el cárcamo, y claro, la explanada con la fuente a Tláloc.

En el interior del edificio, Rivera realizó un mural en el túnel y el tanque por donde ingresarían las aguas que venían del Sistema Lerma y que se dirigían hacia los grandes tanques de almacenamiento ubicados a un costado, y que funcionan como respiraderos, que fueron hechos a principios del siglo XX. El trabajo artístico de Rivera tenía como objetivo mostrar los distintos aspectos que el agua tiene culturalmente en distintos aspectos simbólicos, históricos y científicos.

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El edificio está dedicado a los trabajadores que perdieron la vida en la construcción del sistema hidráulico, como indica una placa en el acceso del lugar.

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El mural de Diego Rivera

En cuanto entré al Cárcamo de Dolores, lo primero que percibí fue una enorme paz. Aquel espacio imponente y solemne tiene un espacio en el centro, que es donde se encuentra el mural interior Agua: El origen de la vida. Ahora ya no almacena líquido, pues con el paso de los años la pintura comenzó a deteriorarse y desprenderse, por lo que en 1992 el agua fue desviada por los costados del Cárcamo para conservar el mural.

Aún así, las imágenes plasmadas por Diego Rivera son tan poderosas y elocuentes que la sensación de que aquella es una pileta con agua sigue presente.

Una parte del mural hace una interpretación de la teoría del origen de la vida del biólogo ruso Alexander Oparín. En el centro del piso puede apreciarse a la energía eléctrica animando a los elementos minerales, que dan paso a la primera célula y a las formas de vida más elementales, que van multiplicándose conforme se acercan a las paredes, formando colonias del reino vegetal y animal cada vez más complejas, hasta llegar a la aparición del ser humano, representado por un hombre de África y una mujer con rasgos orientales, que representan a los primeros Homo Sapiens de la Tierra, esto de acuerdo a los primeros registros fósiles.

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En otra de las paredes se ve a los arquitectos e ingenieros que desde 1942 trabajaron en este proyecto para llevar el agua de la cuenca de Lerma hasta el Distrito Federal:

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Al estar en el interior del Cárcamo descubrimos la razón por la que el Tláloc de la fuente tiene dos cabezas: La que mira al cielo y una más que se dirige hacia el Cárcamo, y es precisamente ésta, la que se relaciona con el mural, pues con las manos que están dibujadas simbolizan el abasto de agua al Valle de México, que es posible gracias a Tláloc y a la ingeniería humana.

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Fue a partir de 2008, cuando el Cárcamo fue restaurado integralmente.

Los sonidos del agua

Después de quedarme sin palabras al ver el mural, me di cuenta que el ambiente casi místico del interior del Cárcamo también se debía a un sonido armonioso que provenía de unos tubos dorados. Lo más sorprendente era que esos “cánticos” venían del movimiento del agua, que son captados por una Cámara Lambdoma, obra del artista mexicano Ariel Guzik.

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Esa intervención sonora tiene un sensor que produce tonalidades y coros con las corrientes y el caudal del agua que fluyen por debajo de esa zona de la ciudad. Gracias a la acústica del Cárcamo, estos sonidos se multiplican, creando una gama que resulta imposible describir y que nos remiten, por un lado a la tranquilidad, y por el otro, a la fuerza que puede generar el líquido.

Es por estos sonidos, que a pesar de que ya no corre agua por ese espacio, existe la sensación de movimiento acuoso.

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Al abandonar el Cárcamo, el contraste del sonido generado por la Cámara Lambdoma con el de los pájaros del bosque de Chapultepec es muy agradable. Es como volver del reino de Tláloc a la realidad. Es ahí cuando uno se topa con las serpientes…

Las serpientes de Chapultepec

Seguramente muchos de quienes leen esta nota se han topado con unas extrañas áreas circulares que tienen una torre en el centro, y cuyos contornos cuentan con unas serpientes inmensas. Recuerdo que en alguna visita escolar al Museo del Papalote, los maestros nos llevaban a esa zona para comer nuestro lunch.

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En ese entonces el lugar me parecía tétrico. Años después, ese espacio me parece uno de los más hermosos de la Ciudad de México, aunque al igual que la mayoría de los capitalinos, no tenía ni idea de su verdadera función. En realidad, dicha área está conformada por contenedores y respiradores del sistema de aguas.

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En 1909 se construyó un sistema de almacenamiento y distribución, que tiene cuatro grandes depósitos, cada uno de ellos con capacidad para cincuenta millones de litros de agua. Originalmente estos contenedores recibían el agua proveniente de los manantiales de Chapultepec y Xochimilco.

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¿Y las serpientes?

En la década de los sesenta, el arquitecto Leonídes Guadarrama intervino los antiguos respiraderos de Chapultepec. Al tener forma circular (indispensable para darle un efecto gravitatorio a la distribución del agua hacia la ciudad), Guadarrama les añadió fuentes con forma de serpientes, continuando así el estilo del Carcámo de Dolores.

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El presente

El Cárcamo de Dolores y su fuente de Tláloc se ha vuelto uno de mis rincones favoritos. ya sea que pase por ahí corriendo o que simplemente me acerque a la zona para pasar el rato, siempre encuentro un lugar lleno de paz, en donde confluye el arte, la naturaleza y nuestra riqueza cultural. Es un espacio que ya siento muy mío, y el cual es una autentica belleza que por desgracia pocos conocen.

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Llegar a él es sencillo, basta con arribar a la Segunda Sección del Bosque de Chapultepec y preguntar por el Cárcamo. Una vez que conozcan este lugar será imposible que no caigan enamorados de él.

El Cárcamo está abierto de Martes a Domingo de 10:00 a 17:00 hrs, y la entrada cuesta 24 pesos, aunque también hay descuentos para estudiantes, maestros, personas de la tercera edad y niños. Los martes el acceso es gratuito.

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Actualmente el sistema Lerma-Cutzamala abastece de agua al 30% de la población de la Ciudad.

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Por Gabriel Revelo

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