“Ojalá en México hubiera lugares así”, suelen decir algunas personas cuando visitan otro país y recorren algún centro cultural donde las instalaciones, el concepto y la oferta de las actividades presentadas son de primer nivel.

Comentarios así están totalmente fuera de lugar cuando en nuestro país contamos con espacios culturales que no le piden nada a los de cualquier nación desarrollada. Es sólo que a veces ignoramos que están ahí.

Este Vagando con Sopitas.com es sobre uno de los escenarios dedicados a la cultura más hermosos con los que cuenta la Ciudad de México. Un edificio del que muchos conocen su existencia, pero que pocos se han dado el tiempo de entrar y conocerlo con sus propios ojos.

¿Un presente poco luminoso?

Hasta hace unas semanas, la Plaza Morelos, ubicada en la colonia Centro, estaba ocupada por decenas de maestros pertenecientes a la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), quienes desde mayo del 2016 montaron un campamento como protesta por la Reforma Educativa.

Por meses, el aspecto de ese espacio público cambió, y las jardineras, arboles y monumentos, ahora estaban ocultos detrás de tiendas de campaña, ropa colgada y basura. Todo esto hacia que una de las fachadas del edifico de La Ciudadela fuera poco visible.

Esta no es la primera vez que la Plaza Morelos es ocupada. Durante los últimos años se ha visto invadida por distintos grupos foráneos, causando la molestia de vecinos y de trabajadores y dueños de comercios aledaños.

También deben lidiar con la mala fama que esta plaza se ha ganado porque en las noches, de forma un tanto clandestina ahí se reúnen personas interesadas en tener sexo con desconocidos. Aprovechando la obscuridad del parque y siguiendo ciertos protocolos no escritos, los asistentes se ponen de acuerdo para consumar el encuentro.

Con antecedentes así muchos pensarían que la Ciudadela y la Plaza Morelos se encuentran en total abandono y con un presente es gris. Sin embargo, nada de esto ha logrado opacar el brillo de las maravillas que se esconden en el interior de este fascinante edificio.

De fábrica de puros a cuartel militar

Fue en la segunda mitad del siglo XVIII cuando el virrey Antonio María de Bucarelí y Ursúa buscaba dónde establecer la Real Fábrica de Puros y Cigarros de México (el tabaco era muy demandado, sobre todo en Europa, por ser considerarlo relajante y hasta medicinal). Para ello designó como encargado a Miguel Constanzo, quien comenzó la planeación, aunque en realidad el desarrollado de la idea fue terminado por Miguel Mascaró.

Ya con el proyecto trazado, la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando encargó la construcción a José Antonio González Velázquez, arquitecto español que estuvo al frente de la obra de 1793 hasta su suspensión en 1801. Los trabajos se reanudaron hasta 1805 por el arquitecto Ignacio Castera , quien terminó el edificio dos años después.

La Fábrica de Puros y Cigarros sólo funcionó tres años, pues al estallar la lucha de Independencia el edificio fue usado como cárcel y cuartel general. En su interior estuvo prisionero José María Morelos, quien pasó ahí sus últimos días antes de ser enviado a Ecatepec donde lo fusilaron en 1815.

Para 1816 el virrey Félix María Calleja convirtió al edificio en el Parque General de Artillería. Desde entonces a esta construcción se le conoció como “La Ciudadela”. Los presidentes Guadalupe Victoria y Vicente Guerrero remodelaron y ampliaron el espacio para usarlo como deposito armamentista, prisión y cuartel, función que tuvo hasta el siglo XX (aunque en 1855 también albergó temporalmente a l Hospicio de los Pobres).

Plaza Morelos

Fue un sábado al medio día cuando nos dio por recorrer esa Plaza por la que tantas veces pasamos los capitalinos pero en la que rara vez nos detenemos a contemplar.

La mejor forma de visitarla es llegando a la estación Balderas del metro. Muy cerca, entre las calles entre las calles Balderas, Enrico Martínez y Emilio Donde, se encuentra este espacio abierto que originalmente iba a formar parte de la fábrica de tabacos antes mencionada. Aunque en sus inicios el edificio de La Ciudadela estaba levantado en una zona despoblada, terminó rodeada de suntuosos jardines, de manera que, lo que hoy conocemos como Plaza Morelos, es lo poco que queda de aquel viejo esplendor.

Por décadas su nombre fue Plaza de la Ciudadela, aunque recientemente fue llamada Plaza Morelos, en honor a José María Morelos y Pavón. De hecho, en 1912 -con motivo del centenario del sitio de Cuautla- en el centro de la plaza se levantó un imponente monumento con cuatro cañones dedicado a la memoria del caudillo.

Este espacio cuenta con fuentes, estatuas y áreas arboladas que le dan un ambiente nostálgico a la plaza. Por las tardes se respira una agradable quietud, solamente rota por las risas y juegos de algunos niños que corretean por el lugar.

Aquí la recomendación es sentarse en alguna banca y apreciar el monumento a Morelos, o bien, acercarse a ver las clases y demostraciones de baile que de forma gratuita se imparten los fines de semana.

Historia de un asesinato

En febrero de 1913 este edificio volvió a ser testigo de otro momento histórico de nuestro país: La Decena Trágica, golpe militar que efectuado del 9 al 18 de febrero de ese año cuyo objeto derrocar a Francisco I. Madero de la presidencia.

Cuando Félix Díaz, jefe del ejercito, y sus hombres ocuparon La Ciudadela a la fuerza y resistieron los embates de las tropas maderistas, convirtieron el edificio en el centro de operaciones de su movimiento golpista.

El 18 de febrero Victoriano Huerta, quien recientemente había sido nombrado comandante militar, llevó hasta ahí a Gustavo A. Madero, hermano del presidente y Adolfo Bassó, intendente de Palacio Nacional. Horas después, Bassó fue fusilado y a Gustavo le sacaron un ojo con una bayoneta y fue torturado hasta la muerte al pie de la estatua de Morelos.

Un día después Francisco I. Madero y el vicepresidente José María Pino Suárez fueron apresados y obligados a renunciar a sus cargos. La presidencia recayó en Pedro Lacuráin, quien nombró como secretario de Gobernación a Victoriano Huerta y renunció 45 minutos después. Así, Huerta se convirtió en el nuevo presidente.

El 22 de febrero Madero y Pino Suarez murieron acribillados a un costado del Palacio de Lecumberri.

La Ciudadela de los libros

Podría pensarse que después de los trágicos acontecimientos que han ocurrido en este sitio, La Ciudadela sería un lugar sombrío y gris. No obstante, quien visite este sitio por primera vez se llevará una agradable sorpresa.

Este edificio es una obra estilo neoclásico de tezontle cuadrangular de un nivel. En sus primeros años tuvo 12 fuentes y 17 patios destinados a resguardar el tabaco.

Si dos siglos atrás este complejo debía ser algo impactante, la Ciudadela de nuestros días nos reafirma la sensación de estar en una espacio inmenso y atemporal. La aventura inicia cuando uno cruza el arco que tiene grabada la leyenda “Biblioteca de México” y se sumerge en un terreno donde los libros son los protagonistas.

La transformación de La Ciudadela comenzó el 2 de mayo de 1941, cuando José Vasconcelos fue nombrado director de la Biblioteca de México, ubicada por aquellos tiempos en el Ex Templo de San Agustín, en el centro de la Ciudad de México. Un año después, Vasconcelos propuso que se construyera una nueva sede, pero el entonces secretario de Educación Pública, Jaime Torres Bodet, le comunicó que sería imposible construir otro inmueble. Aún así, el presidente Manuel Ávila Camacho ofreció el edificio de La Ciudadela para el proyecto.

Por decreto presidencial, el edificio que era usado por la Secretaría de la Defensa Nacional como Cuartel Norte de la Ciudad de México se volvió la nueva sede de la Biblioteca Nacional.

Después de hacer las adecuaciones necesarias, la Biblioteca de México fue inaugurada por el presidente Manuel Ávila Camacho el 27 de noviembre de 1946. Vasconcelos ocupó el puesto de director hasta su muerte en 1959. Su sucesora fue María Teresa Chavez Campomanes, una de las pioneras de la Biblioteconomía en México.

Para la década de los ochenta la biblioteca cerró por un tiempo debido a una intervención arquitectónica y de ampliación que corrió a cargo de Abraham Zabludovsky.

En el 2000 recibió el nombre de Biblioteca José Vasconcelos en honor a su primer director, aunque popularmente se le sigue conociendo como Biblioteca de México para evitar confundirla como la Megabiblioteca Vasconcelos que está en Buenavista.

Su última remodelación tuvo lugar en 2012 y fue orquestada por los arquitectos Bernardo Gómez Pimienta y Alejandro Sánchez. Bajo el apelativo de “Ciudad de los Libros”, más que una biblioteca este lugar es un moderno Centro Cultural dedicado a la lectura, que aprovecha al máximo las nuevas tecnologías dentro de unas instalaciones funcionales y bellas.

Universos personales

No hay una forma determinada de conocer la Ciudad de los Libros. Lo aconsejable es simplemente perderse entre los pasillos, patios y salas que se encuentran regados a lo largo del edificio. El visitante, sobre todo el primerizo, frecuentemente se sentirá abrumado ante el descubrimiento de escenarios que lo mismo invitan a fotografiarlo que ha disfrutarlo en compañía de un buen libro.

El acervo de la Biblioteca está compuesto por 220,000 piezas como libros, revistas y periódicos.

Tiene una hemeroteca, préstamo de equipos de computo, una sala acondicionada para personas con discapacidad visual, una acogedora sala dedicada especialmente para los niños, un foro polivalente, una pequeña sala de cine y una galería de exposiciones, por mencionar algunos de los servicios con los que cuenta.

Aunque para ser honestos, lo más impactante dentro de La Ciudadela son las colecciones personales de José Luis Martínez, Jaime García Terrés, Antonio Castro Leal, Alí Chumacero y Carlos Monsiváis.

Cada colección cuenta con su propio espacio y está ambientada de acuerdo a la personalidad del escritor en cuestión y a los ejemplares que la componen. Entrar en cada una de estas salas es el equivalente a sumergirse en un peculiar universo que cobija al lector.

Uno puede pasarse horas recorriendo estas colecciones, descubriendo títulos, hojeando libros, y apropiándose de estos espacios tan entrañables.

Una vez conquistadas estas salas, quien se retira no las abandona del todo, pues se hace la promesa de regresar para seguir hurgando en las entrañas de esas páginas infinitas.

El centro de la imagen

Ninguna visita a La Ciudadela estaría completa sin visitar el Centro de la Imagen, ubicado en uno de los accesos a este edificio.

Fue creado en 1994 y está dedicado a la exposición de imágenes y fotografías de artistas nacionales e internacionales. Su misión es preservar, difundir e invitar a la reflexión por medio de la fotografía.

Aunque es un espacio relativamente pequeño, está muy bien aprovechado. Cuenta con seis salas con las condiciones optimas para la apreciación tanto de fotografías como de propuestas interdisciplinarias.

En estos momentos presentan la XVII Bienal de Fotografía y la exposición Niérika: Archivo Lilly. Ambas muestras valen mucho la pena.

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Antes de irnos visitamos el Parque Tolsa, que se encuentra en otro de los costados de La Ciudadela. Al ser sábado nos topamos con un peculiar tianguis dedicado a la venta de carritos de juguete. Si eres fanático de estos vehículos, no puedes dejar de darte una vuelta, seguro encuentras algo para tu colección.

La Biblioteca de México abre diariamente (excepto días festivos) en un horario de 8:30 a 19:30 hrs. El Centro de la Imagen opera de martes a domingo de 11:00 a 18:00 hrs.

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